Quizá porque perdimos contacto con el fuego. Quizá porque perdimos la sorpresa que genera una voz cuando rompe un silencio. O quizá porque no quedan silencios para romper, sino para recuperar. Lo cierto es que olvidamos contarnos historias alrededor de unos leños que arden.
Ritos, rituales.
¿Acaso será por eso que muchos disfrutan de hacer asados? ¿Será por la mística que exhala el fuego, con esos miles de rojos vibrando en vivo y en directo? Más sencillo que un asado -y menos oneroso- es leer un cuento en voz alta, frente a hijos, amigos, familiares, hijos de amigos. Corrijo: frente a ellos no, con ellos, abrazados es mejor si se trata de niños y niñas. Y abrigados con ponchos, si la lectura se realiza en estos días de invierno antártico en una ciudad cuyas tardes se oscurecen demasiado rápido (para gusto de todos).
Tardes-noches de lectura, con fuegos imaginarios porque, al decir verdad, nuestros domicilios perdieron, la mayoría de las veces, la posibilidad de la calefacción con madera. Diversión sin tablets, sin celulares tintineando a toda hora, sin televisores que griten, sin computadoras ni hipervínculos, sin Youtube, sin ruiditos provenientes de videojuegos… Silencio para contar.
¿Contar qué? La llamada literatura infantil -uno de los sectores más dinámicos del mercado editorial- ofrece títulos buenísimos. Muchos de esos cuentos se pueden bajar desde la web (sí, lo tecnológico sirve a los fines artesanales). Y si no hay web, y si no hay dinero para libros, una buena opción son los manuales y libros escolares que contienen cuentos e historias aptas para ellos.
Las bibliotecas municipales, escolares, barriales son otra atracción a la hora de buscar qué leer.
Es fundamental que haya ganas de parte del lector, porque un libro y una voz pueden hacer mucho, pero pueden hacer mucho más si lee con énfasis. Si lo sabrán los abuelos que narran cuentos en las escuelas…
¿Recuerdan el famoso filme “El lector”? Abordó este mismo tema: una seductora mujer que adora escuchar historias. Y porque hay un público que busca relatos es que aparecieron los audiolibros, muchos de ellos leídos con voces famosas. Ya el Subcomadante Marcos -el mexicano que se hizo conocido a partir de la rebelión zapatista- también fue líder en este aspecto: editó dos libros con sus cuentos y los acompañó con sendos discos, en los que se escuchan sus historias exquisitas contadas con voces que también lo son.
Y ahí nos quedamos, atrapados por la tela de una voz, por las texturas de las palabras dichas con cadencia, por las tramas que se destejen cuando las decimos, por el poder sin fin del silencio.
Ritos, rituales. Tal vez no sea tan dificil recuperarlos.
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