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Policiales 5 de noviembre de 2017

Jueces aplicaron pena menor a femicida porque actúo bajo “emoción violenta”

Federico Guillermo Ecke y Osvaldo Rossi valoraron que el imputado estaba "profundamente enamorado" de la víctima y entendieron no hubo violencia de género ya que que actuó en respuesta de que la mujer, embarazada, le dijo que estaba con otro hombre.

Los jueces que el martes último consideraron que un joven no cometió un femicidio al asesinar a su ex pareja embarazada en Pilar tuvieron en cuenta que el imputado declaró que la víctima le dijo, antes de matarla, que ella mantenía una relación con otro hombre y que eso le provocó a él un estado de “emoción violenta”.

Además, los magistrados remarcaron que el acusado estaba “profundamente enamorado” y valoraron un testimonio en el que se lo calificaba como “un nene de mamá” y a la víctima como “una madre de tres hijos”, con ocho años de diferencia, lo cual sería indicativo de que no tenía una relación de poder sobre la mujer.

Estos argumentos surgen de los fundamentos del fallo dictado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de San Isidro en el juicio por el femicidio de Débora Díaz (28), a raíz del cual, su ex pareja, Brian Montenegro (22), fue condenado a 22 años de cárcel y no a prisión perpetua.

En la resolución, a la que accedió Télam, la mayoría integrada por los jueces Federico Guillermo Ecke y Osvaldo Rossi consideró que sólo se pudo probar que había una relación de pareja, pero no que mediara violencia de género, y entendieron que Montenegro actuó en “estado de emoción violenta”.

El hecho ocurrió el 22 de febrero de 2016 , en una casa de Villa Astolfi, en el partido bonaerense de Pilar, donde se encontraba Díaz con sus hijos de 11 y 6 años y un bebé, fruto de su relación con Montenegro.

El joven logró ingresar por la fuerza en la casa, de la cual había sido excluido porque había golpeado a su ex pareja, la encerró en una de las habitaciones y tras discutir con ella porque estaba embarazada de otro hombre (un policía), le asestó seis puñaladas en el tórax y en la espalda delante de los niños.

La fiscal Carolina Carballido Catalayud y la abogada querellante, Lucía Ransenberg, pidieron la pena máxima al dar por acreditada la violencia de género, pero Ecke y Rossi dijeron que no se pudo probar, a diferencia del tercero de los jueces, Hernán San Martín, quien entendió que sí existió y descartó la “emoción violenta”.

Respecto de este último punto, el voto de la mayoría remarcó que “el acusado, en su primer acto de defensa, al ser consultado sobre el motivo de su actuar, mencionó que sintió impotencia por lo que le contaba (su ex pareja), que se burlaba” de él.

“Mientras vos estabas llorando como un boludo en la casa de tu mamá, a mí me cogía el policía en tu propia cama”, afirmó Montenegro que le dijo Débora mientras estaban discutiendo, lo cual -según los jueces- desencadenó que él la matara a puñaladas sin ser consciente de sus actos.

También valoraron un informe psicológico en el cual el imputado relató lo sucedido en “islotes”, es decir, que recuerda parte del hecho y no su totalidad, y entendieron que si bien no es inimputable, su capacidad de culpabilidad se hallaba reducida al momento del hecho.

“Estaba profundamente enamorado de la víctima, a pesar de sus escasos veinte años recientemente le había propuesto unirse en matrimonio. Estaba angustiado por la actitud expulsiva de su amada, intentó dialogar con la misma, pero la afirmación reseñada, en tales términos, mermó su capacidad reflexiva”, dijeron los jueces para justificar su estallido.

En cambio, el juez San Martín descartó esa situación e incluso recordó que Montenegro ya sabía que su ex pareja tenía otra relación porque tres días antes Débora se lo había dicho a través de mensajes de texto que intercambiaron y en los que él le dijo que estaba con otra mujer porque ella era “re fea”.

A esto se sumó que San Martín valoró los testimonios del juicio que acreditaron la violencia de género: por ejemplo Marisa Díaz, hermana de la víctima, declaró que en una ocasión Montenegro intentó suicidarse y que cuando Débora le pidió que no lo hiciera, él la mojó y le aplicó una “picana”.

También dijo que Débora era mayor que Brian y que “él era un nene de mamá y ella una mujer con tres hijos”, lo cual fue tomado por los jueces a favor del imputado.

Otra hermana, Edith Díaz, relató que pocas horas antes del femicidio, se cruzó en la vía pública al imputado, quien alcoholizado le dijo que la iba a matar porque ella “no quería retomar la relación de pareja”.

Otra testigo aseguró que ese día Montenegro le dijo que sabía que su ex mujer mantenía una relación sentimental con un policía, tras lo cual le manifestó: “Si la quisiera matar, ya la hubiese matado.”

También se relataron escenas de celos porque Débora fue a cuidar a un sobrino al hospital, y de golpes y amenazas con un cuchillo cuando ella le exigió hacer algún aporte económico al hogar.

Pese a estos testimonios, los jueces criticaron a la fiscal al señalar que “el contexto de violencia de género en modo alguno ha sido probado por la acusación, ni por prueba indirecta ni indiciaria”, y dijeron que las tres denuncias hechas por la víctima no alcanzaban porque no habían sido impulsadas por el Ministerio Público.

También la cuestionaron por no haberle preguntado más datos a uno de los hijos de Débora, que contó en Cámara Gesell que su madre había sido golpeada por su ex pareja y hasta criticaron la aplicación de las restricciones perimetrales.