“Hoy somos un país mediocre: hay una larga cultura de corrupción, ineficiencia y superstición ideológica”
El destacado periodista y escritor Jorge Fernández Díaz vuelve a contar las experiencias de Remil, el héroe infame del siglo XXI que cautivó a los lectores con la corrupción reflejada en El Puñal. En esta oportunidad, de la mano de La Herida, el controvertido personaje transitará pasillos oscuros que van desde el Vaticano hasta la Patagonia.
por Julia Van Gool
@juliavangool
Jorge Fernández Díaz hace referencia a la célebre frase que Mario Vargas Llosa pone en boca del protagonista de “Conversación en la Catedral”, “¿En qué momento se jodió Perú?” al asegurar que sus novelas policiales, que reflejan historias tan crueles como peligrosas, dan cuenta de la realidad nacional. De esta manera supone que el amargo interrogante debería reformularse: “¿En qué momento se jodió Argentina?”, pregunta.
“Nosotros tenemos un problema cultural muy grande. La pregunta de cuándo se jodió Argentina es toda una discusión y nos desviaríamos del tema, sólo digo que en el ’72 nosotros teníamos 2% de pobreza y hoy tenemos 30%. Hoy es un país mediocre. Hay una larga cultura de corrupción, ineficiencia y de supersticiones ideológicas que nos han hundido en la decadencia”, aclara el periodista y escritor.
Tras el éxito de El Puñal, Fernández Díaz vuelve a la carga con La Herida, un thriller político dentro una novela policial que inicia con la misteriosa desaparición de una monja.
Así, vuelve a aparecer Remil, ese agente y héroe infame que ha logrado resignificar la idea de que en el barro pelean los “buenos” contra los “malos”.
– ¿Es la realidad argentina una fuente inagotable de inspiración para novelas como La Herida?
– Es completamente inagotable. Trabajo desde hace 35 años en el periodismo y he visto mucho -a veces pienso que he visto demasiado- sobre la política, el poder y todas estas cosas que tratan precisamente las novelas de Remil. Yo realmente creo que los periodistas podemos publicar muy poco en comparación a lo que sabemos porque el resto de las cosas no las podemos probar por lo tanto no pueden ser publicadas, pero eso no quiere decir que con la ficción no se pueda contar. Esa es una gran paradoja; que el gran género de la verdad, que es el periodismo, no pueda contarla y necesite la literatura. Yo considero a la novela negra, la gran novela sociológica de nuestro tiempo por lo tanto la gran novela política y periodística, pero también necesité a la literatura en otras obras. Muchas veces para contar la vida privada me fue necesaria la literatura porque la gente no te cuenta la vida privada y, en muchos casos, no la podés contar con nombre y apellido.
“Trabajo como cronista de lo que veo, para eso había
que crear un héroe incorrecto”
– ¿En qué rol se siente más cómodo: como periodista o como escritor?
– Para mí, ahora, es lo mismo. Durante muchos años, recuerdo que empecé con la idea de ser escritor a los 12 y a los 19 me encontré con la vocación de periodista, ambos roles compitieron intensamente como si fueran la mujer y la amante. Compitieron por mi tiempo, por mi exclusividad; se pelearon mucho, sufrí mucho esa pelea porque estaba desdoblado, era dos personas al mismo tiempo. Fue difícil, pero el camino comenzó a allanarse cuando escribí una novela sobre mi madre, hace 18 años, que se llamaba Mamá y ahí me di cuenta de que las dos cosas podían unirse y que ambos oficios se iban a beneficiar. La literatura de la experiencia que me había dado el periodismo y el periodismo, de la técnica narrativa. Igual creo que cada vez soy más escritor en todos los formatos.
– En sus libros, ¿busca desnudar la existencia de un “poder real” y un “poder aparente”?
– Las novelas de Remil desnudan varias cosas. Desnudan el poder, desnudan la política, desnudan el amor, en el sentido de que rompen los discursos bien pensantes en los que nos movemos. Rompen los discursos políticos, mediáticos e incluso los discursos mediáticos sobre el amor, sobre la política. Estas novelas tienen un comienzo para mí, que es cuando yo tenía 12 años, hijo de inmigrantes y fascinado con las novelas de aventuras y el cine de súper acción en el que yo veía a directores como Alfred Hitchcock, grandes maestros de la narración popular, que tenían una aguda formación y que todas sus películas eran, a la vez de grandes aventuras, frescos humanos y sociales. Eso siempre estuvo en mí por eso estas novelas son novelas de intriga y aventura al mismo tiempo que frescos políticos y humanos sobre el presente. Yo trabajo como cronista de lo que veo, para eso había que crear un héroe incorrecto.
– Exacto. Remil está lejos de ser el clásico protagonista “bueno” de las novelas negras que busca investigar la verdad.
– Históricamente no hubo nunca, hasta hoy, un protagonista de novela negra como fenómeno editorial, tengo ese enorme privilegio dado por los lectores. Borges ya dijo en el ’33 que el argentino veía a la policía como una mafia, por lo tanto el detective “bueno” no era verosímil. Y eso con los años se profundizó por múltiples causas económicas, políticas y mafiosas. De manera que tenía que crear un personaje que fuera políticamente incorrecto y que no fuera una pelea como las viejas de “buenos” contra “malos”, sino de “malos” contra “peores”. Entonces había que crear un canalla, como dijeron en un artículo del diario (español) El País: había que crear “un espía infame pero adorado”. Es decir, crear a alguien a quien leés con cierta perturbación porque es alguien capaz de cualquier cosa, alguien que trabaja como matón de Estado, como resolvedor de entuertos políticos, pero a la vez alguien con quien podés llegar a sentir empatía, lo que es perturbador.
– ¿Cómo fue buscar sorprender con ese personaje por segunda vez?
– Fue un gran desafío hacerlo por segunda vez. El Puñal fue un “one shot” (un solo libro), no se sabía que era una serie. Al hacerlo por segunda vez es mucho más difícil, sobre todo porque yo no quería hacer un El Puñal 2, no quería repetir lo que había tenido tanto éxito, por lo que había que crear algo que fuera la misma saga, pero completamente distinta. Remil es un héroe infame, un héroe del siglo XXI y que es mucho más verosímil tomar partido, de manera perturbadora, con alguien a quien no invitarías a cenar. Aunque yo, aclaro, lo invitaría a cenar y muchos lectores, sobre todo en España, me han dicho que algunas mujeres se enamoran de Remil y los hombres quisieran ir a tomar una copa con él y tener su teléfono por si alguna vez se pone difícil la cosa (risas).
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