Juane De la Fuente: “Teníamos expectativas altas y la gente también se ilusiona”
El alero de Quilmes asumió con naturalidad su rol de anotador pero el equipo nunca terminó de ajustar el juego colectivo y no llegó muy lejos en la Liga Argentina de Básquetbol.

El dominio individual que ejerció Juane De la Fuente con su juego y su físico, no tuvo el mismo efecto a nivel colectivo para Quilmes.
Tras afirmarse como jugador de Liga Nacional con Quilmes, en la campaña 2017/18 y de ser campeón olímpico de la Juventud en Buenos Aires 2018, Juan Esteban De la Fuente era considerado uno de los grandes prospectos del básquetbol argentino.
Luego del descenso del “tricolor”, se mudó a La Banda, para seguir en la misma categoría, aunque dos años más tarde se nacionalizó suizo y fichó por Neuchatel, además de jugar para la selección helvética. Sin embargo, tras romper su vínculo con el equipo europeo, y luego de varios meses sin jugar, regresó a su viajo amor de Luro y Guido, para jugar la temporada 2024/25 de la Liga Argentina de Básquetbol.
A nivel individual estuvo muy bien, con 18,1 puntos de promedio en la temporada (cuarto goleador de la competencia), pero Quilmes no llegó al Final Four del Torneo Apertura y perdió antes de lo previsto en los play-offs del Torneo Clausura. Así analizó “Juane” su temporada particular y también la de Quilmes junto a LA CAPITAL:
-Individualmente te fue muy bien, pero acaso Quilmes quedó en el camino antes de lo esperado. Teniendo en cuenta ambas variables, ¿el balance de tu regreso al básquet argentino es un poco ambiguo?
-Sí, puede ser. Pero entiendo que dentro de lo lógico, era el puesto en que podíamos llegar a quedar. Hoy en día en esta categoría es difícil cuando no hay una estructura colectiva firme -también en la Liga Nacional-. No sólo para Quilmes, sino también para cualquier equipo, no es posible armar un plantel con todas piezas por separado y pretender que en tres o cuatro meses funcione bien. Nosotros nunca pudimos conseguir rendir como equipo. Sí tuvimos un buen ida y vuelta, nos llevamos bien, la pasamos bárbaro. Pero adentro de la cancha se notó que nos costó jugar colectivamente.
-¿Fue sólo por una cuestión de adaptación?
-Creo que al llegar yo, que en un principio no iba a estar, y después (Tirrell) Brown, generamos una reasignación de roles en el equipo. Tal vez otros jugadores que habían venido para tener más protagonismo, no lo tuvieron y entonces tuvieron que adaptarse a otras funciones. Ojo, me pongo del lado de mis compañeros y no es fácil afrontar ese tipo de situaciones.
-Son cuestiones que forman parte de la competencia también, ¿no? Y hay que saber llevarlas…
-Que no aparezca como un excusa, ni un problema del entrenador, ni siquiera de egos de los jugadores. Cada uno tiene su estilo y se entiende que no sea simpático tener que adaptarse a un rol que en un principio no iba a ser ese. Se sumaron piezas al equipo, tuvimos muchas lesiones, casi nunca estuvimos completos. La verdad es que tampoco nos acompañó la suerte. Teníamos expectativas altas y la gente también se ilusiona. Se había armado un plantel muy bueno.
-¿Al equipo le faltó identidad?
-Creo que no tuvo una idea concisa. Y no estoy echando culpas a nadie. Me parece que teníamos muy buenos jugadores por posición. Pieza por pieza, diría que podíamos superar a cualquiera. Por individualidades, teníamos a varios de los mejores de la Liga Argentina puesto por puesto. Pero un equipo ganador se define por su funcionamiento, algo que necesita mucho meses para afianzarlo. Por ejemplo, los jugadores de Lanús o de Racing de Chivilcoy se conocen un montón, jugaron play-offs. Nosotros teníamos experiencia en play-offs. Todos. Pero nunca los habíamos jugado juntos.
-El tiempo, o la falta de, ¿resultó determinante?
-La Liga fue muy rápida. En cuatro o cinco meses ya estábamos jugando play-offs, luego de mucho partido tras partido, viajes. Se pasó muy rápido y no conseguimos encontrar el juego de equipo que necesitábamos. Como dije antes, el funcionamiento te lo da el tiempo. Nosotros firmamos contrato por diez meses y, en comparación, no tuvimos el tiempo necesario.
-Con ese panorama que planteás, parece muy difícil preparar una planificación…
-Es que no teníamos tiempo para proyectar. Se suponía que cuando fueran pasando los partidos, íbamos a ir soltándonos, a congeniar y a jugar mejor. Pero la realidad es que no fue así. Porque también está la presión por ganar. Se exigen resultados, más que exigir defender en zona o al hombre. Y yo entiendo que hay que ganar.
-¿Terminaron pagando el precio por algo en particular?
-Sí, por no conocernos mucho dentro de la cancha. Son cosas que pasan. Una vez más, entiendo la ilusión y la expectativa. Yo también la tenía. Quería ganar. Y en parte estuvimos cerca. Nos faltaron detalles. Quizás nos faltó un poco más de resto físico. Volví a ver los dos partidos contra Lanús, y noté que hay una cuestión física. Cuando llegás más descansado al final, tomás mejor decisiones que cuando estás cansado. Pero no es un cuestionamiento hacia el entrenador porque no extendió la rotación. Reconozco que ni (Andrés) Lugli ni yo, tampoco queríamos salir. No es ningún justificativo, si bien el desgaste del juego te va marcando cosas y cuando estás más fresco, podés rendir más. Igual no siento que haya sido un fracaso total. Fueron detalles. No estuvimos completos desde la pretemporada, y tampoco teníamos una rotación de 10 jugadores pareja, más allá de que los chicos del club juegan bien.
