Las razones del tenista marplatense Horacio Zeballos para su gran presente en el circuito.
Por Marcelo Solari
Más allá de aquella inolvidable final que le ganó a Rafael Nadal en Viña del Mar 2013, por diferentes cuestiones, incluidas las tenísticas, el año 2016 bien podría definirse como el mejor en la carrera del marplatense Horacio Zeballos.
Ganó dos títulos en los Challengers de Poprad (Eslovaquia) y Bastad (Suecia), tuvo una gran actuación con triunfos resonantes en el Masters 1000 de Miami, y ratificó su fama de excelente doblista con otros cuatro títulos en esa especialidad: en el Challenger de Bucaramanga (Colombia) y en los ATP 250 de San Pablo (Brasil), Gstaad (Suiza) y Atlanta (Estados Unidos).
Pero por sobre todo, en abril fue padre por primera vez. Y el nacimiento de Emma tuvo la virtud de cerrar el perfecto círculo afectivo del zurdo formado en el Edison Lawn Tenis. Y con ello, la tranquilidad espiritual y la madurez necesarias.
Claro que la alta exigencia del Circuito internacional apenas da respiro. Después de 10 semanas de gira, un breve paréntesis para “cargar pilas”, una visita relámpago a la ciudad y otra vez al ruedo. A entrenar para preparar el US Open. En esa apretada agenda, entre visitas a familiares y amigos, se hizo un hueco para un extenso diálogo con LA CAPITAL.
“Desde diciembre del año pasado que no venía a Mar del Plata. Lo necesitaba. Quería que mis abuelos conocieran a su bisnieta. Quería venir a ver mis padres. Siempre que puedo, me encanta volver a mi ciudad”, expresó Zeballos en el comienzo de la charla.
– Acaso haberle ganado a Rafael Nadal y en una final no se compara con nada y 2013 fue buenísimo para vos. Pero por continuidad y regularidad ¿podría decirse que éste es tu mejor año?
– Ahora estoy contento porque logré ganar varios partidos contra jugadores que ya están establecidos, como (Guillermo) García López, (Fernando) Verdasco o (Alexandr) Dolgopolov. Entonces siento que mi nivel de tenis está bastante parejo y no solamente considero que es un año tenístico muy bueno, sino también personalmente. Tener la posibilidad de viajar con mi esposa y con mi hija, estar disfrutando de una gira de casi siete semanas con ellas, pasarla bien y haber jugado y que también me haya ido bien es como completar el círculo. Estoy muy contento con el año hasta el día de hoy.
– Si es que hay una explicación para que hayas subido a otro nivel, ¿pasa un poco por ahí? ¿Por la situación personal-familiar tuya?
– Sí, creo que eso me ayudó a madurar. Y a darme cuenta de que hay cosas mucho más importantes que un punto, un match-point o un partido. Hoy en día, mi prioridad es mi familia por sobre el tenis y eso hace que también me haya sacado un poco de presión. Obviamente que el tenis es mi trabajo, lo amo, y juego con ganas, compito y disfruto de esa adrenalina. Pero no es la prioridad. Y eso me hace bien.
– ¿Desde lo tenístico cambiaste algo que te haya permitido esta evolución?
– No siento que haya cambiado grandes cosas. Es cierto que haberle ganado a Nadal fue el triunfo más importante de mi carrera. Ahí, tenísticamente estuve cerca de los 10 puntos, de lo contrario no hubiera podido ganarle a un jugador de esa talla. Creo que mis tiros estaban. Siempre me sentí con buenas armas pero tal vez me faltaba un poco más de estabilidad emocional y mental. Me parece que ahora, a los 31 años, la estoy logrando un poco más.
– ¿Y tal vez tienen más valor estos logros por haber llegado en el post-30?
– Por suerte en la actualidad se extendió mucho la carrera de los tenistas. Físicamente estamos mucho mejor ahora que hace 10 o 15 años, cuando se le daba más importancia a lo tenístico. Hoy son todos atletas, todas máquinas de correr y aguantar. Se pudo ver en los Juegos Olímpicos, con muchos partidos muy físicos, terribles, largos y con altas temperaturas. Si estás bien preparado, podés sobrellevar por más años tu carrera. Nosotros también le estamos dando mucha importancia también a eso. Pero me parece que lo más importante pasa por no tomarme tan a pecho si gano o si pierdo, disfrutar más de la familia, de este momento que estoy pasando. Así lo siento hoy.
– ¿Estaba previsto este paréntesis justo ahora o la contractura en el cuello sufrida en Los Cabos te hizo cambiar de planes?
– No, estaba planificado así. Venía de hacer una gira larga, de 10 semanas entre Europa, Estados Unidos y México, y estaba en los papeles parar dos semanitas, entrenar y después ir directo al US Open.
