Para las nuevas generaciones que escuchan su música pero no fueron testigos de las canciones en vivo y para los veteranos que desean volver a discos emblemáticos, Kapanga desembarcará en Mar del Plata con el espectáculo “Asado botániko”.

“Mar del Plata es casa”, dijo el guitarrista Maikel De Luna Campos, histórico de la banda que lidera “Mono” Fabio.

En el escenario de Gap celebrarán este 19 de julio dos aniversarios: 25 años del disco “Un asado en Abbey Road” y 20 de “Botánika”.

Kapanga repasará esos discos en un recital que, para Maikel, son “dos shows en uno”. Relató a LA CAPITAL: “Al ser dos discos, no es que tocamos los temas y ya, hay una primera parte y una segunda con un intermezzo, con dos puestas de luces, diferentes cambios de ropa, porque un disco es más rockero; en Botánika fuimos mutando, fuimos más a la canción”.

“Somos una banda que mezclamos muchos géneros, empezamos así y llegamos a la canción a lo último. Hicimos el camino inverso, que también está bueno”, definió.

-Kapanga es, sobre todo, una banda alegre, de pachanga. ¿Notan en esta gira que se hace más difícil llevar al público hacia ese lado?

-Se mantiene (ese espíritu alegre) porque hay una cosa linda: nosotros llevamos treinta años juntos, los vamos a cumplir el año que viene. Creo que lo más difícil para una banda “old school”, por decir de alguna manera, es el recambio generacional y nosotros por suerte lo tuvimos. Es cuando la gente más joven empieza a escuchar tu música. Hay temas que este público nuevo no escuchó en vivo, porque eran muy niños y el público viejo también quiere escucharlos, porque con diez discos encima… En los recitales uno hace tres canciones de cada disco. La música es como un perfume y te lleva, te retrotrae a ciertos recuerdos y a ciertas situaciones.

-¿De qué manera lograron llegar a las nuevas generaciones?

-Se dio de una manera natural por nuestro público, porque mucha gente se conoció en nuestros recitales, se hicieron parejas, y después traían a los hijos a los shows y ellos a sus amigos. Nos dimos cuenta de que venían chicos de 15 años, de 8 años. Por eso tratábamos de que los recitales fueran aptos para todo público. Se fue dando de una manera más natural. Yo creo que cuando lo querés forzar, se nota y no está bueno.

-¿Cuál de los dos discos, “Un asado en Abbey Road” o “Botánika”, te parece más actual al oído de hoy?

-Al oído de hoy es una mezcla justa entre los dos, porque hacemos el formato canción y, sin embargo, tenemos temas donde mezclamos varios ritmos. Te podría decir que “Botánika” es un disco, si bien tiene muchas canciones de celebración, más cercano a lo político. Tiene temas como “Bisabuelo” sobre la inmigración o “Labios”. Ese disco fue compuesto en el 2001, en medio de la crisis, cuando nos fuimos a Puerto Rico y veíamos todo lo que pasaba (en Argentina) por televisión.

-¿Qué hacían en Puerto Rico?

-Habíamos ido a Puerto Rico a hacer unas giras y se suspendieron los conciertos. Pasamos de quedarnos unas dos semanas a quedarnos un mes. En esos días estalló todo (en Argentina). Yo lo recuerdo terrible, porque estábamos en el aeropuerto mirando todo lo que sucedía y no lo podíamos creer. Fue terrible el estar lejos de tus seres queridos en una situación tan grave.

-La situación social, de alguna manera, siempre está en la música de Kapanga…

-“Bisabuelo” quizá fue la única que trascendió más a nivel de difusión, pero en casi todos los discos tenemos temas sociales, como “Indultados” o “Desesperado”. Siempre estamos comprometidos con eso porque es algo que vivimos día a día, siempre tratamos de tamizarlo en base a nuestros ritmos, para poder cantar y contar una cierta apreciación sobre la actualidad económica y política pero con nuestra manera de tocar música, que es una manera divertida. No hace falta que sea una canción triste para contar estas cosas.

-¿Sigue siendo un cable a tierra la música, una catarsis?

-La música está siempre. La música está para poner en tu casa y ordenar o para afrontar esto que nos lo dice nuestro público también: nuestra misión en los espectáculos es que, por lo menos, la gente pueda desconectarse un poco durante una hora y media o dos horas de show, y se vaya con una sonrisa y con energía para afrontar de vuelta la realidad.