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Deportes 17 de diciembre de 2016

Gallardo debe ser el DT de la Selección

por Vito Amalfitano

El fútbol argentino ya se perdió a Carlos Bianchi para la Selección. El DT más ganador de la historia de clubes del país, un docente, un sabio. El fútbol argentino no consulta a su “Maestro Yoda”, a César Luis Menotti. La Selección también dejó pasar a Ramón Díaz, a Miguel Angel Russo, con Riquelme en el “paquete”.

¿También el fútbol argentino dejará pasar la oportunidad de aprovechar a Marcelo Gallardo? No solo por resultados, sino por conductas, estilo, formación, formas de manejarse, debe ser ya el DT de la Selección. La Comisión Desnormalizadora de la AFA, absolutamente ilegítima, si se repasa como llegó a la conducción, tras un “crisis” provocada por el gobierno nacional (algo que no solo hizo en el fútbol, por cierto), eligió a Edgardo Bauza. No tomó la palabra de Menotti, no llamó a Bianchi, otra vez se olvidaron de Russo y de Ramón. El entrenador que pusieron ya demostró no estar a la altura y tras la goleada sufrida en Belo Horizonte, y pese al repunte ante Colombia, se dijo aquí que era el momento justo para tomar una decisión. Que el Mundial hoy está en peligro, que hay tiempo hasta la nueva doble fecha de eliminatorias (en marzo) y se necesita un entrenador acorde a los futbolistas con los que cuenta el equipo argentino y más consustanciado con la idiosincrasia de nuestro fútbol.

Sea ahora o no, igualmente, no debe pasar el tiempo de Gallardo. Como si dejaron pasar a Bianchi y compañía. El presidentede River, Rodolfo D’Onofrio, acaba de contar, en Fox Sports Radio, que el DT múltiple campeón no solo se dedica a preparar el equipo para el domingo sino que hasta planificó el predio de Ezeiza con los arquitectos para el futuro de los pibes del club de Nuñez.

En la cancha, además, Gallardo pone equipos que se identifican con la verdadera esencia del fútbol argentino. Y llegó a los logros mayores casi siempre con el clásico 4-3-1-2, que siempre que puede aplica, y que no es simplemente un número telefónico en su caso, sino un verdadero estilo. Se puede equivocar. Como a todos, lo pueden asaltar los miedos demasiado temprano. Como le pasa a la mayoría de los técnicos en situaciones claves. Como al sacar a D’Alessandro en el Superclásico más de media hora antes del desenlace, con lo que significaba el enganche para llevarse a la rastra a Gago y todos los volantes de Boca el domingo pasado en el Monumental. Como hizo Pekerman con Riquelme en 2006 y nos costó nada menos que un Mundial. Menotti hay uno solo. Está claro. Pero Gallardo hay pocos. Y él hoy representa lo que debería ser una línea de juego definitiva para una Selección Argentina.

Más allá de esas cuestiones, que pueden ser materia de debate, los números también son contundentes. Y se enojaron algunos porque Riquelme volvió a decir la verdad, hace muy pocas horas, también en Fox Sports Radio: “River festeja un título cada 6 meses y Boca no gana la Copa desde hace 10 años”. Las estadísticas pueden ser aun más fuertes, y de paso lapidarias para la conducción de Boca, cuyo presidente dijo en campaña: “tengan preparado el pasaporte, de lo demás nos encargamos nosotros”. La realidad es que Angelici asumió con River en la B y Boca en el primer lugar de los clubes más ganadores de títulos internacionales. Desde ese momento hasta hoy Boca bajó al quinto lugar en el mundo en esa tabla de coronas, ahora ni siquiera juega esas Copas, y River ganó en el mismo lapso ocho títulos, seis de ellos con Gallardo, cinco copas internacionales. Lo empírico sostiene la interpretación.

Gallardo dijo que se viene la Libertadores y tiene que reflexionar si está preparado para ese nuevo “desgaste”, después de haberla ganado ya para el club. Está probado que sabe elegir jugadores (¿les suena Alario?) y que los sabe ubicar en la cancha como los mejores. Que opta a menudo por el camino más simple y màs emparentado con el verdadero estilo del fútbol argentino. Es el momento de que ese “desgaste” Gallardo lo “invierta” en un desafío nuevo. Es el tiempo de Gallardo para la Selección. Sino, siempre será tarde para lágrimas.