-Lanús dio la sensación de ser más parejo, más compacto. ¿Con eso sacó diferencias?
-Con eso y con otras pequeñas cosas, que a la larga terminan siendo importantes. Ellos tenían 9 o 10 jugadores de rendimiento muy similar, de producción equilibrada. Un equipo así es más difícil de defender. En cambio, ellos sabían que Brown y yo teníamos la mayor responsabilidad de anotar. En la serie no encontré los tiros, la efectividad no fue buena. Pero también es cierto que ellos tuvieron un plan defensivo para enfocarse en nuestros hombres clave. Lo nuestro tenía que ser más pensado desde lo colectivo.
-¿Te gustó el sistema de dos torneos?
-No mucho. No me pareció acertado, aunque no sé qué hubiese pensado si nos iba bien. Ponele que jugaste el Torneo Apertura, te fue bien y lo ganaste. Si en el Clausura no te fue bien, llegás con todas las dudas a una final por el ascenso cuyo derecho a jugarlo lo obtuviste cuatro meses antes. A nosotros nos pasó que cuando volvimos a entrenar, luego del receso, tuvimos poco tiempo para sumar trabajo y prácticas para una preparación mejor. Acá, el que gana es, no tanto el mejor equipo, sino el equipo que juega mejor.
-¿Cómo definirías la temporada de Quilmes desde el juego?
-Creo que no llegamos a solidificar el trabajo y la identidad de juego. La teníamos, pero recién la empezamos a plasmar en la segunda mitad de la temporada, jugando un poco más por concepto, no tan libres y sin tanto sistema, aunque sí fuimos muy letales cuando salíamos proyectados en contraataque. Ahí nos sentíamos más cómodos. En el ataque estacionado estuvimos mal para reproducir los sistemas. No teníamos la lectura para jugar ante una determinada defensa, por ejemplo. Nos costaba. En cambio, en ofensivas más dinámica podíamos aprovechar el plus que teníamos desde la potencia física y la velocidad.
-Decías que te sentías más cómodo en el Clausura, pero por cosecha de puntos y por llegar algo más lejos, dio la impresión de que el equipo rindió más en el Apertura. ¿Cómo lo viste?
-Pasa que en el Apertura hubo equipos buenos que no estuvieron bien. Por caso, Racing de Chivilcoy o Lanús ajustaron un montón de cosas y se pusieron más cabrones para el Clausura. Esas oposiciones que por ahí no estaban tan bien, tal vez nos hicieron ver mejor de lo que en realidad estábamos. Yo me sentí más suelto, desde lo individual, en el Clausura.
-¿Y cómo fue tu regreso a casa y a jugar en el país?
-Me sentí bien en la temporada. No estaba muy contento con el presente que tenía en Suiza, no por una cuestión económica, sino por cómo estaba jugando. Volver acá, estar con la familia, con amigos y conectar con la argentinidad, me hizo bien. Me dio un plus.
-Además, volver a jugar en Quilmes también debe ser especial…
-Sí, por supuesto, jugar en el club, sentir el cariño de la gente, el apoyo de la hinchada, ni hablar que suma un montón. Era algo que tenía en mente.
-¿Cuál es tu idea para el futuro inmediato?
-Todavía no nos sentamos a hablar. Ni con Marcelo Jiménez ni con nadie del club. Todavía no voy a tomar ninguna decisión porque estoy esperando que avance la Liga Nacional y ver si hay algún equipo interesado. Tengo entendido que sí, pero hay que ver si me van a tener en cuenta, si la propuesta es sólida. De lo contrario, no descarto la posibilidad de jugar por el ascenso en Quilmes. De sólo pensarlo, me emociona ese lindo desafío. Por cualquiera de las dos opciones, descarté irme a jugar a otras ligas de Sudamérica, porque después te liberan tarde y llegás con la pretemporada ya iniciada. Yo quiero estar desde el día uno y decidí quedarme a entrenar de manera individual en Once Unidos. Soy optimista por naturaleza y sé que alguna oferta voy a tener.
-¿Estar solo y lejos de cada te hizo madurar más rápido?
-Tal vez no te das cuenta en el día a día. Pero cuando volvés, es como que te notás más maduro. Creo que es algo normal. Yo ya me había ido antes de cumplir 20 años a La Banda, para jugar en Ciclista Olímpico. Pero estaba en Argentina. En Suiza era otra cosa. Estar con uno mismo y tan lejos, te hace crecer. Tomé la decisión priorizando lo económico, porque jugar en Neuchtel y en la selección de Suiza era bastante más dinero que jugar en la LEB Oro o la LEB Plata de España, donde también había tenido ofrecimientos, y el nivel basquetbolístico era mejor. En definitiva, por una cosa o por otra, todo sirve.
-Hablabas de tomar decisiones. Te apoyás en la experiencia que puede brindarte tu padre, Esteban De la Fuente, o decidís según tu parecer?
-Él siempre me ha podido dar su opinión. Desde un lado constructivo y sin invadir. Cuando puedo, lo consulto porque él vivió el mismo camino que hoy estoy transitando. Lo busco como una guía, una ayuda, que además es mi padre. Sirve un montón. Cuando yo era más chico, me costaba más entenderlo, ahora él también entiende cómo van cambiando las cosas, cómo se transformó el deporte. En ese sentido, tengo una ventaja enorme porque mi padre fue un gran jugador, tiene muchísima experiencia y la comparte conmigo.
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