La agenda sostenible pendiente de las ciudades
Por Lic. Julián D’Angelo
En una superficie menor al 3% de nuestro planeta, lo que ocupan las ciudades, viven, desde el 2007, más de la mitad de los habitantes del mundo.
Es en las ciudades donde se produce entre el 70 y el 80% de la riqueza, pero como contracara, también son responsables de entre el 60% y el 80% del consumo de energía y generan el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Así es bueno reflexionar sobre esta dualidad. Por un lado, son las metrópolis quienes brindan más posibilidades de desarrollo a aquellos sectores más necesitados, pero al mismo tiempo, la vida en las grandes urbes los expone a riesgos ambientales, sociales y sanitarios.
Es por ello que las Naciones Unidas incluyeron, hace siete años, en su Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, un Objetivo específico sobre “Ciudades y comunidades sostenibles”, con diez metas concretas para avanzar en el sentido de que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.
Además de las políticas de servicios públicos y espacios verdes, dos áreas en las cuales las ciudades tienen mucho que aportar en materia de sostenibilidad, son la gestión de residuos y la movilidad.
En materia de gestión de residuos, en Argentina en el 54% de sus ciudades los residuos sólidos urbanos todavía se depositan en unos dos mil basurales a cielo abierto, mientras que sólo en el 11 % se implementa la modalidad de relleno sanitario.
Hasta hace 60 años la mayor parte de la basura urbana estaba compuesta de cenizas de carbón y restos de comida. Pero en las últimas décadas la cantidad de productos manufacturados que integran los residuos sólidos urbanos se incrementó en más de diez veces. Por ejemplo, solo con referencia a los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos se calcula que se generan en la Argentina unas 120.000 toneladas anuales, de las cuales se recicla menos del 10 %.
Mientras las ciudades sigan gastando mucho más dinero en enterrar la porción de basura de los residuos, en comparación con lo que invierten en la recuperación de los recursos útiles para la economía circular, será muy difícil hablar de una ciudad sinceramente comprometida con el ambiente.
En cuanto a la movilidad, se estima que el transporte urbano representa un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades.
Reducir el uso del automóvil particular en las mismas representaría una reducción del 40% en dichas emisiones.
Para ello no solo es necesaria la inversión en transporte público ecológico y no contaminante, sino que también es clave, lograr una vida urbana de cercanías. Una ciudad mixta, descentralizada administrativa y económicamente, donde nuestras necesidades más importantes se puedan satisfacer en un radio acotado que nos invite a caminar o a viajar en bicicleta.
Así, el desafío en el abordaje de esta agenda pendiente de la sostenibilidad es clave para el desarrollo de ciudades saludables, inclusivas y sustentables que nos brinden igualdad de oportunidades.
(*): Posgrado en Gestión Sociourbana (Flacso), director Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (UBA).
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