Historias de Barrio: Pinchazos
Una historia sobre esos "regalos" que te da el tiempo y que la protagonista no sabe cómo ocultar.
Por Enriqueta Barrio (*)
Noté al vuelo la reacción del nene, casi como un acto reflejo. Un pinchazo inesperado le hizo retirar la cabeza, frotarse la mejilla con su manita sucia y fruncir el ceño con cierto asco y espanto. La mamá intentó cubrirlo:
-¿Te dio electricidad? Jajajajajaa, no es nada, mi amor, ¡eso suele pasar! A mí me pasa cada vez que voy a abrir la puerta del auto, no pasa nada…
El chico, sin dejar de frotarse la mejilla, salió corriendo a jugar, no sin antes dirigirme una mirada fulminante: él y yo sabíamos perfectamente que no había sido “electricidad”. Lo había pinchado con uno de esos pelos que me habían empezado a salir en la barbilla.
Él, caballerosamente a pesar de su corta edad, disimuló la realidad, y yo, por supuesto, me hice la tonta. Qué iba a hacer, a decir “Noo, fue uno de esos pelos que vienen con la menopausia, blancos y duros como alambres, que generalmente descubro cuando es tarde, a plena luz del día; y la pinza está a tres kilómetros en un cajón del baño, junto al espejito de aumento…”
No. Otra de las situaciones a disimular. Como cuando me duele la cintura después de estar parada haciendo milanesas, como cuando me miro al espejo y me desconozco. Es un lindo detalle de Quienquieraquesea el agregarnos a la vejez esos decorativos pelos en la pera.
Sobre todo acompañándolos con una presbicia oportuna que complica su detección temprana y de un ligero temblor de manos al sostener el espejo. El verano pasado, cuando me puse a charlar con la vieja de la vuelta, no podía concentrarme en el diálogo porque me obsesionaban los vellos en cantidad que tenía en la barbilla, el bigote y la papada. ¿Nadie de su entorno podía avisparla, decirle, evitar que esa ya casi barba candado se impusiera en su cara? ¿Tan solos estamos en la vida?
Y ahora aquí estoy, con esta estúpida sonrisa, tocándome disimuladamente para descubrir el aguijón, mientras desde el tobogán el pibito me mira de soslayo, pensando seguramente “Esta vieja barbuda me pinchó, ¿no tiene a nadie que le diga que tiene pelos en la cara?”
Qué borrego de porquería, ojalá no me lo cruce más. Y no me digan frívola, son cosas que pasan y de las jodidas. Otro lindo detalle del de arriba: hacer que te des cuenta que eras joven cuando ya no lo sos. Lo que se dice un tipo macanudo.
(*) En Facebook: Enriqueta Barrio Escritora, [email protected] y en Instagram @soylaqueta.
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