Fiestas ilegales: entre el miedo al virus y querer divertirse
Las celebraciones masivas son uno de los focos principales de transmisión del coronavirus. Los negocios legales de ocio nocturno permanecen cerrados temporalmente como medida preventiva
Foto: EFE | Policía Nacional.
por Borja Méndez
MADRID, España.- “Somos siempre los mismos y no creo que nos contagiemos porque guardamos las medidas de seguridad”. Lo dice Alejandro, un estudiante de Ingeniería que organiza fiestas en una parcela para decenas de jóvenes que, de momento, se han “salvado” de un cerco policial que solo en este mes ha impedido 400 fiestas ilegales en Madrid.
Las celebraciones masivas son uno de los focos principales de transmisión del coronavirus en España, según señalan a diario las autoridades sanitarias, y los negocios legales de ocio nocturno, como discotecas y bares de copas, permanecen cerrados temporalmente como medida preventiva, lo supone pérdidas millonarias en el sector.
Por el contrario, viviendas, descampados y locales dedicados antes a cualquier otra actividad abren clandestinamente para saltarse estas restricciones impuestas por Madrid, entre las regiones más afectadas por la segunda ola de la epidemia.
Pero en otros lugares de España también ocurre. La Policía regional de Cataluña disolvió este sábado mediadocena de fiestas y dos macrobotellones de unas cien personas cada uno, que consisten en concentraciones al aire libre de jóvenes, generalmente, para relacionarse y consumir bebidas alcohólicas.
Actitud incomprensible
En la región de Madrid, Alejandro, de 28 años, “adapta” cada fin de semana una parcela de un municipio de la periferia de la capital de España para que sus amigos se diviertan y beban.
La misma edad tiene Manuel, un policía español al que le toca la otra parte: controlar que en las noches del fin de semana nadie se salte las normas excepcionales de seguridad impuestas por las circunstancias sanitarias actuales.
“Tienen mi edad -dice Manuel a EFE-, y por eso no acabo de entender que, en la situación en que estamos, se hagan estas fiestas”.
Manuel ya ha desalojado varias, como la que se celebraba en una casa turística del centro de Madrid, que se había convertido en una minidiscoteca.
“Al principio no querían salir a identificarse, y como no podemos entrar sin orden judicial en una vivienda, tuvimos que esperar dos horas hasta que los ‘invitados’ abandonaron la fiesta”, relata el agente.
Más presión policial
Dice el comisario principal de la Policía Municipal de Madrid, José Luis Morcillo, que la mayoría de los madrileños cumple las normas y que, lógicamente, entiende la indignación de los vecinos que llaman a las fuerzas del orden para alertar de la celebración de una fiesta.
La presión policial está reduciendo el número de fiestas ilegales, pero aún así solo en lo que va de mes se han desalojado unas 400 en la capital.
“Podemos garantizar que casi todas las fiestas en pisos serán localizadas y denunciadas”, advierte Morcillo.
Y para ello, el cuerpo que dirige ha montado un dispositivo especial de entre 300 y 500 agentes, que cada noche centran su trabajo en encontrar ese tipo de eventos, ahora no permitidos.
Para ello también rastrean las redes sociales en busca de convocatorias y de cualquier dato que les permita dar con una celebración prohibida y de riesgo para la salud.
Hasta este fin de semana, las multas tenían que ver fundamentalmente con el número de asistentes porque estaban prohibidas las reuniones de más de seis en la región de Madrid, y en todo caso entre la medianoche y las 6 de la madrugada desde este domingo, si no son personas que convivan entre ellas.
Entre el 9 y el 19 de octubre, la Policía Municipal de Madrid interpuso alrededor de 1.800 denuncias por estos motivos y, además, gestionó 800 avisos por ruido elevado.
¿Miedo al virus o a la multa?
Los jóvenes están concienciados de la situación que se vive en España, donde unos tres millones de personas se han contagiado hasta el momento, según reconoció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
También entienden las medidas restrictivas para evitar la propagación del virus, pero reconocen que necesitan relacionarse y divertirse.
Alejandro, el estudiante de Ingeniería, insiste a EFE en que las fiestas que organiza en una parcela guardan las medidas de seguridad, pero aún así, uno de sus amigos se contagió en una ocasión. El grupo tuvo que estar en cuarentena quince días. Después, todos dieron negativo en la prueba de diagnóstico PCR.
Confiesa que una multa podría acabar con sus convocatorias nocturnas. “Si en algún momento ocurre, lo tendré que dejar de hacer, más que nada porque no tengo mucho dinero”, admite.
Marta asistió con su novio el pasado día 11 a una sala del distrito de Tetuán (Madrid) a un concierto no autorizado donde había unas 90 personas, que fue desalojada por la Policía.
Esta joven, que trabaja con ancianos, explica a EFE que no sintió miedo en ningún momento. “Tengo respeto por el virus y me hubiera ido si no se hubieran respetado las medidas de seguridad”, asegura.
EFE.
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