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Cultura 16 de mayo de 2016

“Ideas robadas al atardecer”, profundos cortes reflexivos sobre nuestros días

Díaz renegó de la academia y se internó en la actualidad para ofrecer un libro que funciona como una radiografía sociopolítica de nuestros días, sin metáforas ni vueltas de hoja. Todos los temas, abordados con inteligencia.

Por Sebastián Jorgi
“Ideas robadas al atardecer”, tal el título del libro de Esther Díaz, editado por Biblos en su Colección Filosofía, resume una humorada sobre los rigores académicos. La autora dice, entre otras cosas, “Cambié títulos, borré parrafadas teóricas, hice desaparecer las bibliografías y -habiendo pertenecido cuarenta años a la academia y festejando mi alejamiento de ella- cometí la peor fechoría: no cito. Dejé de citar. He citado durante larguísimos años. Es aburridísimo”.
Caramba, me dije, qué bueno. El libro está estructurado en cinco partes: Irreverencias, Subjetividad, Epistemológicas, Epocales, Sexualidad. Todo el libro es un paseo por la cultura, entreverando sutiles asociaciones. En el tema referido a las Alucinaciones que no siempre son ocasionadas por la drogas o patologías, trae a colación el libro Despertares de Oliver Sacks, que inspira una cinta que interpretara Robin Williams haciendo el papel de médico. También alude al autor de Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke, que “copiaba lo que le dictaba una voz exterior”, por una voz proveniente de la Nada. En este punto pensé en Rimbaud, en sus Iluminaciones.
En otro apartado, Empresa y belleza, se refiere a las empresas cosméticas y sus dos corrientes fundamentales, Helena Rubinsten y L´ Oreal de París, para apuntar la masividad cosmética del consumo internacional. En las Trampas del Humanismo, afirma que es “falocéntrico al incentivar la supremacía de lo masculino… el varón se reserva el lugar de producir cultura, guerras y economía, relegando a la mujer a funciones biológica, paridora de progenie, objeto de placer, he aquí otro aspecto del humanismo: el machismo”.
Palazo socio-existencial, me digo, sí: Esther Díaz no anda con vueltas. Lo prohibido, la moral, las transgresiones, son abordadas sin tapujos por la autora de Ideas robadas al atardecer. Otro corte de actualidad -en el apartado Saber y Violencia- reflexiona: “Los colegios constituyen uno de los engranajes de la máquina de formar niños. La institución escolar está transida de violencia y de alarmas contra ella. Hablemos entonces de violencia en la educación sistemática tratando de no perder de vista el contexto”. Y recuerda la famosa frase, “la letra con sangre entra”, refrán que se reitera desde la Antigüedad.
En Una epistemología estética, esboza una cruda opinión: “Las mujeres, junto con los locos, los desocupados, los homosexuales y otros relegados sociales, pertenecemos al sector periférico de una cultura que es patriarcal incluso en la construcción del saber: también la ciencia se maneja con consignas del género dominante. El poder masculino sobre la mujer es equiparable con la de la psiquiatría sobre los enfermos mentales, o con la de la administración biopolítica sobre la vida de la población”. Y si digo cruda, es por la verdad que depara la crítica de Esther Díaz, sin retórica. Desprovista de toda complacencia, continúa con sus inflexiones éticas, por llamarlas así, a estos palazos sobre una sociedad embalsamada en la hipocresía y en el verso mediático de la televisión.
Otro cortecito: “¿Cómo es posible que políticos, asesores y funcionarios de soluciones exprés no contemplen el desgarro social del que surge la delincuencia irremediablemente culpable (la del pobre), mientras la de guante blanco siempre cae parada? Simplemente porque colocar una cámara es más cómodo y barato que desarrollar políticas para mitigar los profundos problemas sociales de los que surge la delincuencia que no queda impune”: estamos en el apartado Araca la cana. En este mismo tramo del libro, rescato un párrafo filoso: “Lo extraño es que no se preocupe en la misma medida la seguridad laboral, o el acceso a la salud, a la vivienda, a la escolaridad hasta la identidad”.¿Todo es como era entonces? No se avizora ningún cambio. Disculpe usted estimada Esther Díaz, si me he ido por las ramas, en esta modesta aproximación a un ensayo tan profundo como el que ha escrito, un libro para leer y releer, y como decíamos cuando estudiábamos, fichar y fichar. Es que me permití prender la TV para mirar la temperatura y me encontré con un nuevo capítulo de la búsqueda del tesoro escondido, al mismo tiempo que estaba escribiendo esta nota.
El lector tropezará con otras temáticas como la de los mundiales de fútbol, o los encontronazos de barras bravas, mientras alguien perdió su vivienda por la hipoteca comprometida. Ironiza enseguida nuestra autora: “Pero somos la mejor hinchada, somos un solo equipo y nos queremos”. Y sí: el chauvinismo y la mersa populachera (ojo, no digo popular), se mezcla y mixtura con un periodismo chato y banal. Salvo excepciones.
El femicidio, una institución impensada hace años, es denunciado sin oblicuidades por la filósofa: “La maté porque era mía” y reescribe la milonga Amablemente, un modelo tanguero de machismo. El capítulo Sexualidades desbroza prejuicios, rituales de la época de Atenas, cuando el incesto estaba exento de culpa para los Dioses del Olimpo, pasa por Adonis, la obra Yerma de Lorca y va llegando a las Prostibularias de la Presidencia de Nicolás Avellaneda, con ejemplificaciones en personajes de Roberto Arlt (Los siete locos), hasta ahondar en los dogmas higienistas y criminológicos, donde aparecen nombres como José María Ramos Mejía, Luis Agote, Ramón Falcón y José Ingenieros.
Y para terminar, extraigo un párrafo: “Nos invaden imágenes eróticas televisivas, el sexo explícito surge de los medios e internet se enseñorea del porno viralizando. Proliferan las referencias sexuales en casi todos los órdenes sociales. Los adminículos virtuales mínimos permiten el acceso a imágenes morbosas para todos los gustos y edades. Estamos arrojados a una especie de polisexualismo”.
Una radiografía socio-política de nuestros días, sin metáforas ni vueltas de hoja. Del otro lado de estas placas, está el cinismo de las autoridades estatales y en buena medida, de medios que se ocupan del cholulismo chismoso y la moralina de algunos programas mal llamados periodísticos, tendenciosos e ingenuos.
Ideas robadas al atardecer es un manual didáctico para despertarnos del soliloquio televisivo y esa amnesia colectiva de allá lejos y hace tiempo. Mucho tiempo



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