La científica marplatense que integró el equipo de trabajo de un Premio Nobel
La física Leticia Cugliandolo formó parte del grupo de trabajo liderado por el italiano Giorgio Parisi, que el año pasado ganó el Premio Nobel de Física. La científica reconoce que muy pocas mujeres se dedican a las ciencias duras, pero asegura que la situación "va mejorando despacito".
La física marplatense Leticia Cugliandolo.
Por Natalia Prieto
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La física marplatense Leticia Cugliandolo, que actualmente reside en París y trabaja en la universidad de La Sorbona, integró el grupo de trabajo liderado por el italiano Giorgio Parisi, quien el año pasado ganó el Premio Nobel de Física. La científica reconoce que muy pocas mujeres se dedican a las ciencias duras, pero asegura que la situación “va mejorando despacito”.
Nacida un 11 de febrero, fecha en que se conmemora el “Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia”, Cugliandolo cuenta que siempre le gustó la matemática. “Tenía una amigo que iba un año más arriba en el colegio, Pablo Sisterna, con el que siempre hablábamos de eso y me enseñaba cosas. Entonces, me fui para el lado de la física”, cuenta.
Así fue que una vez terminado el primario y secundario en el Mar del Plata Day School, cursó dos años de Ingeniería (“porque al principio no estaba la carrera acá”) y uno de Física en la Universidad Nacional de Mar del Plata, pero se mudó a La Plata, donde se graduó como Licenciada en Física. “Hice la tesis y me fui a Roma de postdoc (posgrado) y ahí lo conocí a Giorgio Parisi y a su grupo de trabajo”, reseña.
El italiano Giorgio Parisi -junto al alemán Klaus Hasselmann y el japonés Syukuro Manabe- ganó el Premio Nobel de Física en 2021 por el descubrimiento de materiales desordenados y procesos aleatorios. “El ejemplo más sencillo de los materiales desordenados es el vidrio, que no son ni cristales ni líquidos. No son cristales porque si ves la estructura interna con un microscopio, no están ordenados ni constituyen ninguna red uniforme, está todo medio confuso”, explica Leticia a LA CAPITAL sentada a la sombra de uno de los tilos de Villa Victoria. Y continúa: “Y tampoco son líquidos porque no están fluyendo ni tienen otras condiciones que conocemos de los líquidos. Así que es una cosa intermedia”.
Apenas termina con la explicación, Cugliandolo se ríe al recordar cómo se enteró que su amigo y colega había ganado el famoso galardón. “Estaba jugando al tenis, porque era martes a la mañana, y me llamó mi compañero para contarme. ‘Tenemos el Nobel’, me dijo. Y no estaba enterada de nada. No lo podía creer, aunque siempre se habló que Giorgio lo podía ganar. Después me llamaron del Conicet francés y luego siguieron las entrevistas”, cuenta divertida la científica que volvió a su ciudad natal después de tres años para visitar a su madre.
Estabilidad
El Nobel de Parisi (que visitó Mar del Plata a mediados de la década del 2000) significa “un espaldarazo a todo el tema estudiado”. “Y también a todo el grupo de gente, porque el tema es muy teórico para los experimentales, pero no suficientemente teórico para los que hacían física de partículas o agujeros negros, por ejemplo. El premio les da un aura de importancia”, dice la científica marplatense.
Después de Roma, Leticia recaló en París, donde vive desde 1994, y da clases e investiga en la universidad de La Sorbona. “Hay una conexión muy fuerte entre Roma y París, mucha gente trabaja en ambos lados y después de Roma es como natural ir a París. Luego de muchos años de estudio dudé entre quedarme o volver, pero era un periodo complicado de Argentina, así que decidí quedarme”, cuenta.
En la capital francesa, comparte el día a día junto a su pareja, un físico argentino al que conoció en Italia, y a sus dos hijos adolescentes. También pasó varios meses en distintas casas de altos estudios de Estados Unidos como investigadora invitada, mientras sumaba diversos premios por sus investigaciones.
Su trabajo cotidiano consiste en “pensar en problemas”. “Hacer modelos matemáticos y tratar de resolverlos, establecer ecuaciones que van a tratar describir lo mejor posible una situación real (como la de el comportamiento de los vidrios) pero que sean suficientemente sencillos para que una las pueda tratar”, describe.
“Hay que encontrar el equilibrio -añade-, no caer demasiado en el detalle porque sino es imposible, pero mostrar suficiente detalle para que represente lo que uno quiere ver. Lo bueno de hacer modelos matemáticos es que no solo permite responder a la pregunta que te estás haciendo en ese instante, sino que después los podés usar para pensar qué sucedería si yo hago tal cosa distinta”.
Sobre la participación de las mujeres en las ciencias duras, Leticia reconoce: “hay pocas, se calcula que el 5 por ciento, pero va mejorando despacito”. Y sostiene que se debe a que “las chicas se autocensuran, muchas tienen miedo de que una carrera científica sea incompatible con la familia y eso no es verdad”. Y ella puede dar fe de eso.
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