Isabel Allende regresa con “Largo pétalo de mar”
por Sebastián Jorgi
Un soldadito con un agujero de bala en el pecho. Lo dan por muerto. Interviene Víctor Dalmau, con tres años de Medicina, interrumpida carrera. De la ambulancia, había pasado al hospital de campaña instalado en las cuevas Teruel, donde los médicos operaban de prisa, tratando de “remendar” a los que tuvieran miras de sobrevivir, siempre que no se mueran en el trayecto. Nieve y frío, Vìctor proporcionaba aspirina, simplemente, a los soldados heridos, con la mentira piadosa de que se trataba de “una portentosa droga americana”. El cuadro ya se lo está mentando el lector: la cruenta Guerra Civil Española.
A todo este comienzo, muy importante es decir que cada capítulo –la mayoría de ellos—tiene acápites del poeta Pablo Neruda, quien, en instancias reales durante la contienda civil, logró hacer trasladar miles de españoles a Francia, atravesando los montes Pirineos. Un homenaje al poeta de Residencia en la tierra.
El cuadro de personajes se va ensanchando : aparece Elzabeth en Teruel, una novia que Víctor había tenido, irrumpe en racconto el padre de Víctor, el profesor de música Santiago Dalmau. A su vez conoce a una niña, Roser, que sufre vicisitudes en un campesinado, años de infancia duros. Hábil nuestra narradora Isabel Allende en armar situaciones de narratio con cajas chinas, surge un tramo poético (otra de sus imaginerías), de manera que Roser se convertirá en una de las alumnas más adelantadas del profesor Dalmau (padre de Víctor).
Otro acierto es la sucesión cronológica, casi documental, de los sucesos históricos, capítulos-años, cuyo ensamble con el acontecer novelístico da a las claras que estamos hablando de una inteligente y sutil narradora. De tal forma que el lector no se pierda, en este cerco novelístico urdido con mano y mente sopesadamente llevadas a la página en blanco.
Como para ilustrar al lector, Largo pétalo de mar está estructurada en tres pares: 1.Guera y éxodo, 2.Exilio, amores y desencuentros y 3.Retornos y raíces. Se imaginará el lector que no le voy a seguir contándole el argumentoo de esta—para mí, excelente novela de Isabel–, pues mi “traducción” será limitada ante el trabajo enorme de investigación, primero, la inserción de voces y diálogos, todo adecuadamente.
Como un epílogo bibliográfico, les cuento que aquellos españoles que vinieron el Winnipeg, recalaron en Chile, ese “Largo pétalo de mar” y que la historia de amor entre Roser y Víctor continuarà hasta el Pinochetazo, cuando 1.800 chilenos se tomaron “el espiro” de la tierra hermana, en otro de los exilios más patéticos de nuestra controvertida América Latina.
El oficio maestro de Isabel Allende va acompañado de tinta sangre del corazón.
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