Por Gabriela Urrutibehety www.gabrielaurruti.blogspot.com.ar
El lector que escribe un diario lee “Informe sobre ectoplasma animal” de Roque Larraquy, un libro breve en el que las ilustraciones de Diego Ontivero ocupan buena parte del volumen.
Tres partes destinadas a dar cuenta, con el seco estilo de los informes científicos, de los casos registrados por la Sociedad de Ectografía creada por Severo Volpe en las primeras décadas del siglo XX. Las dos primeras exponen los hallazgos de los ectografistas, una especie de cazafantasmas que logran fotografíar los ectoplasmas –invisibles a los ojos- que han abandonado en este mundo los animales muertos.
La ectografía revela aquello que, en una porción de aire, se interpone, hace resistencia, no deja pasar. Perros, patos, palomas, huevos no natos que avanzan sobre los ojos: la realidad se torsiona en medio de la más absoluta normalidad. Y allí actúa la ciencia de Solve, Heiss y Rubens para mostrar y explicar, con rigurosidad discursiva, el hecho fantástico.
La tercera parte, sin abandonar el tono de las dos restantes, se centra en las dificultades económicas de Severo Volpe para mantener su sociedad, a través de las cartas que va enviando a un senador de la Liga Republicana entre el 1 y el 17 de 1930, esto es, durante el golpe de estado que, desde la ventana de su oficina, confunde con un desfile.
El científico que retrata una realidad fantástica que nadie ve, aparece desconectado de la realidad histórica, una representación de la habitual imagen del sabio distraído, que permite traer a la superficie de la lectura una ubicación histórico-geográfica y un guiño a lo social.
Mientras lee el Informe, el lector que escribe un diario piensa todo el tiempo en “Los Afanes”, de Bioy Casares, en los experimentos de Eladio Heller y la transferencia del perro Marconi al bastidor. Larraquy cambia el modo narrativo, reproduciendo un discurso propio de otro campo, lo que también funciona como llave de paso al -otra vez reminiscencias de Bioy, piensa el lector- humor fino que recorre todas las páginas.
Parte de la actividad de leer consiste en mirar las ilustraciones de Diego Ontivero que atacan desde lo geométrico, como un refuerzo del cientificismo delirante que constituye la clave de lectura del libro. Otro discurso más que se va superponiendo, como nuevas capas, jugando a una independencia que puede, también, ser ficción. Como las imágenes captadas por el procedimiento habitual: series de veintidós ectografías por segundo disparadas en automático.
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