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Cultura 29 de agosto de 2016

García Lorca, el artista que aún mantiene zonas desconocidas

Poeta y dramaturgo, su obra de tintes trágicos se funde con su propia vida: fue asesinado por los franquistas en plena Guerra Civil Española. A ocho décadas de su muerte, especialistas aseguran que no se dijo todo del autor de "Poeta en Nueva York".

A 80 años del asesinato de Federico García Lorca -acaso el más grande poeta español del siglo XX-, su obra, que abarca literatura, teatro, música y dibujo, sigue siendo revisitada, analizada y abordada desde diversas perspectivas que buscan explicar la inagotable potencia del artista que fue fusilado en Granada a los 38 años por autoridades franquistas, tras el golpe de Estado que dio origen a la Guerra Civil Española.
“Cuando se hundieron las formas puras/ bajo el cri cri de las margaritas/ comprendí que me habían asesinado”, escribió Lorca en su extraordinario “Poeta en Nueva York” (1929-1930), quien sería fusilado la madrugada del 18 de agosto de 1936 en Granada, Andalucía, por una tropa militar franquista, acusado de “socialista, homosexual y masón”. Su cuerpo, que aún no fue encontrado, fue enterrado en una fosa común anónima en el municipio de Alfacar.
Nacido un 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros, Granada, Lorca fue uno de los máximos exponentes de la ‘Generación del 27’, grupo literario compuesto por Jorge Guillén, Rafael Alberti, Pedro Salinas y Luis Cernuda, entre otros poetas españoles, y una de las figuras más importantes del teatro en castellano del siglo XX. Su poderoso trabajo como dramaturgo combina farsas, comedias, tragedias y dramas.
Atravesada por dramas humanos, sentimiento popular, sensibilidad social, formas del amor y siempre poesía, en su obra teatral se incluye “El maleficio de la mariposa”, “Mariana Pineda”, “La zapatera prodigiosa”, “Retablillo de Don Cristóbal”, “El público”, “Así que pasen cinco años”, “Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín”, “Bodas de sangre”, “Yerma”, “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores” y “La casa de Bernarda Alba”, considerada su obra maestra.
Tradición, vanguardia, simbolismo, política, una mirada culta y popular a la vez confluyen en obras poéticas como “Libro de poemas”, “Poema del cante jondo”, “Oda a Salvador Dalí”, “Romancero gitano” y, sobre todo, “Poeta en Nueva York”, un poderoso grito desgarrado contra la deshumanización de la sociedad moderna que, de alguna manera, guarda una relación con “Mi descubrimiento de América”, libro de crónicas que Vladimir Maiakovski escribió entre 1925 y 1926 luego de recorrer Cuba, México y los Estados Unidos.
Entre octubre de 1933 y marzo de 1934, Lorca ocupó la habitación 704 del Hotel Castelar de Buenos Aires, ciudad que lo cautivó. Invitado por la Asociación de Amigos del Arte, el poeta llegó para pasar unas semanas pero se quedó varios meses, deslumbrado en su paseos por Avenida de Mayo y en sus reuniones en el Café Tortoni, donde compartió mesa con Victoria Ocampo, Oliverio Girondo y Carlos Gardel, entre otros.
El escritor Juan José Mendoza, investigador de Conicet y autor de “Diario de un bebedor de petróleo”, sostuvo que “todavía existen pequeñas ‘zonas lorquianas’ no visitadas del todo. Como si fragmentos de la obra de Lorca todavía quisieran ligarse con la identificación del lugar donde permanecieron ocultos sus restos -situados recién en abril de este año en un pozo de agua en Alfacar”.
“A lo largo de los años, y muchos años después de su muerte, fueron apareciendo manuscritos y dibujos inéditos de García Lorca. En los años 80, Mario Hernández da a conocer una serie de dibujos inéditos firmados por Lorca y dedicados a los integrantes de la Revista Gallo -que había fundado en Granada en 1928-. Entre aquellos dibujos que se dan a conocer recién en 1987 aparecen el ‘Santo Peregrino’ (1924-1926), ‘Payaso con guitarra’ (1925) y ‘El paje de la pecera’ (1926)”, señala Mendoza.
Y recuerda que “en 2012, a propósito de una investigación dedicada a la revista Gallo, Nicolás Antonio Fernández da a conocer otros documentos que forman parte de la correspondencia de Lorca con sus compañeros de la vanguardia granadina. Entre los documentos aparecen entretelones de la época, y otros dibujos de Lorca como ‘Amor’ (1921)”.
“La revista Gallo -sólo dos números entre febrero y abril de 1928- es importante porque muestra que la vanguardia de los años 20 en España no está concentrada en la Residencia de Estudiantes en Madrid o como otras vanguardias del siglo XX -concentrada en Buenos Aires o en París-, sino dispersa en diferentes lugares, como sucede en Granada. Por eso puede decirse que García Lorca es un vanguardista ‘no situado'”, afirma Mendoza.
Y explica que en “Poeta en Nueva York”, “el poeta trabaja el antagonismo que se produce entre la modernidad del paisaje urbano de Manhattan y la vida deshumanizada de sus personajes. García Lorca hace como una interfase para poder procesar los antagonismos que se producen entre la sociedad arcaica de la España de su infancia y la modernidad deslumbrante de los grandes centros urbanos”.
Y finalmente asegura: “Lorca es una forma de mirar. Como muchos lugares de América latina a lo largo de todo el siglo XX, la Granada en la que Lorca forjó su mirada es un lugar descentrado y periférico. De allí que Lorca también funde para los latinoamericanos en general una manera de mirar la modernidad.
Por su parte, el poeta Jotaele Andrade, autor de “Los metales terrestres”, cree que Lorca “establece su registro poético en abanico de modo que el lector puede acercarse desde esos registros y quedarse con el Lorca que más le guste: el que toma lo folclórico en el ‘Cante Jondo’, el que homenajea a la España mora en ‘Diván del Tamarit’, el reflexivo y espantado surrealista de ‘Poeta en Nueva York’ y otros más”.
“Sumado al Lorca dramaturgo, el conferencista, incluso el músico que quedó detrás de todas esas voces cantarinas. Y es un todo potente, perfectamente configurado cuyo tono de tragicidad, que vela toda su obra, la poética, la teatral, la conferencial, también se mezcla con su vida, y esa coincidencia es poderosamente atractiva”, sostuvo el poeta.
Según Andrade, “dimensionar a Lorca como influencia en tanto hablamos del uso de sus metáforas y giros poéticos por parte de los poetas latinoamericanos no es posible. Porque no es ahí donde reside la importancia del ‘Divino andaluz’. Hay, sí, todo un simbolismo lorquiano que ya es parte del simbolismo universal de la poesía y del cual la poesía latinoamericana abreva. Lorca es el más español de todos, el más medular de todos cuando la médula es el lugar donde la poesía clava su espada”.
“Con su existencia, Lorca tocó una cuerda, en poetas y lectores, que nadie antes había tocado -apunta Andrade-. Con la violencia extasiada de la rosa de la pasión, que se da rojísima y efímera al día, con su correr sobre una cornisa enlunada, trágico y sonriente, desesperado y cantarino. Creo que ahí es donde Lorca todavía construye su existencia y forja, y obliga, a mirar de otro modo poesía y existencia. Ese es su legado: un modo de concebir lo trágico y lo pasional desde una vitalidad musical y poética, como ir hacia el patíbulo cantando alegremente”.