La obsesión por obtener un triunfo electoral en octubre y la crisis fiscal no permiten al gobierno pensar en otra cosa que no sean esas dos variables.
Las medidas que favorezcan a la productividad y a la competitividad han quedado sepultadas bajo el lodo del desorden fiscal y la montaña de impuestos que debe soportar el sector privado.
Sólo tres sectores han podido emerger de la caída productiva merced a la corrección del tipo de cambio y la baja de retenciones, a partir de diciembre de 2015 y que le han permitido obtener una notoria mejora productiva y rentable.
El campo, la pesca y el sector financiero fueron los únicos sectores de la economía que ganaron en este año y medio de gestión del Presidente Macri.
A estos podrían sumarse el sector energético aunque no se perciban todavía los beneficios. La energía es uno de los sectores que recibió mayor cantidad de capitales pero la madurez de esas inversiones es más lenta que en el resto de las actividades. Paciencia, los beneficios se recogerán en unos años pero la abundancia de recursos hace que la productividad crezca rápidamente una vez que esas inversiones alcancen el régimen crítico.
En el caso de los hidrocarburos no convencionales, sólo falta que se concreten los acuerdos alcanzados con los sectores sindicales y con las provincias, para empezar a obtener resultados.
En el caso de las energía no renovables, es cuestión de tiempo porque la matriz insumo-producto por sí sola es tan atractiva que el país presenta condiciones inmejorables para alcanzar un autoabastecimiento eléctrico en pocos años.
El campo y la pesca, fuertemente castigados por el régimen kirchnerista, vieron duplicar su productividad respecto de los años anteriores a Macri.
Por caso, la producción de trigo se duplicó al igual que los saldos exportables y la producción de maíz y de soja se movió de manera ascendente, a pesar de las devastadoras inundaciones.
Lo mismo ocurrió en la ganadería que permitió aumentar el número de pariciones y la cantidad de terneros con destino al engorde. Aunque todavía no pueden verse los beneficios en un par de años habrá stock disponible para exportación y el ciclo ganadero estará nuevamente garantizado, luego del desastre kirchnerista.
En el caso de la pesca, la abundancia de recursos tornó la baja de retenciones y la mejora del tipo de cambio, en condiciones óptimas para incrementar las exportaciones.
Pero la actividad ictícola no cuenta con viento en popa. El aumento de insumos, mano de obra, y costos portuarios está neutralizando esa mejora en la rentabilidad.
Los altos costos laborales del personal embarcado y los servicios anexos como remolcadores están limando la productividad.
Esto también está afectando a todo el sector exportador. Todos los gremios que convergen en la actividad marítima y fluvial están en pie de guerra frente a la posibilidad de alcanzar acuerdos de flexibilidad laboral o una modificación de la ley de la Marina Mercante que apunta a desregular la actividad.
Los costos en logística están aumentando y están incidiendo de manera determinante en toda la cadena de comercialización, en muchos casos, adueñándose de la rentabilidad de muchas industrias.
El sector financiero mejoró su rentabilidad a partir de la crisis fiscal y la asfixia del sector público. La necesidad de colocar deuda para financiar el monumental gasto público y el blanqueo de capitales permitieron el ingreso masivo de divisas.
El BCRA se vio obligado a emitir pesos para comprar esas divisas y deuda para esterilizar los excedentes monetarios para evitar una mayor tasa de inflación.
Esa deuda fue tomada por el sector financiero a una tasa superior a la inflación y a la que le pagan a los ahorristas, le permitió a los bancos hacerse de jugosas ganancias, con una bajísima exposición al riesgo.
El resultado puede verse en los balances de todas las entidades financieras.
De lo expuesto puede apreciarse una característica común de todos estos ganadores de la era Cambiemos: son todas actividades de capital intensivo donde la participación de la mano de obra es baja.
El resto de los sectores registró pérdidas en estos 18 meses porque en mayor o menor medida la participación de la mano de obra es determinante en su estructura de costos. Esto los convierte en sectores ineficientes porque o no son productivos o no son competitivos y requieren de un vigoroso mercado interno que quedó destrozado, tras el régimen kirchnerista.
Esta es la gran deuda que tiene por delante la administración Macri: la generación de empleo productivo.
Pero de ello depende que haya condiciones que permitan generar inversiones en mano de obra productiva tanto en bienes como en servicios. Esas condiciones están en manos del gobierno y de los sindicatos.
La globalización ha cambiado la economía mundial hacia nuevos paradigmas productivos. Si el gobierno no entiende que la Argentina debe tener costos impositivos y laborales bajos, entonces habrá perdido el tren de la productividad y la competitividad y tanto el desempleo como la informalidad laboral dejarán de ser una situación coyuntural y pasarán a tener características estructurales.
DyN.
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