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Deportes 11 de diciembre de 2016

Hasta dónde pueden llegar River y Boca después de este Súper inolvidable

por Vito Amalfitano
Desde Buenos Aires

Entretiempo. River 2 a 1. Y el Flaco Eduardo Martínez, colega de Télam, me comenta: “esto es el Boca de Rogelio Domìnguez, juega a matar o morir”. “El propio Guillermo lo admite”, agrega el periodista amigo. “Ese equipo no salió campeón”, acota enseguida un allegado a un dirigente de Boca en medio de la conversación de la que participa también “el Turco” Alaluf, durante un lunch bien cargado en el hall de la antesala de los pupitres dònde trabajamos y vemos el partido en River, muy bien atendidos por la gente de prensa del club, Leandro Viviani, Stefano Di Carlo, Alejandro Patané…

Todo estaba por verse a esa altura en el partido. Pero ya estábamos electrizados por un trámite que no daba respiro. Tevez y D’Alessandro eran mucho más que el funcionamiento de sus propios equipos. Estaban por encima. Pero River ganaba porque había aprovechado mejor los errores de contención en el medio y defensivos que eran moneda corriente en los dos. “A matar o morir”, como decía el Flaco Martínez.

En el comienzo del segundo tiempo, todavía atragantados por los quesos y los canapés, ya otra vez en la ubicación privilegiada de LA CAPITAL, seguíamos escribiendo y apuntando sin parar jugadas de gol. Pero la mayoría, en el arranque, eran de River. El equipo de Gallardo lo tenía en bandeja, casi como las que nos habían servido minutos antes.

Pero el bocado final iba a ser para Boca. Porque Alario se lo devoraba abajo del arco con todo para marcar el tercero. Y porque Marcelo Gallardo, tal como lo explicaba él mismo después en conferencia de prensa, sacaba a D’Alessandro porque pensaba que ya se iba a desgastar y que necesitaba afirmarse en el medio.

Se produce el efecto contrario. River se queda sin fútbol, mucho más aun cuando sale Driussi, y sin contención, porque el pibe Rossi se equivoca de principio a fin. Y Tevez sigue en cancha, omnipresesente, omnipotente. En el mejor Superclásico de su vida. Y es determinante, como el mismo DT de River lo repite, para hacer ver que no había diferencias en el juego. “Todos hablaban de Gago, pero Boca tuvo un jugador que ganó el partido”, insiste Gallardo.

Nos queda el “a matar o morir”. Esa frase que Leonardo Ponzio nos advirtió hace unos días que no teníamos que usar más para el fútbol despuésde la tragedia de Chapecoense. De todos modos, en charla entre colegas fuera de la crónica publica, la figura grafica como juegan hoy River y Boca y porque nos acaban de brindar tan hermoso espectáculo, plagado de errores, lleno de belleza y emociones.

Cambiamos el “a matar o morir” por el “toma y daca”, el “ida y vuelta”. El Boca de Guillermo es frontal. Hasta hace un par de partidos solo era vertiginoso. Fernando Gago le había dado la dósis de pausa y juego que necesitaba. Hoy también el propio Gago se lo devoran los volantes de River. Pero un Tevez tan grande hace posible la diferencia.

A River le queda el desafío de la final del jueves. Y su juego y su propuesta, también arriesgada pero con volumen de juego (hasta la salida de D’Alessandro) le da para esperanzarse con el premio mayor del año, que es llegar a la Libertadores 2018.

Boca se lleva la alegría y el saldo de los tres clásicos al hilo, de la capacidad de fuego, de los 10 goles a San Lorenzo, Racing y River, de la recuperación del Tevez de Juventus, de la vuelta de Gago pese a su nueva “ausencia” en este Superclásico.

Pero queda repiqueteando la charla del entretiempo, el recuerdo de aquel equipo de Rogelio Domínguez y la frase del allegado al dirigente: “no salió campeón”. Aun con el nivel que alcanzó Boca en estos tres partidos, aun no da para compararlo con ese equipo brillante, lleno de fútbol, el del 74/75, que no pudo lograr ningún título. Pero por ahí sí puede ilusionarse con salir campeón este, si Tevez no se va a China y sigue siendo el más determinante del fútbol argentino hoy, también de acá a la China.