Mauricio Macri recibe el saludo de la gente.
“Busca lo que une, supera lo que divide”. Cómo hacer para enlazar este consejo brindado desde la dimensión espiritual, la universalidad, la distancia y la poltrona de la experiencia del Papa con la realidad cotidiana del gobernante que aún no domina todos los timbres, titubea y avanza a pura prueba y error, no parece ser algo muy sencillo de llevar a cabo, pese a la “paciencia” que le ha pedido el Santo Padre. Dilema primordial para Mauricio Macri.
Para reforzar el mensaje, la leyenda del medallón de bronce que recibió el Presidente está junto a otro símbolo que a Francisco le importa mucho, el de la unidad, tanto que por primera vez se lo entregó en setiembre al presidente del Estado de Israel, Reuven Rivlin, a la hora de hablar de retomar las negociaciones con Palestina. La figura muestra una roca partida en dos, unida por una rama de olivo. Es un símil de la grieta, hoy presente como nunca en la vida argentina y el poderoso símbolo de la paz y de la reconciliación entre los católicos.
Ni qué decir sobre la disyuntiva presidencial si se le agrega al propósito que expresan frase e imagen aspectos políticos bien locales, como la mayor cercanía que tiene Francisco con el peronismo, a partir del apego a la Doctrina Social de la Iglesia y otras cuestiones como son los conocidos reparos del Papa hacia el capitalismo salvaje, un culto del que se acusa sin fundamentos al actual Presidente, tal como se le dice de “derecha” o “fascista” desde expresiones del kirchnerismo no peronista que, no casualmente, son quienes cultivan esos mismos deméritos.
Si por todas estas cuestiones que hacen a la interpretación del encuentro y sabiendo Macri que Jorge Bergoglio es él y sus palabras, pero sobre todo, sus gestos y que no da puntada sin nudo y siguiera a pie juntillas las señales que han surgido de su visita vaticana, probablemente debería abandonar la idea de contarle a la sociedad el verdadero estado en el que encontró la Nación.
¿Callar ayuda a la unión de los argentinos o sirve para instalar la impunidad? ¿Poner la otra mejilla y hacerse cargo del pasado ajeno solo para estar por encima de las divisiones no es acaso injusto hacia quienes confiaron en un cambio destinado a terminar con las arbitrariedades? Pero, ¿acaso no fue el mismo Francisco quien le pidió que avance a fondo en la lucha contra la pobreza, el narcotráfico y la corrupción? Y si éstos son los tres efectos más nefastos de la “herencia recibida”, entonces, ¿cómo no explicitar la situación ante la sociedad y explicar su visión de cómo se llegó hasta aquí?
Es más que probable que todas estos tironeos interiores que le dejó el cara a cara con el Papa hayan tenido cavilando al Presidente durante buena parte de su viaje de regreso de Roma, sobre todo porque desde la boca de su asesor mayor en cuestiones políticas, Jaime Durán Barba, viene escuchado un contundente consejo que el ecuatoriano acaba de referir así por televisión: “un presidente no debe dedicar ni un día a revolver en los basureros; no debe perder ni un minuto con el pasado. La gente no lo eligió para ver a quién le echa la culpa, sino para vivir mejor”.
Del otro lado de la opinión, sus socios radicales de Cambiemos le acaban de pedir al jefe de Gabinete, Marcos Peña, que en el discurso del martes ante la Asamblea Legislativa, Macri denuncie “a viva voz la herencia kirchnerista”. En tanto, el analista Rosendo Fraga ha señalado que ésta del 1° de marzo, ante los representantes del pueblo reunidos en el Congreso, “es la última oportunidad” que tiene el Presidente para que luego no se lo responsabilice a él mismo de todo lo malo que conlleva la grave situación económica y social que vive el país y muchos empiecen a percibirla sólo como fruto de su gestión de gobierno y no como inercia de los desaguisados anteriores.
Hay también muchos aciertos de la época previa que significaron avances efectivos para muchos ciudadanos y planteos que ya están incorporados a la sociedad, conquistas que el nuevo gobierno ha dicho que no tocará, pero a Macri se le está pidiendo básicamente que detalle la herencia mala que dejó el kirchnerismo, casi como un blindaje que explique su propio accionar y ayude a entender a quienes lo creen un demonio el origen de muchas de sus medidas.
En este sentido, hay que discernir en varios aspectos, más allá de que muchos suponen que debería hablar básicamente de los intentos kirchneristas de perpetuarse, de dividir a los argentinos, de colonizar la Justicia o de acallar a los medios, como aludir básicamente al descontrol económico, financiero, fiscal, monetario y cambiario que recibió el gobierno que está a punto de cumplir apenas tres meses.
Los que impulsan la apertura del inventario creen que, primero, el Presidente tendría que cuantificar no sólo esos números de terror qué dejó el paradigma populista en materia de déficits, pobreza, inflación, estancamiento productivo, atraso y cepo cambiario, energía, agro, reservas en baja, balanza comercial deficitaria y divorcio con el mundo, como resultado de una concepción ideológica política, económica y cultural que privilegió un formato de economía cerrada y proteccionista que, bajo la zanahoria de la inclusión, apuntó al consumo, pero que, además, privó al país del impulso que la inversión privada conlleva en materia de empleo.
