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La Ciudad 10 de enero de 2021

Idas, vueltas y una decisión que no deja a todos conformes

La Nación y la Provincia buscaron que las restricciones nocturnas resintieran la temporada lo menos posible. Por eso la limitación para la costa atlántica regirá desde la 1. El intendente no cree que sea la solución adecuada, pero acatará.

Intendentes de la costa atlántica y el ministro de Producción bonaerense, Augusto Costa, tras el encuentro del viernes en el Museo Mar.

Por Ramiro Melucci

Que habrá un toque de queda sanitario. Que de momento no. Que las restricciones a la circulación y las actividades nocturnas regirán en todo el país. Que serán una recomendación y las ejecutarán los gobernadores. Que la definición se posterga hasta el martes. Que se toma ya.

Los vaivenes por las decisiones oficiales marcaron el pulso de una semana en que la preocupación por la segunda ola de Covid se instaló con fuerza en todo el país. Mar del Plata, en medio de la temporada más atípica de todas, siguió aquellas marchas y contramarchas con un nudo en la garganta. De la única forma que se contemplan las noticias que pueden surcar el destino.

La gastronomía, la hotelería, los teatros y todos los sectores vinculados a la industria turística vieron cómo las luces de la temporada parecían apagarse y volvían a titilar en cuestión de horas. Con la incertidumbre lógica del que apostó todas las fichas al mismo tiempo porque antes no pudo jugar.

El verdadero drama reside en que el declive de la situación sanitaria no es un invento de nadie: el rebrote de coronavirus es una realidad tan palpable como la necesidad de reactivación económica.

Tras acordar que la solución pasaba por una limitación horaria para la circulación y las actividades nocturnas, Alberto Fernández y Axel Kicillof buscaron que la temporada se resintiera lo menos posible. De allí que la restricción que se adoptó y comenzará a regir mañana será a partir de la 1, dos horas después de la que se había pensado en un principio. Cuestionamientos habrá, pero no en la dimensión que hubiera implicado un corte a las once de la noche.

La decisión del Gobierno de dar a los gobernadores la facultad de determinar las restricciones, con su correlato en la ronda de consultas que abrió Kicillof con los intendentes antes de anunciar las medidas, generó otra interpretación. La que señalaba la intención de compartir los costos políticos. De allí que, apenas salió el viernes del encuentro en el Museo Mar con el gobernador y los intendentes de la costa atlántica, Guillermo Montenegro apuntó que la definición no pasaba por los municipios.

Al olfatear la limitación nocturna, agregó que el cambio de horario no sería la solución para las fiestas clandestinas, que sigue identificando como el inconveniente primordial del verano. También tomó distancia al sostener que “las decisiones siempre se acatan, por más que uno esté de acuerdo o no”.

 

Guillermo Montenegro, al salir raudamente del Museo Mar. Tomó distancia de las restricciones nocturnas.

Guillermo Montenegro, al salir raudamente del Museo Mar. Tomó distancia de las restricciones nocturnas.

 

Aunque el incremento de contagios afecta a todo el país, Fernández y Kicillof dejaron Chapadmalal tras el brindis de Año Nuevo y la promulgación de la ley de movilidad jubilatoria junto a Fernanda Raverta con la certeza de que la costa atlántica merecía un cuidado especial. En ese aspecto, a lo largo de la semana quedaron en claro al menos tres intenciones del Gobierno. La de garantizar la continuidad de la temporada, la de ubicar a Mar del Plata como símbolo del incremento de contagios (“los casos aumentan de modo más que preocupante”, machacó el Presidente) y la de resaltar el trabajo de un intendente del Frente de Todos por encima del de otros ajenos.

Parte de la tarea quedó a cargo del ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens. Mientras Kicillof se reunía con los jefes comunales en San Bernardo, el funcionario aseguraba que no estaba pensado suspender la temporada y destacaba la decisión de Gustavo Barrera, de Villa Gesell, de cerrar la playa de noche para evitar fiestas clandestinas. Volvió a deslizar ese elogio en la Casa Rosada, después de que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, adelantara que Mar del Plata y Pinamar cumplían los parámetros sanitarios para ensayar las restricciones nocturnas. Sin dar nombres, Lammens recordó que en los lugares donde ya se tomaron algunas medidas en esa dirección no se habían visto las imágenes de aglomeraciones que trascendían en otros destinos turísticos.

Nada en política es gratis. Con Fernández y Kicillof en Mar del Plata, Montenegro avisó que eran pocas las vacunas que le habían entregado al distrito. Y de verdad no es fácil entender por qué a los pueblos del interior bonaerense ha llegado la misma cantidad de dosis que a los hospitales de un distrito que debe atender la demanda de toda una región. La radical Marianela Romero, que responde al diputado Maximiliano Abad, tradujo la inquietud en un pedido de informes en el Concejo Deliberante. Allí aseguró que con las 900 dosis podría inmunizarse a menos del 5% del personal sanitario de la región. Zona Sanitaria aclaró de entrada que esta primera partida solo estaba destinada a los intensivistas y que se esperaba una remesa “mucho más amplia” en la próxima distribución. Aun así no se aprecia en el reparto un apego a las proporciones.

 

El Gobierno puso a Mar del Plata como símbolo del incremento de contagios y resaltó el trabajo del intendente de Villa Gesell, del Frente de Todos. 

 

Hay otras definiciones de la Provincia que tampoco pondrían de buen humor a las autoridades locales. Ratificó una vez más la vigencia del sistema de fases, que para Montenegro ya cayó en desuso, y pidió que cesaran los reclamos para solucionar la clandestinidad por la vía de una mayor apertura a los eventos legales. Era lo que venía solicitando el gobierno local. En un apartado del encuentro en San Bernardo con Kicillof, el jefe comunal aceptó que no era el momento de insistir con esos pedidos. El cambio de línea lo reflejó el coordinador de Gabinete, Alejandro Rabinovich. “Hay que desactivar la clandestinidad a partir de la legalidad”, reclamó a fin de año. “Hay que redoblar los esfuerzos en conjunto con la Provincia y la Justicia”, viró la semana pasada.

El discurso oficial siempre hizo hincapié en que las actividades autorizadas tienen protocolo, y que por eso el contagio es menos probable que en un evento clandestino. Como concepto general es válido, pero negar las excepciones es no ver la realidad: las imágenes de jóvenes bailando sin respetar ninguna medida preventiva son un testimonio irrefutable de cómo los protocolos suelen vulnerarse.

Con todo lo que sucedió después, mencionar la cita de San Bernardo parece remitir a un pasado lejano. Tras ese encuentro los intendentes de la costa atlántica anunciaron que no se dispondrían nuevas restricciones y se reforzarían los controles. Pasaron solo cinco días. El giro fue notorio. Pero siempre quedará el argumento de que la crisis del coronavirus tiene una dinámica como ninguna otra.

 



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