Trabajada a partir del teatro de máscaras, la obra “Juegos imperiales” subirá a escena hoy a las 20 en la sala Melany (San Luis 1750), con entrada a la gorra. Será la última oportunidad de ver este espectáculo durante el verano. Con dirección de Joaquín Baldín, la pieza que está dirigida a toda la familia plantea un enfrentamiento entre el señor Ha y el señor Be, a través de un partido de ajedrez.

“El partido se presume eterno y se dirime quién tiene derecho a vivir y quién no. Ellos representan el poder mundial: el armamentismo, la violencia de las guerras, en definitiva representan internamente lo peor de la humanidad”, explicó Baldín a LA CAPITAL.

Militante de la paz, este platense radicado en Mar del Plata desde 1972 atesora una enorme trayectoria: es el fundador de la primera Escuela de Circo Urbano de Mar del Plata, un proyecto que quiere reflotar. Llevó su arte a España, donde vivió casi diez años. Desde allí se proyectó a Alemania, Holanda y Portugal. Antes, en Argentina pasó por la rica escuela de circo criollo de los hermanos Videla. Fruto de todos esos baúles en los que guarda ideas y personajes, es esta obra.

“El hecho de trabajar teatro de máscaras es la consecuencia o la síntesis de todas las técnicas que he desarrollado y he aprendido a lo largo de treinta y cinco años de trabajo -contó-. Las máscaras representan en escena la globalidad del trabajo corporal, las máscaras son la gestualidad corporal que permiten encontrar la síntesis escénica para el desarrollo dramático que proponemos en escena”.

Y en concreto, detalló que “las máscaras expresivas eran una deuda pendiente” que tenía con su trabajo. “Había trabajado máscaras en comedia del arte, había trabajado y elaborado muchos personajes recurriendo a la máscara neutra, había trabajado mucho con máscaras larvarias, pero nunca había representado un espectáculo con máscaras expresivas, al menos de esta calidad”, dijo en relación a las que expone en “Juegos imperiales”, obra en la que también actúan Emanuel Baldín Soria y Jurij Maletich, además del propio Sr. Plop, tal como se llama el personaje que construyó Joaquín.

– ¿Cómo nace esta obra?

– Desde siempre elegí para mis trabajos temas universales, puntualmente fui y soy un militante por la paz desde hace muchos años, por ejemplo en mis años de vivir en España trabajé en la primera línea de la Plataforma Cultura Contra la Guerra, entre otras plataformas sociales y culturales. Siempre quise hacer una obra que tocara este tema y ya en la década del ‘90 había hecho algún sketch, con esta temática pero solamente de mimo clásico, sin grandes pretensiones… Pero aquellos nudos escénicos me habían quedado guardados, porque siempre supe que lo iba a desarrollar y aquellas ideas iban a ser una obra de teatro. Tengo en mis baúles guardados muchas ideas y muchos esquemas a los cuales siempre vuelvo, porque eso lo aprendí de Chaplin: Una idea jamás se abandona, hay que dejarla, el tiempo dirá si se puede o no representar.

– ¿Cómo te definís, clown, payaso, mimo, artista de circo, actor?

– A medida que pasan los años es difícil encontrar una definición porque pertenezco a la vieja escuela de los artistas que nos formábamos con todas las técnicas de representación posibles. Yo estudié teatro, mimo, circo, máscaras, fui acróbata, fui trapecista trabajé desde la danza. Tengo una formación multidisciplinaria, que no me permite decir ‘soy tal cosa’, porque siempre recurro a esta formación multifacética para la representación de lo que la obra me permita representar en escena. Luego de mucho tiempo de investigación me defino por una de las técnicas pero nunca es una, siempre son varias. Me puedo definir de corazón y por prepotencia de trabajo como mimo porque engloba todas las artes. Me puedo definir de corazón como payaso porque para mí ser payaso implica ser algo más que un actor. En la vida actoral me puedo definir como actor ecléctico.

– ¿Qué recordás de tu experiencia como creador de la Escuela de Circo Urbano de Mar del Plata?

– En forma paralela a mi trabajo profesional como mimo y actor, estudié durante muchos años en la Escuela de Circo Criollo de los hermanos Videla, fue allí que desarrollé la sistematización de la enseñanza de las artes circenses y cuando comencé a terminar esa etapa de formación en el año 1995 siempre supe que había que dar un salto y ampliar aquella experiencia genial, con profundas raíces criollas a una experiencia que aglutinara las artes urbanas y más representativas para las nuevas generaciones. Entonces presenté aquí en el Ente de Cultura y que por aquellos años estaban Nino Ramella y Julio Benítez, un proyecto de creación del Taller Primera Escuela de Circo Urbano, en donde enseñábamos las artes propias del circo, acrobacia técnicas aéreas, malabares, pero también enseñamos música artesanal, danza y actuación. Un proyecto adoptado y declarado de interés municipal e iniciático, aquí en la ciudad. Uno lleva la alegría de haber entregado a la ciudad la primera experiencia de enseñanza circense, de esta experiencia surgieron muchos y muy buenos artistas, que hoy siguen en carrera, aquí, en Buenos Aires y en Europa. En la actualidad esta replicado en Costa Rica, en España y en algunas provincias argentinas. Es un trabajo que sigue vivo y pronto lo pondremos nuevamente en funcionamiento en la ciudad. La gente y los ex alumnos lo recuerdan con mucho amor. Hubo varios espectáculos surgidos de la Escuela que fueron premiados: Laberintus Circus y Charivari Circus Plop.