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Opinión 2 de septiembre de 2019

Gracias Guille

Por Susy Scandali

Nada más terrible que la hoja en blanco cuando tenés un montón de cosas por decir pero no te sale nada… Nada más terrible, digo, para quien vive, precisamente de las palabras. Esas que se resisten a aparecer justo ahora, cuando necesitás decirle muchas cosas a quien te dio tanto, aunque ahora ya no te pueda leer…

Cuando necesitás decirle a ese posible lector, a esa posible lectora que de milagro no lo haya conocido, quién era ese tipo que hoy se fue para siempre -no digan “de gira”, por favor, es un eufemismo estúpido-, dejando a la cultura marplatense tan pero tan huérfana.

Cómo explicar, con palabras que no te salen, que ese tipo nos hizo reír mucho, pero también nos sacó alguna lágrima y nos hizo reflexionar, siempre. Que de su pluma salían creaciones increíbles, tanto en teatro como en música. Que te mataba de risa con su Banda de los Ausentes, con canciones tan marplatenses como la del que espera el verano para recuperarse económicamente, esa característica tan nuestra que él rescató con ese humor tan suyo. O que te dejaban temblando de emoción, cuando con su amigo Benjamín descosía la guitarra en Alma das Pampas.

Internarse en su mundo teatral siempre fue una aventura. Cuando ibas a ver una obra de él, nunca sabías con qué te iba a salir. Sólo tenías la certeza de que ibas a ver algo bueno, que te haría pensar, que no ibas a salir igual que como entraste. Y que te iba a proponer alguna locura.

Y así, en La Bella Dispersione paseamos por el interior de su casa -el Espacio Casa que él tanto soñó-, mientras nos miraba desde la ventanita del baño, pegándose una ducha. Y en Fausto y la Sed nos sorprendía el comienzo desde la vereda. Y en Los que están sentados veíamos la obra de parados. Y en Disparate asistíamos a la intimidad de una pareja que hablando sin parar, nos metía en su vértigo.

Ubú, el delirio más creativo que supimos ver en El Club del Teatro. Floresta, su obra icónica. Edificios, que se veía en dos partes. Ese conmovedor homenaje al inmigrante que fue Caminat. Mataderos, con la que dio vuelta el escenario obligándote a ingresar por detrás para asistir después a una obra que también te daba vuelta la cabeza. Simón y ese obsesivo estudio de la historia. Mesa y Al Cuadrado, con su grupo los The Sastre, y con los que hizo Actores Extranjeros, la última que estrenó y la tercera de las Siete Experiencias sobre el Espacio que tenía en carpeta. La primera de ellas fue el Festival Salvatti, la segunda Los Cinco Grandes del Malhumor, ambas dignas hijas de él. Las tres, formaron parte del III Festival de Teatro Independiente que se está haciendo en Mar del Plata y que hoy está de luto. Cuatro “experiencias” quedaron en proyecto…

Y es que proyectos tenía muchos. Muchísimos.

Nada más terrible que no encontrar las palabras para decir todo lo que querés y necesitás decir de alguien que fue genial en todo lo que se propuso. De un tipo que fue, por sobre todas las cosas, un gran tipo.

O sí hay algo que es peor todavía: sentir que no le dijiste todo lo que hubieras querido decirle mientras podía escucharte.

Y hubiera sido tan fácil, tan simple, tan cortito y al pie: “gracias por haberte cruzado en mi vida. Te quiero”. O más simple todavía, sin más explicaciones -después de todo, quién las necesita-, sólo una palabra: “gracias”.