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Deportes 16 de abril de 2020

Frustrada por la falta de respeto Ayelén Tarabini anunció su retiro

La gimnasta marplatense efectuó serias denuncias y anunció que se retira de la actividad a sus 27 años. Había dejado atrás una serie de lesiones importantes y se sintió destratada por el cuerpo técnico del seleccionado argentino de gimnasia artística.

Ayelén Tarabini sobre la viga de equilibrio, uno de sus aparatos preferidos y en donde llegó a ostentar el "1" en el ranking mundial.

Por Marcelo Solari

 

Resistió a todo. A las más duras lesiones, a las recuperaciones más largas, a las frustraciones más lacerantes, a dejar cosas de lado por perseguir sus sueños. Hasta que un día todo su ser dijo ¡basta! Una profunda pena, porque la marplatense Ayelén Tarabini, la mejor (o una de las mejores) gimnastas argentinas de los últimos años, tuvo que despedirse de su pasión, hastiada de los desplantes y faltas de respeto del brasileño Roger Medina, el coach del seleccionado argentino de gimnasia artística.

Así lo hizo saber  en todas sus cuentas en redes sociales (Facebook, Instagram y Twitter) y sus posteos causaron un inmediato rebote en todo el país y también con eco a nivel internacional, especialmente en Brasil.

Es muy duro tener que tomar la decisión de retirarse a los 27 años. Si bien la gimnasia es un deporte en el cual usualmente las grandes protagonistas son muy jóvenes, sin dudas Tarabini tenía todavía mucho para ofrecer. Además, mucho peor es tener que apartarse de una pasión propia por dificultades que ponen en el camino terceras personas.

Ya había quedado claro que sus sensaciones no habían sido las mejores después del Mundial Stuttgart (Alemania), en octubre del año pasado, cuando no tuvo la oportunidad de competir por una plaza para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. El head coach no le había permitido participar en dos aparatos y así, la dejaba afuera de poder cumplir su gran ilusión. “No fue un mal torneo para mí en lo personal, pero fue una de las más duras competencias en el aspecto psicológico. Quería largar todo, pero no era una opción defraudar al equipo, formado por un grupo de chicas fantásticas”.

Y, al regreso, anticipaba que era momento de pensar con la cabeza fría y los pies sobre la tierra cuáles eran sus mejores opciones en caso de continuar en la actividad.

Seguramente habrá analizado muchísimo, consultado con su familia y sus entrenadoras de toda la vida y habrá pasado muchas noches sin dormir hasta tomar la decisión de las últimas horas. No solo la de anunciar su retiro oficial y definitivo, sino también la de hacer públicos los numerosos inconvenientes y el destrato por parte del entrenador nacional, sumado a la falta de respaldo por de los dirigentes de la Confederación Argentina de Gimnasia. Algunos de ellos ya los había expresado en entrevistas anteriores con LA CAPITAL.

“Aproveché la cuarentena para encontrar las palabras adecuadas para despedirme”, expresó ayer en sus redes sociales una de las deportistas marplatenses más queridas por la gente.

Inició su publicación con un inclusivo “Hola a todos. Mucha gente me escribe si voy a clasificar a Tokio. La respuesta es No”. Y comienza a partir de allí una extensa y sentida enumeración de logros, lesiones, rehabilitaciones, sacrificios, alegrías y tristezas, hasta llegar a este presente insostenible. Y es imposible que no surjan algunas preguntas ineludibles. El sentido común conduce a algunas respuestas.

 

 

 

¿El historial de lesiones de Ayelén la habilitaba para tener privilegios? No. ¿Su recorrido y resultados en el seleccionado merecían una consideración especial? Sí.

¿Tiene el entrenador el derecho de optar por un determinado método de trabajo? Por supuesto que sí. ¿También a elegir el sistema de clasificación? Lógicamente. Pero si de verdad su aspiración es llevar a los mejores torneos el mejor equipo posible (para eso le pagan su salario) ¿por qué no permitir selectivos en donde las más calificadas obtuvieran su lugar?

Y por último, ¿merecía Tarabini las continuas faltas de respeto que denunció ayer? Claramente no. Semejante carrera merecía otro final. Y otro reconocimiento.



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