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La Ciudad 2 de julio de 2024

Impulsan medidas para mejorar la seguridad de los pacientes

Con 34 años de trayectoria, Fabián Vitolo remarca la necesidad de apuntar la formación de profesionales para prevenir accidentes. "Un 50% de los daños serían evitables con medidas de bajo costo", afirmó.

"El enemigo no es el error, sino el daño", afirmó Vitolo en diálogo con LA CAPITAL.

La seguridad del paciente y la necesidad de un cambio de paradigma en el sistema de salud para prevenir daños emergen como problemáticas centrales del sector a mejorar, asegura a LA CAPITAL Fabián Vitolo, médico con 34 años de trayectoria.

El especialista brindó una charla de capacitación a docentes de la Escuela Superior de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata, con el objetivo de incorporar en las currículas mecanismos que incentiven una mayor protección del paciente en el sistema de salud.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la seguridad del paciente se define como la ausencia de daños prevenibles en los pacientes y la reducción hasta un mínimo aceptable del riesgo de causárselos innecesariamente durante la atención.

“En todos mis años de trayectoria he visto muchas cosas que podrían haberse evitado. En todo el mundo, tanto en países desarrollados como subdesarrollados, 1 de cada 10 pacientes que ingresan a un hospital es dañado”, sostiene Vitolo, quien es director médico de Noble Seguros, líder en la provisión de servicios de gestión de riesgos, seguridad y coberturas de responsabilidad civil para profesionales de la salud, establecimientos sanitarios y financiadores del sistema.

-¿En qué momento empezó la inquietud por la seguridad del paciente?

-Hay un movimiento que nace en noviembre de 1999, cuando el Instituto de Medicina de EEUU publica un informe que se llama “Errar es humano”, que puso en el centro de escena la cantidad de muertos en ese momento y en ese país por accidentes médicos evitables. A partir de ahí, la OMS fundó la Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente, que propone medidas y desafíos mundiales para salvar a millones de personas. Si bien hay complicaciones propias de las enfermedades, un 50% de los daños serían evitables con medidas de bajo costo. No alcanza con tener los mejores profesionales. Esa es una condición necesaria, pero no suficiente.

– ¿Debe haber cambios en la currícula de los médicos para atender esta situación?

– Hay que incorporar la seguridad en todos los procesos y en la formación. Por eso dimos la charla en la Escuela Superior de Medicina. Estos temas no se hablan en la formación de grado y posgrado. Se habla de complicaciones, no de errores, y esa no es la forma de encarar la seguridad. El enemigo no es el error, es el daño. No creo que la seguridad del paciente deba ser una materia, pero si estamos estudiando clínica médica hay que pensar en los sesgos cognitivos; si estudiamos farmacología, en los problemas que generan los medicamentos de aspecto y nombre parecidos, o los de alto riesgo; si hablamos de cirugía, de la posibilidad que un paciente se prenda fuego: no hay que olvidar que se usan soluciones alcohólicas, electrobisturí y oxígeno.

– ¿Y en la práctica diaria qué mecanismos deberían implementarse?

– Hay que buscar diseños seguros: recordatorios en el punto de atención, listados de verificación, sistemas redundantes, comunicación efectiva. Por ejemplo, en la aviación, el piloto se comunica con la torre de control con toda una estructura detrás. Sin embargo, los médicos nos comunicamos de una forma muy poco estructurada.

– ¿A nivel legislativo hay herramientas?

– El médico puede tener la mejor intención, pero si está dentro de una cultura organizacional que no prioriza esto, que no invierte y, a su vez, hay una legislación que no acompaña, se complica. Por ejemplo, equiparando el error con la negligencia. Eso es un problema. Cuando te equivocás, no hay una elección de conducta. No lo elegís. Yo me equivoco porque me falta conocimiento, habilidades, porque me distraje, porque tengo un sesgo, etcétera. Pero si ese error va a ser penalizado con la pérdida de la matrícula, es muy difícil hablar del mismo.

– Comentabas algunas cifras de accidentes, ¿existen datos actualizados para hacer un diagnóstico de la problemática en Argentina?

– Esa es otra complicación que tenemos ahora porque es muy difícil aprender de esto. No hay datos nacionales actualizados; son internacionales. Argentina participó en 2010 del Estudio Iberoamericano de Eventos Adversos (Ibeas), que abordó eventos adversos en hospitales. Pasaron casi 15 años, pero estábamos en línea con el mundo: 1 de cada 10 pacientes que se instalan en hospitales es dañado por el sistema en Argentina.

– Más allá de la integridad del paciente, ¿qué otros daños colaterales genera la falta de seguridad?

– Produce muchos gastos. Hace unos años se publicó un trabajo muy interesante en el Instituto Australiano de Innovación. Y dio la cifra 60-30-10, números que todos los médicos deberían conocer. El 60% de la medicina se hace con buena evidencia, con buenas prácticas; el 30% es malgasto, prácticas que no agregan valor y que sobreutilizan tratamientos poco efectivos y no acuden a los que son más efectivos y baratos. Y un 10% es daño.
Se estima que, a nivel mundial, el 15% de lo que gasta cualquier hospital del mundo se va para tratar complicaciones que podrían haberse prevenido con menos plata.

– ¿Cuáles deberían ser las prioridades para mejorar el sistema de salud?

– Tenemos que partir de distintas premisas: mejorar la experiencia en los pacientes; cambiar el paradigma de atender enfermedades por promover salud, trabajando sobre poblaciones; y reducir el costo per cápita siendo más eficientes. A esa triple meta se le agrega una cuarta, el bienestar ocupacional de los profesionales de la salud. No podés pretender trabajar en seguridad cuando el 40% del personal está con ‘burnout’, quemado por el laburo, con precarización laboral. El bienestar ocupacional es una precondición para la seguridad del paciente.
Y la quinta meta es la equidad: tenemos una atención muy inequitativa, que depende dónde naciste o el día de la semana en el que naciste.

Bajo estas condiciones, lo que tenemos que hacer es generar un sistema para que al profesional le sea fácil hacer lo correcto.

– ¿Y cómo juega el factor humano?

– Son cuestiones que en las currículas de medicina no se enseñan o se hace poco: la comunicación, el trabajo en equipo y el aspecto humano en general. Un médico que no sabe hablar, gestionar y con pésimas relaciones interpersonales es tan peligroso como uno que no sabe mover las manos.

– ¿Se puede evitar el error?

– No, hay que trabajar intentando reducirlo al máximo, pero entendiendo que va a ocurrir. Y, cuando suceda, que haya un mecanismo para interceptar ese error y evitar el daño.



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