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Arte y Espectáculos 2 de septiembre de 2018

Gianni Schicchi y Pagliacci, en el ciclo de Juventus Lyrica

Por Eduardo Balestena

Gianni Schicchi, ópera en un acto.

.Música: Giacomo Pucini.
.Libreto: Giovacchino Forzano
.Elenco: Gianni Schicchi, Juan Font (barítono); Lauretta, Laura Polverini (soprano); Rinuccio, Pablo Urban (tenor), con Germán Valenti, Milagros Seijó, Tomás Cuadra, Lucía Alonso, Carlos Esquivel, Jessica Abraham, Eleonora Gaudelli, Leandro Gauna, Felipe Cudina Begovic, Mirko Tomas, Max Hochmuth y Raúl Dip.

I Pagliacci

.Musica y libreto: Ruggero Leoncavallo.
.Elenco: Canio, Marcelo Gómez (tenor); Nedda, Carolina Gómez (soprano); Silvio, Fernando Grassi (tenor); Tonio, Juan Font (barítono); Beppe, Pablo Urban (tenor); Campesinos: Matías Herrera, Gastón Mezza, Joaquín Canale, Tomás Cuadra.
.Orquesta y Coro de Juventus Lyrica, dirigido por Antonio María Russo; maestra preparadora del coro: Constanza Antunica; Coro de niños preparado por Rosana Bravo
.Dirección de escena, técnica actoral y escenografía: Ana D´anna.
.Iluminación: Gonzalo Córdoba.
.Vestuario: María Jaunarena.
.Teatro Avenida, Buenos Aires, 30 de agosto.

El comentario de Ana D´anna que introduce a las dos obras, muy diferentes, que conformaron esta nueva producción de Juventus Lyrica lo significa como un homenaje a aquellos circos de pueblo, con artistas anónimos y precariedad de medios, capaces, sin embargo de cimentar las primeras impresiones –particularmente en los niños- del “milagro del teatro”.

Toda la idea escénica parece provenir de esta entrañable declaración de principios: el público es recibido por artistas y en el transcurso de las representaciones se utiliza el espacio de la sala como prolongación de la escena.

Sin embargo, esta suerte de evocación de aquellos limitados medios escénicos, es hecha desde un refinamiento sensorial que abarca cada detalle: los movimientos, el habla, el vestuario, la iluminación, en un todo de gran equilibrio y belleza, que rescata aquella espontaneidad pero la presenta de una manera estéticamente elaborada en todos sus aspectos.

Del mismo modo que en el escenario del festival de Salzburgo, una pasarela rodea al foso orquestal y permite abrir el movimiento a otros planos y darle un diferente relieve, tal como sucedió en el dueto de Silvio y Nedda, en I Pagliacci. Todo fluye y es espontáneo al mismo tiempo que obedece a una muy precisa disposición del movimiento.

Otros elementos destacables fueron el vestuario y la iluminación: en Giani Schicchi con la vestimenta propia del siglo en que Dante Alighieri concibió al personaje –una muestra de formas, colores, disposiciones, de gran atractivo visual- y en el de I Pagliacci, fiel a los personajes de la Commedia dell´ arte y a los actores ambulantes.

Equilibrio es también la palabra para abordar el aspecto musical de dos lenguajes –que si bien corresponden al verismo- son absolutamente distintos: en uno el canto se vuelve paródico y la música se reduce a motivos breves que indican situaciones, en otro la música tiene el doble cometido de sostener líneas de canto –por ejemplo en pasajes del coro- y connotar climas con una belleza melódica y sonora que hace de I Pagliacci una obra irrepetible.

Líneas enérgicas, de gran dramatismo y potencia que, frecuentemente, comienzan o concluyen con un acento violento y desgarrado: el dominio de la voz debe ser total en estas bruscas alternativas de la frase y jugar en esa frontera tan tenue entre el drama real y la acción ficticia dentro de ese drama: como en un efecto especular, la situación inicial es reflejada en una y otra instancia con elementos dramáticos parecidos y un discurso musical muy diferente.

Dirigida por el experimentado maestro Antonio Maria Russo, la orquesta expuso todos estos matices, tan variables en una dinámica muy demandante y precisa.

Equilibrio también entre el desempeño actoral y las voces, en un todo sin ninguna fisura. Laura Polverini, recordada protagonista Madama Butterfly en una anterior producción, brindó su timbre cristalino, potente, de trabajado fraseo y musicalidad; lo mismo que Carolina Gómez, a quien no solo le está reservado el bello y extenso dúo con Silvio sino también ese desenlace en el cual, desesperadamente, busca –como Colombina- encauzar la acción hacia la de la obra representada, advirtiendo que ese propósito no es posible: expresa entonces la desesperación por el inminente desenlace. Lo hizo con una voz de singular belleza y potencia, ductilidad de fraseo y elegancia.

La súbita salida del escenario de Canio, para perseguir a Silvio, en el acto primero, fue uno de los momentos más impactantes: la presencia del enfurecido payaso, la potencia de su canto en la proximidad de la sala, el gesto de desesperación: Marcelo Gómez se posesionó de un papel muy apropiado para él, que lució gran potencia vocal y los matices de la ira, la imploración y finalmente la desesperación.

Juan Font debió afrontar roles muy diferentes en una y otra obra: en Giani Schicchi fue el dominio de la parodia y una gracia que supo plasmar en sus movimientos tanto como en las inflexiones de su voz, en una obra muy precisa en cada elemento de la acción. En I Pagliacci, fue la potencia vocal, el carácter despreciable y marginal –tonos graves, potentes y sombríos-. Evidenció un gran dominio de su voz, bella y potente, así como de sus recursos actorales.

Como Rinuccio y Beppe, Pablo Urban mostró un afinado y bello registro, y sólidos recursos actorales (más demandantes e I Pagliacci), una voz capaz de brindar los matices –a veces ingenuos- de sus personajes. Fernando Grassi compuso un excelente Silvio, con un registro desgarrado, implorante, resignado y siempre de perfecta musicalidad.

También parejo fue el desempeño del resto de los roles, muy a tono con los papeles centrales, así como el desempeño del coro.

Todo ello hace evidente que no son los grandes recursos ni las escenificaciones a la moda los elementos capaces de lograr excelentes puestas, sino la creatividad, la sutileza, la imaginación y un enorme trabajo preparatorio.