“¿Solo una?”, ríe Gabriela Martínez, la bajista de Las Pelotas, cuando LA CAPITAL le pregunta con cuál canción se queda de la enorme lista que atesora esta banda histórica del rock nacional.

Hace memoria y recuerda que son más de treinta años, desde el ’93, en el seno del grupo liderado en la voz por Germán Daffunchio. Un camino de viajes: viajes reales y viajes convertidos en recitales. Piensa y se atreve con una canción: “Del último disco, Hasta el sol“.

Anti rock star, sencilla, Gaby no busca protagonismo en una banda que se rehizo varias veces. “Nunca imaginé un disco personal, soy bajo perfil, es el lugar de más comodidad“, responde. Tampoco se adjudica títulos.

 “Como tenemos tantas canciones podemos elegir y nos damos el lujo de no repetirnos. Siempre digo que un show es como un viaje, un viaje que hacemos junto con la gente”

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-Sos bajista de Las Pelotas desde el 93. ¿Sentís que abriste un camino, te sentís pionera en el rock hecho por mujeres?

-La verdad que se acercan muchas músicas y me lo dicen y me di cuenta… obviamente era un bicho muy raro, estar en el principio los noventa tocando en una banda de hombres. Pero lo hice un poco desde la inconciencia, entonces no lo sentí como una carga especial. No sentí que por ser mujer no iba a poder tocar en una banda. Esa inconciencia me jugó a favor: lo hice desde un lugar desprejuiciado, sin ponerle ese peso. Considero que entré en una banda como Las Pelotas que también eran unos bichos raros: probaron a una mujer en el bajo en el año ’93… El grupo me acompañó en esto. Y muchas veces se me acercan músicas para decirme que soy una referente y me alegro que haya servido a alguien mi experiencia. Pero es mi forma de ser el perfil bajo, soy bien bajista con un metro y medio.

-¿Cómo arman un show?

-Siempre vamos pensando en las ciudades que tenemos para ir, nos podemos dar el lujo de armar un show que no se repita con el anterior. Eso nos lo permiten la cantidad de canciones que tenemos. Nos gusta un poco jugar con eso. Nuestra propuesta es ir armando como secciones, un poco de canciones más para adentro, algo fuerte al principio, pasar por una parte reggae, un poco alegría tal vez. Pero como tenemos tantas canciones podemos elegir y nos damos el lujo de no repetirnos. Siempre digo que un show es como un viaje, un viaje que hacemos junto con la gente.

-¿Ya piensan en nuevo disco?

-Estamos en un momento compositivo, salió un corte de difusión el año pasado. Pero tenemos una seguidilla de shows, terminamos por España en julio, estamos un poco ocupados. Para trabajar en el estudio se viene el resto de la banda (al Valle de Traslasierra, en Córdoba) que vive en Buenos Aires, eso nos da una facilidad porque en el medio de la montaña es dificil distraerse. Pero con tantos shows se está haciendo difícil.

-Si repasamos las letras de las Las Pelotas, siempre salta el aspecto existencialista, filosófico, reflexivo. ¿Coincidís?

-Totalmente, la totalidad de las letras son de Germán (Daffunchio) y es increíble la capacidad que tiene. Para mi Germán tiene una facilidad de composición en general. Cuando nosotros nos juntamos a componer, tiramos ideas, me alucina que podemos tirar algo más íntimo y en una segunda idea algo más punk y él dice “Déjenme un ratito”. Y a todo le puede poner una melodía. Es el desarrollo que adquirió con los años.

-Las Pelotas nació como una banda contracultural. ¿Sigue presente la contracultura, te parece que es posible hablar de una categoría contracultural?

-En nuestra trayectoria, nosotros seguimos viajando por el país con la ilusión de llevar nuestras canciones, a veces contra viento y marea. Nuestro país es extenso, inacceible y muchas veces obviamente uno encara algunas giras sabiendo que económicamente no van a rendir, pero lo hacemos por seguir llevando nuestras canciones. El año pasado fuimos a Resistencia y a Formosa, es costoso llegar porque vamos con todo el equipo, con proyecciones. Yo creo que eso es contracultura. Nosotros seguimos apostando por eso, por viajar por todo el país tocando, pensando que uno puede aportar un grano de arena y ayudar a alguien a pensar algo diferente.