– ¿No te puede perjudicar haber frenado justo en un muy buen momento para después ir directo a una exigencia tan alta como un Grand Slam?
– No, porque ya estamos acostumbrados. No va a ser la primera vez que vaya directo a un torneo de Grand Slam. Vengo con competencia, bien entrenado y creo que el descanso es muy importante, fundamental en nuestras carreras. Después de diez semanas y muchos partidos, porque por suerte me fue bien en singles y en dobles, tenía que parar un poco para tomar impulso otra vez.
– Hace un par de años habías dicho que tenías decidido afrontar cada partido y cada torneo sin pensar en absoluto en el ranking porque así te ibas a sacar presión. Ahora que parece que lograste establecerte, ¿el objetivo sigue siendo ir paso a paso sin fijarse metas numéricas?
– Sí, totalmente. Ahora volví a mi entrenador de los comienzos, Alejandro Lombardo, y cuando nos sentamos a hablar, le pregunté cuál iba a ser la meta para los próximos meses y a qué ranking apuntar. Y me dijo enseguida que, en mi situación, con mi familia, no tenía que pensar tanto en eso, sino en ir semana a semana y disfrutando cada partido. Cuanto más partidos se puedan ganar, el mejor ranking va a llegar solo. Ese tiene que ser el objetivo. Siempre a corto plazo. Toda esa presión de tener que sumar tantos puntos o ver si se puede entrar directo en un determinado torneo, es una etapa superada. Ya pasó. Ya lo vivimos. En algún momento nos hizo bien y otro momento, no tanto.
– ¿Qué tan diferente es ser un jugador consolidado de torneos ATP con respecto a un jugador de Challengers?
– Ya no lo es tanto. Las cosas cambiaron muchísimo. En todos los Challengers hay tres o cuatro Top-100. No te los cruzás en las primeras dos rondas, pero por ahí te toca enfrentar a un Top-200. Y esos jugadores han mejorado mucho, tienen alto nivel. Me ha tocado ganar y perder contra esa clase de jugadores. El nivel se ha emparejado un montón. En donde más se nota la diferencia es en el monto de los premios. Porque ni siquiera en los puntos hay tanta diferencia. Llegar a la semifinal de un ATP 250 por ahí es más difícil, por la calidad de los rivales, que ganar un Challenger, y sumás 90 puntos en los dos casos.
– ¿Y en la organización de los torneos no se nota esa diferencia?
– Sí, un poco. Pero hoy en día la misma ATP está muy exigente con la organización de los Challengers y por suerte se ha mejorado bastante este año y se espera que para el año que viene se mejore aún más, porque hay muchos jugadores con buen ranking que juegan Challengers.
– La pregunta apuntaba al Challenger de Sarasota, porque vos habías expresado reclamos a la organización…
– Sí, en Estados Unidos son especiales. Tienen muchos torneos pero es como que los organizan para que no vayan tantos extranjeros. Los hacen sin hospitalidad. Por ejemplo, ponen el hotel oficial pero vos tenés que pagar la tarifa de la habitación. Entonces, si hay un torneo sin hospitalidad en Estados Unidos y otro con hospitalidad en Francia, te vas a jugar a Europa. En ese torneo jugaron 7 u 8 Top-100 y había cosas que no estaban bien. La comida era escasa y sin variedad, no había una sala de jugadores adecuada para los 40 grados de temperatura, las bebidas estaban calientes, no había hielo. Lamentablemente, la organización no estaba a la altura de la calidad de jugadores que tenía ese torneo.
– ¿También se quejaron otros jugadores?
– Sí, porque todos vemos que pasa lo mismo. Cuando el torneo está bueno, siempre lo decimos, pero para mejorar, hay que decir las cosas que están mal. Yo iba seguido a ese torneo y me había quejado los dos años anteriores ante los organizadores y no vi ninguna mejoría. Entonces lo publiqué en las redes sociales a ver si tenía un poco más de éxito y los responsables del torneo tomaban conciencia. No sé, por ejemplo, en ese Challenger el encordado de cada raqueta lo cobraban 22 dólares. Y en un Grand Slam, que los premios son de cuatro a diez veces mayores, cobran 25 dólares. No hay relación.
– ¿Y tuviste alguna repercusión por ese reclamo?
– Al torneo de Sarasota no volví, pero tampoco me llamó nadie. Sin embargo, vi que en otros Challengers, la ATP tomó buena nota de lo que hemos dicho y los han mejorado bastante.
– Al volver a los torneos ATP con mayor frecuencia, te reencontrás con jugadores que no veías tan seguido porque vos jugabas Challengers. ¿Te reconocen? ¿Te aceptan?
– Por supuesto que cuando te va bien en un torneo, a la semana siguiente vienen, te felicitan, te alientan. Lo hacemos todos. Pero tampoco querés demostrar tanto respeto hacia cualquier jugador porque después te puede tocar como rival (risas). Es como cumplir con el protocolo de las felicitaciones y después cada uno a lo suyo.
