Entre el miedo a los extranjeros y la esperanza de una nueva Europa fortalecida, los franceses le dieron una victoria de dos tercios de los votos a Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen, luego de una campaña electoral que la última semana se volvió inusualmente agresiva.
Aunque muchos franceses no lo tuvieran en cuenta, en estas elecciones se jugaba el futuro y el rumbo de toda la Unión Europea e incluso de Occidente y sus valores. Por este motivo estas elecciones dejan ganadores y perdedores más allá de las fronteras de Francia.
En ese contexto, la victoria de Macron es también la victoria de los valores de la república francesa, de la democracia liberal y del proyecto de integración europeo. Por el otro lado, además de Le Pen y el populismo antieuropeo,
Vladimir Putin encabeza la lista de perdedores después del respaldo explícito a la candidata, seguido por los promotores del Brexit en Reino Unido y por un Donald Trump que cometió el bochornoso error de apoyar innecesariamente a una candidata que representa lo contrario a los valores democráticos y de derechos humanos que EEUU históricamente ha promovido.
Las elecciones legislativas
Los domingos 11 y 18 de junio, los franceses decidirán con qué mayoría gobernará Macron y si Francia puede impulsar, junto con Alemania, un necesario cambio en Europa. Pero en Francia las elecciones legislativas son locales y necesitan de maquinarias políticas experimentadas para obtener los votos en cada uno de los 577 distritos electorales, lo cual favorece a los partidos políticos establecidos –republicanos y socialistas. En este caso, los republicanos son quienes más posibilidades tienen de ganar en las elecciones parlamentarias, lo cual implica que Macron deberá llegar a un acuerdo de gobernabilidad con ellos, sí o sí.
En una semana el presidente electo dará a conocer el nombre de su Primer Ministro, con quien tendrá que formar equipo para enfrentarse al Brexit, la crisis del euro y varios desafíos de seguridad, además de los problemas internos de Francia. Hacer avanzar la UE en este momento requiere de gobiernos fuertes tanto en Francia como en Alemania.
Una Super Europa
El resultado de estas elecciones presidenciales marca un claro rumbo hacia un regionalismo más estrecho en una UE que aún atraviesa varias crisis y a la cual algunos se apuraban a declarar en su fase final. Precisamente la combinación de la crisis económica de 2008, el terrorismo y la crisis de los refugiados, ha dado lugar al avance de un populismo oportunista y destructivo que buscaba deslegitimar las propias instituciones europeas e incluso el mismo sistema democrático.
En contraste, la opción ganadora promueve un replanteo radical en la Unión Europea a través de una mayor cooperación que permita hacer frente a nuevos desafíos mediante nuevas instituciones comunitarias y una mayor flexibilidad en cuanto a la velocidad de la integración de acuerdo a las capacidades de los distintos países. Un ejemplo de las nuevas instituciones sería la creación de un Ministerio de Finanzas de la eurozona capaz de realizar gastos contracíclicos y efectuar emisión de deuda común, similar a la Ley de Financiamiento estadounidense de 1790, para enfrentar crisis económicas y financieras.
Hace sesenta años, cuando los líderes europeos se reunieron para firmar el Tratado de Roma, uno de sus objetivos comunes era fortalecer la posición global de Europa. Actualmente, además de ser un exitoso proyecto de paz y prosperidad, la UE, al ofrecer un mercado preferencial, es también la mejor defensa contra lo que Le Pen llamaba la “mundialización salvaje”.
Por supuesto que la UE es perfectible y enfrenta grandes inconvenientes económicos. Sin embargo, como conjunto, Europa es hoy una auténtica superpotencia y probablemente lo seguirá siendo en las próximas décadas –definiendo “superpotencia” como una entidad política que puede proyectar su poder militar, económico y “poder blando” transcontinentalmente con una probabilidad razonable de éxito. Pero para eso Europa debe ser vista como un solo actor. Separados, es sólo un puñado de países ricos.
El calendario electoral en la UE
En septiembre habrá elecciones parlamentarias en Alemania, donde ambos candidatos, la canciller Angela Merkel y el ex presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, tienen un firme compromiso con la Unión Europea.
Si Francia y Alemania logran impulsar el cambio que la UE necesita, es posible que las futuras elecciones, lejos de desencadenar un movimiento de desintegración europea, lleven al bloque a profundizar aún más el proceso de integración, tomando un rumbo similar al de los primeros años de los EE.UU: la defensa común y la deuda común, y no el de la desintegración.
Italia debe celebrar una elección parlamentaria en 2018. Dos de sus partidos principales –la Liga del Norte y el Movimiento 5 estrellas – han solicitado en diferentes momentos un referéndum sobre la membresía del país en el euro. Lo que pasará entonces estará por verse, pero no les resultará en absoluto conveniente salir de la UE, ya que les resultaría complicado encontrar financiación para la deuda pública fuera de la UE y manejar la inflación de la lira.
Luego de las elecciones en Francia y en Alemania, es improbable que los partidos extremistas o euroescépticos triunfen en cualquier país europeo. Si bien en Hungría y Polonia gobiernan partidos euroescépticos ultraderechistas, de ninguna manera han intentado retirarse de la UE. Incluso es posible que dentro de unos años, si Francia y Alemania logran amortiguar los problemas actuales y reinventar la UE tras la crisis, ese tipo de partidos políticos hayan perdido el apoyo popular.
Jean Monnet, uno de los fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, precursora de la Unión Europea, sostenía en la década del 50 que “Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para esas crisis”. Nunca más apropiado que ahora.
(*): Licenciada en Relaciones Internacionales.