Eduardo Galeano falleció el 13 de abril de 2015. Un año después aparece “El cazador de historias”, tal el título del libro póstumo del escritor uruguayo. Una palabra odiosa, tal vez. Galeano estaba trabajando en este libro durante los años 2013-14, según lo explica el editor Carlos Díaz en una nota introductoria, cargada de afecto y admiración por el autor de “Las venas abiertas de América Latina”.
Hay de todo en botica, como se solía decir, en esta obra de Eduardo Galeano: recreaciones sobre Nicolás Ceasescu y sus socios Reagan y Nixon, (Amnesias), anécdotas sobre los cafés, hoy llamados notables, como el Tortoni de Buenos Aires y El Cairo de Rosario, citando obviamente a Roberto Fontanarrosa y su personaje Inodoro Pereyra (Cafés con historia), un viaje de Ulises con toda ironía (El nuevo mundo), la biblioteca de Augusto Pinochet con ácida humorada (El pequeño dictador ilustrado). Y cómo iba a faltar el generalísimo Francisco Franco, que un “día de octubre de 1959 mató cuatro mil seiscientas perdices batiendo su propio récord en matar republicanos” (Pequeño dictador invencible).
Como muestra, este botón, que extraigo del libro textualmente: “En noviembre de 1976, la dictadura militar argentina acribilló la casa de Clara Anahí Mariani y asesinó a sus padres. De ella, nunca más se supo, aunque desde entonces figura en la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires, en la sección reservada a los delincuentes subversivos. Su ficha dice: Extremista. Ella tenía tres meses de edad cuando fue catalogada así” (La peligrosa).
La parte final del libro, Prontuario y Quise, quiero, quisiera, expone tempos autobiográficos y su adhesión inconmovible por Juan Carlos Onetti, entre otras marcas poéticas en las piezas cortas, no necesariamente micro-cuentos. El uso de la brevedad es todo un arte en Eduardo Galeano, su síntesis muerde muchas veces y sus cuadros históricos nos dejan una reflexión, para estos tiempos que corren, pegados a una mueca o una sonrisa.
Se me disculpará un aparte personal. A mediados del 66 fui a Montevideo en una misión cinematográfica, fue cuando lo conocí en el Cine Club Universitario y en el Cine Club Fax y recuerdo haber compartido una mesa en el Parque Rodó, en una pizzería, junto a varios allegados al cine. Al tiempo salió publicado “Las venas abiertas de América Latina”, que marcó a toda aquella generación. Es justo recordar que Eduardo Galeano dirigió en Buenos Aires la revista Crisis, en donde se dieron a luz obras inaugurales de grandes escritores latinoamericanos, aparte de García Márquez, Daniel Moyano, Héctor Tizón y Haroldo Conti, entre muchos otros.
Apreciable obra la del escritor uruguayo.
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