– ¿En qué medida eso afecta las relaciones interpersonales?
– Quizás entre los argentinos y sudamericanos no hay tanto problema porque nos conocemos desde hace tiempo, y compartimos un montón de cosas, vamos a cenar juntos. Pero cuanto más alto es el nivel de competencia, es como que hay menos compañerismo, menos amistad. Yo noto que cuando estamos en Challengers vamos todos juntos para todos lados y en los ATP, cada uno está con su equipo, con su entrenador o su preparador físico y esas relaciones humanas se dejan un poco de lado. Obviamente eso no quiere decir que haya mala onda. Pero es distinto.
– En todas las épocas se han conocido jugadores que no eran para nada queridos por el resto. Sin dar nombres, ¿también ahora existen ese tipo de tenistas que causan rechazo por su forma de ser?
– Sí, sí. Siempre hay jugadores con los que uno no se lleva tan bien. A mí me molestan algunos europeos y norteamericanos que te pasan por al lado después de haberte cruzado varias semanas seguidas en distintos torneos y ni te saludan. No les pido que me pregunten por la familia, pero al menos un gesto con la cabeza. Pero ni siquiera eso.
– ¿Alguna vez tuviste un episodio de intercambio de palabras o un cruce dialéctico con otro jugador durante un partido?
– (Piensa) Creo que no. Bueno, antes había un jugador, serbio, Boris Payanski, muy loco, al que encima enfrenté cuatro o cinco veces, y dentro de la cancha nos agarramos y nos dijimos algunas cositas. Pero por la locura de él. Ahora ya no juega, me le he cruzado como entrenador y nos saludamos, hablamos. Está todo bárbaro. Pero adentro de la cancha era imposible.
– ¿Y Daniel Koellerer?
– Ese era odioso. No lo quería nadie y así terminó. Lo suspendieron de por vida por apuestas. No era una buena persona.
Del Potro, la Copa Davis y su deseo de estar
– ¿Pudiste ver algo de Juan Martín Del Potro en los Juegos Olímpicos?
– Sí, sí. Vi el partido con (Novak) Djokovic, el partido con (Rafael) Nadal y algo de la final con (Andy) Murray. Vi bastante.
– ¿Qué significado tiene para vos verlo así?
– Increíble. Tenísticamente, lo fuerte que le está pegando a la pelota es increíble. Lo que le corre la derecha… Por lo que se vio en esta semana, es la derecha más fuerte que hay en el circuito. Más fuerte que la de (Stanislas) Wawrinka incluso. Me pareció bárbara esa derecha. También lastimó un montón el saque. Y sin tener un gran revés, por los motivos conocidos de sus problemas en la muñeca, está para pelear en el Top-5. Ojalá que pueda mantener este nivel y ojalá que siga con muchas ganas. Porque ahora tendrá que volver a jugar para él. Cuando uno juega para el país, siempre da más de lo que tiene. Ojalá lo pueda trasladar al circuito y pueda volver a ese gran nivel que tuvo porque también será muy bueno para el tenis argentino.
– Hablabas de representar al país. ¿Con Del Potro en ese nivel las chances de ganar la Copa Davis se acrecientan?
– Y, es otra cosa, sí. Esta semana perdió un partido de cuatro horas y venía con muchos partidos encima. Para la Copa Davis se va a preparar para “el” partido con Murray y físicamente va a llegar mucho mejor. Eso va a ser importante. El césped es difícil pero Del Potro ya ganó un bronce olímpico en esa superficie. Lógicamente con él en el equipo tenemos más chances.
– ¿Vos seguís ilusionándote con volver al equipo de Copa Davis?
– Sí, obviamente uno quiere estar siempre en el equipo. Creo que hasta la última serie había chicos que estaban mejor preparados que yo y la prueba es que les fue muy bien y Argentina está en semifinales. Ahora me siento jugando bien, con buenas sensaciones y uno siempre sueña con una convocatoria, por supuesto. El capitán, Daniel Orsanic, cada vez que me va bien en un torneo, en singles o en dobles, en Challengers o en ATP, me escribe y me apoya. La relación está muy bien, es de mucho respeto y profesionalismo, y me aclaró que tiene un equipo formado de cuatro jugadores pero que me tenía en cuenta. Ojalá pueda volver a estar.
– ¿Cómo explicás esa capacidad de adaptación para ganar tantos torneos de dobles con tantos compañeros diferentes?
– Casi siempre juego con amigos o conocidos, con los que hay una buena relación. He jugado con algunos extranjeros y no siempre me ha ido bien. La afinidad que tenés fuera de la cancha es muy importante, pero obvio que también son chicos que juegan muy bien y eso ayuda.