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Opinión 8 de septiembre de 2017

Inclusión escolar ¿utopía o posibilidad?

por Mirta Petrollini

El debate por el cambio de curso de un niño con Síndrome de Asperger muestra dolorosamente las falencias en la inclusión escolar. Si bien la ley brinda el derecho a la educación a niños con discapacidad, esto no se está logrando en la actualidad. Además hay que tener en cuenta que la Argentina adhiere a la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, cuyo artículo 24 sostiene el derecho a la educación y para que este derecho sea efectivo también los sistemas educativos han de ser inclusivos, al igual que la comunidad.

La inclusión requiere de un esfuerzo y coordinación conjunto del sistema educativo (escuela, equipos de orientación escolar, docentes, maestros de integración) del equipo médico y terapéutico y de la familia. Son tres ejes sobre los cuales se planifican los objetivos, se evalúan las posibilidades del niño y se revisan los cambios necesarios para su desarrollo. Por lo tanto, es imprescindible la comunicación, la coordinación y los objetivos a largo plazo con todos los involucrados en la vida del niño.

Para que este trabajo sea posible se han de conocer adecuadamente las características que tiene el Síndrome de Asperger, el cual es una forma leve de autismo de alto funcionamiento que presenta dificultades en: interacción social, conductas repetitivas y rigidez en las rutinas.

En este síndrome la referencia al alto funcionamiento significa que: no tienen retraso ni en la adquisición del lenguaje ni en su capacidad intelectual. Se destacan por sus habilidades matemáticas y su memoria. Es un trastorno neurobiológico en el cual, a diferencia del espectro autista, los niños intentan la interacción social pero tienen dificultades en la comunicación. Les cuesta comprender chistes y subtextos, no perciben los indicadores sociales, tampoco decodifican el lenguaje corporal o, lo que las otras personas piensan, con el agregado de hipersensibilidad sensorial.

El Síndrome de Asperger integra la categoría de los trastornos del desarrollo llamados Trastornos de espectro autista (TEA) que también incluye el Trastorno generalizado del desarrollo, Trastorno desintegrativo infantil y Trastorno de Rett, todos ellos con diferente grado de restricción.

En estos estos casos el diagnóstico precoz es de suma importancia porque facilita el desarrollo de su potencial y prepara al niño con herramientas para la interacción social. Se estima que dos de cada 10.000 niños padecen este trastorno y, los varones tienen de tres a cuatro veces más posibilidades de sufrirlo.
Recomendaciones para la inclusión escolar

Cuando un niño que presenta las problemáticas relacionados con el autismo ingresa a la escuela, seguramente tanto su familia como el niño han realizado un largo recorrido que incluye médicos, psicólogos, búsqueda de información, etc. Una vez en la escuela comienza otro camino que incluirá más integrantes. Entre ellos, es fundamental la presencia de un maestro integrador o acompañante terapéutico para que facilite su desarrollo social y tolerancia a la frustración. Al mismo tiempo no estará solo en los recreos donde se encuentran las mayores posibilidades que sea objeto de bullying.

Es importante entonces que la escuela promueva reuniones informativas al grupo de padres sobre las características del síndrome. En el aula se trabaje con los compañeros y se planifique y adapte la currícula al proceso educativo del niño.

En relación al equipo médico y terapéutico es necesario que comunique y reevalúe los objetivos tanto entre sus integrantes como con la escuela y la familia.

Finalmente, es importante que la familia se comunique con los médicos, terapeutas y acompañantes de su hijo y, por supuesto con la institución escolar.

La inclusión escolar es un trabajo de comunicación, planificación, reevaluación y, trabajo conjunto, que requiere de tiempo, esfuerzo y voluntad de diálogo. No lo puede lograr una sola de las partes, son necesarias la comunidad educativa, el equipo médico y terapéutico y, el grupo familiar.

Se trata de la construcción de un lugar posible para un niño con características específicas. Es un entramado familiar, grupal y social. Si tomamos la palabra utopía como un “lugar que no existe” por qué no apostar a la creación de este lugar en lugar de separar? Tal como dice Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte.

Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

(*): Licenciada. Psicoanalista, docente y supervisora de la Institución Fernando Ulloa.