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Interés general 17 de mayo de 2018

Investigan posible maltrato a la elefanta Pelusa

La investigación está siendo llevada adelante por Unidad Funcional de Instrucción Nº 6, en momentos se trabaja para recuperar la salud de un ejemplar que durante años sufrió la indiferencia de las autoridades municipales.

LA PLATA (Corresponsalía)- Durante décadas el zoológico platense fue víctima de la desidia y el abandono por parte de quienes ocupaban el sillón de Dardo Rocha, que dejaron arrumbar sus instalaciones y vieron cómo se deterioraba la salud de los ejemplares que allí residían, sin que se les moviera un pelo o se les cayera una idea para cambiar esa realidad.

De hecho, durante la gestión de Pablo Bruera al frente del municipio y a sólo dos semanas de las Primarias de agosto de 2015, el ex intendente utilizó un peculiar ardid como parte de la estrategia electoral y desembolsó cerca de medio millón de pesos para comprar una tigresa blanca (especie que no solamente no es autóctona, sino que además se encuentra en peligro de extinción) de siete años de edad llamada Kiara. El ejemplar exótico, oriundo del zoológico de Florencio Varela, nació en cautiverio y fue criado en el eco-parque Temaikén y por el monto que se pagó en su momento por el feroz felino, se podrían haber pagado los sueldos de ese mes de los 110 trabajadores que se ocupan de los habitantes del zoológico.

Tras muchísimo tiempo en el que el zoológico se manejó al estilo victoriano (es decir de exposición de ejemplares enjaulados para su visita sin importar los hábitats ni el lugar del que provenían) la gestión de Julio Garro lo convirtió en un ecoparque, en el que solo se exponen especies autóctonas con fines reproductivos y con la liberación como objetivos, donde también se busca reubicar las especies exóticas en “santuarios” en las que se les pueda ofrecer mejores condiciones de vida.

Es por eso, que metió mucho ruido en la región la primera denuncia por maltrato animal en la que debe actuar la recientemente constituida fiscalía para seguir estos casos, que tiene como protagonista a Pelusa, la elefanta de 52 años que habita en el ex zoo platense y en la que desde el año pasado se trabaja en la recuperación de su salud para poder trasladarla al ‘Global Sanctuary for Elephants’ en Chapada dos Guimarães (Brasil).

La denuncia tiene olor a runfla política, más que a preocupación por la salud del animal. De hecho, en los últimos meses se agrandó el hábitat del paquidermo, se remodeló el lugar en el que descansa y se trabajó en una dieta para que recuperara peso, todas acciones tendientes a mejorar sus condiciones de salud para soportar el viaje por vía terrestre a Brasil.

La denuncia está siendo investigada por la Unidad Funcional de Instrucción Nº 6, con sede en la capital provincial, a cargo del ex fiscal penal Marcelo Romero, cumplimentando la ley 14.346 de protección de los animales, tras quedar radicada en una fiscalía de la capital federal, desde la que fue remitida a La Plata.

El destino de esta querella es incierto, ya que como se señaló anteriormente el animal está bajo un estricto control de su salud para mejorar se estado general y poder llegar a el santuario en el vecino país, además de que para ello se trajo a una especialista norteamericana que vela porque así sea, lo que demuestra una genuina preocupación por parte del personal que tiene a cargo su cuidado, dirigidos por el titular del paseo y ex cuidado de la elefanta, Diego Brutti.

Pelusa 3

Pelusa

Pelusa es una elefanta asiática que llegó a La Plata con dos años de edad el 2 de diciembre de 1968, proveniente de Hamburgo, y desde entonces ha vivido en el zoo en un ambiente que no es el más apto para su desarrollo.

Este tipo de paquidermos tiene una esperanza de vida de alrededor de 70 años, por lo que su traslado podría ofrecerle un tiempo considerable viviendo en mejores condiciones junto a otros de su especie

El refugio

Fue fundado por una organización sin ánimo de lucro con sede en los Estados Unidos y cuenta con capacidad para contener a medio centenar de elefantes. Con 1100 hectáreas llenas de diferentes pasturas y cursos de agua donde beber, se presenta como una opción mucho mejor que el encierro al que puedan estar sometidos este tipo de animales. Solo para hacer una comparación, el zoo platense tiene 17 hectáreas y el hábitat de Pelusa ocupa una parte muy pequeña de todo ese espacio en el que no hay pasturas.