Segundo, que debería mostrar cuánto tuvo que ver esa concepción que a través de un relato efectivo de confort le cambió la cabeza a muchos argentinos, quienes aún creen en el milagro del Estado dador y barril sin fondo, con el esquema oscurantista que se instaló para esconder negocios turbios y, tercero, que Macri debería exponer la parte del armado maquiavélico que se ejecutó hacia el final del gobierno anterior para dejarle las bombas bien cebadas a quien sucediera al kirchnerismo.
En los tres rubros, la lista es enorme y bien podría el Presidente invertir varias horas en desarrollarla, aunque es probable que un discurso demasiado duro provoque la ira del sector K, con escándalo y retirada del recinto incluida y también la molestia de muchos legisladores peronistas que hoy no quieren poner “palos en la rueda” a pedido de sus gobernadores, aunque se sentirían tocados por las críticas.
En el medio de estos tironeos está la propia interna del PJ que, durante la semana que pasó, comenzó a delinear sus tantos mirando hacia la reconstrucción. En primer término, el peronismo más tradicional se atrevió a poner en práctica aquella vieja receta de Juan Perón, la de los “anticuerpos” que les permitieron desalojar a los invasores camporistas, quienes pretendían ser más grandes que el partido que les dio cabida.
A partir de las negociaciones por la Coparticipación y de la paritaria docente que mostraron al Gobierno en una faceta interesante de negociador, picardías incluidas, en la semana hubo algunos hechos cruzados que sirvieron para aceitar relaciones no solo con el justicialismo clásico, sino con los opositores del Frente Renovador. El tema del 15 por ciento (herencia K) que Macri debió anular con un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para no desfinanciar a la ANSeS motivó una negociación con las provincias para que la medida sea aprobada en el Congreso.
La misma mañana de la fecha definitiva, después de un cuarto intermedio hasta el jueves pasado, el Boletín Oficial indicaba que era una realidad que el Gobierno iba a pagar la deuda a las provincias en cinco cuotas, algo que el Presidente ya había adelantado en un discurso que hizo en Corrientes para descomprimir tensiones. Eso destrabó el DNU de la discordia y fue convalidado.
Esa misma mañana, el Presidente mandó otro mensaje a los gobernadores sobre la decisión de hacerles llegar lo que les pudiera faltar para atender el pago a los docentes, para que se terminen las negociaciones paritarias “lo antes posible”.
Igualmente, pese a que a nivel nacional se cerró con un suculento mínimo, no en todas las provincias hubo acuerdo y este lunes no comenzarán las clases en todo el país, tal como el Gobierno quería mostrar.
Estar en buena sintonía con los legisladores peronistas es otro de los claros problemas que tiene Macri a la hora de pensar qué va a contener su discurso del martes, ya que tiene que asegurarse necesariamente la gobernabilidad, en relación a instrumentos que va a necesitar sacar favorablemente del Congreso en corto lapso.
Los nítidos avances que se dieron estos días en Nueva York para cerrar con los holdouts, algo sobre lo cual este mismo martes deberían darse pistas desde el juzgado de Thomas Griesa, van a necesitar más que pronto el acompañamiento de diputados y senadores para anular la Ley Cerrojo y la de Pago Soberano, que son las que permitirán salir del default en breve lapso para que la Argentina (Nación, privados y sobre todo, las provincias) pueda volver a endeudarse en el mundo a tasas lógicas y se acolchone el eventual ajuste de las cuentas públicas.
Con Macri en el exterior, hubo novedades judiciales que le impusieron a la ex presidenta Cristina Fernández la obligación de declarar como imputada en la causa del dólar-futuro, una timba que le salió mal al Banco Central de Alejandro Vanoli y Axel Kicillof. El juez Claudio Bonadio intuye que del otro lado del negocio hay beneficiarios sospechosos y quiere ver quiénes son los que se llevaron los miles de millones de pesos que perdió el BCRA, es decir los contribuyentes.
En el caso de Cristina, como también en el de Milagro Sala sobre el que parece que el Papa no preguntó ni se tocó el tema del rosario, la respuesta macrista es de manual: “son cosas de la Justicia y no nos metemos”. Así que sobre este tema probablemente los legisladores peronistas no digan nada, aunque los kirchneristas más duros ya prometen marchas a Tribunales y hacer “tronar el escarmiento”.
Aún nadie sabe que ha decidido el Presidente sobre el discurso del martes y quizás él tampoco haya terminado aún de deshojar la margarita política, pero por los consejos directos e indirectos de Francisco y además por todos estos condicionamientos de la realidad política, lo más probable es que Macri haga un discurso con el freno de mano puesto, con referencias precisas hacia algunos aspectos del pasado reciente, pero desde un énfasis neutro que procure no agredir a nadie.
DyN.
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