por Gustavo Visciarelli

Fernand Mauduit nació en Normandía el 21 de mayo de 1843 y emigró a Argentina en 1870 cuando estalló la guerra franco prusiana. Aquí encontró a un notorio admirador: el presidente Domingo Faustino Sarmiento.

Mauduit, que luego sería un reconocido vecino marplatense, llegó con numerosas medallas ganadas en concursos científicos y prácticos. El propio Sarmiento detalló su deslumbrante curriculum en un artículo publicado por el diario El Nacional el 7 de noviembre de 1882, donde escribió: “Las medallas son una patente que ahorra tramitaciones cuando provienen de gobiernos regulares, en naciones ilustradas”.

El palmarés incluía galardones de la Sociedad de Agricultura de Francia, de la última pareja imperial –Napoleón III y Eugenia- y un primer premio en la Exposición Universal de 1867. Esos premios nos permiten saber, siempre basándonos en el artículo de Sarmiento, que Mauduit era experto en agricultura, horticultura, fisiología vegetal, arboricultura, parques y jardines y pomología (especialidad en árboles con frutos comestibles).

Su huella en Argentina

Mauduit trabajó en las colonias agrarias de Santa Fe y desde 1874, a instancia de Sarmiento, fue protagonista en la creación del Parque 3 de Febrero (Bosques de Palermo), donde se desempeñó durante ocho años como agrónomo director.

En 1878 contrajo enlace en Buenos Aires con Leonor Malandaine con quien tuvo tres hijos: Leonor, Sara y Fernando. Y en 1882 tuvo a su cargo la diagramación del Parque de La Plata. Fue entonces cuando Sarmiento, doce días antes de la fundación oficial de la capital bonaerense, escribió el elogioso artículo sobre Mauduit y comparó su reciente obra con el paradisìaco Bois de Boulogne.

“El Jardinero Ilustrado”

En 1885 Mauduit publicó junto a Vicente Peluffo el manual “El Jardinero Ilustrado”, donde hallamos el primer indicio documentado de su aproximación a Mar del Plata. De hecho, allí aparece el plano del parque de cien hectáreas que trazó en la estancia El Tejado, que dio nombre a uno de los actuales barrios del pueblo Camet.

Se desconoce la fecha de su radicación en Mar del Plata, pero sabemos de fuentes familiares que llegó viudo y con sus tres hijos. Zulema Blache –bisnieta marplatense de Mauduit- nos contó hace pocos años que su abuela Leonor, hija de Maudit, solía recordar que vivían “en una casa de la calle Moreno entre Irigoyen y La Rioja y que lo primero que compraron al llegar fueron frazadas y faroles”.

Posteriormente adquirió ocho manzanas delimitadas por las actuales calles Dorrego, San Juan, San Lorenzo y Peña. Regadas por el arroyo Las Chacras funcionó allí la famosa “Quinta Mauduit”, donde Fernand desarrolló todo tipo de cultivos.

Además de abastecer a importantes establecimiento locales, abrió un local en Rivadavia y Santiago del Estero para comercializar dulces y otros productos de su quinta.

En las tardes de verano era común que caracterizados turistas, incluyendo a Marcelo Torcuato de Alvear y Dardo Rocha, concurrieran a tomar el té a la quinta. Y que las aristocráticas familias disfrutaran de picnics a orillas del arroyo entre árboles y viveros poblados de flores.

La vivienda histórica

En 1909 Mauduit construyó dentro de ese predio una pequeña vivienda, que es la que hoy vemos en Funes casi Roca, junto al acceso a la Facultad de Sicología.

Fernand murió el 30 de mayo de 1916 y sus restos reposan en una bóveda familiar del Cementerio de la Loma. Su quinta, en manos de descendientes, sobrevivió hasta la crisis del ’30 y luego fue vendida y loteada.

Parte de los terrenos sirvieron para levantar el actual Complejo Universitario a fines de la década del 70, pero la casa, afortunadamente, quedó en pie y la casa de estudios le dio usos disímiles a lo largo del tiempo.

En 1994 la Municipalidad la declaró bien patrimonial y empezó a ser conocida en el ámbito universitario como “a casita histórica”.

“Casa Mauduit”

Una placa flamante que hoy brilla en su frente le hace justicia a Fernad, identificándola como “Casa Mauduit”. La Universidad Nacional de Mar del Plata la reabrió el 3 de julio pasado, restaurada y refuncionalizada. Hoy está dotada de una cámara Gesell, un centro de documentación de la Facultad de Sicología, un sector de lectura y tras aulas.

Pero es probable que aquel vecino francés haya dejado algo más que esa reliquia patrimonial. Quizás sobrevivan en el predio o en las inmediaciones algunos de los árboles que plantó. Se cumpliría así la sentencia que Sarmiento desarrolló en aquel artículo de 1882: “La sombra de los árboles protege, y el tamaño de la encina trae al ánimo la idea del tiempo pasado, que hace de la vida un accidente momentáneo. A esa sombra descansaron muchos antecesores, acaso seres de razas extintas”.-