El libro “Julián y el caballo de piedra”, del escritor argentino Felix Bruzzone, cuenta cómo un nene triste por estar solo el día de su cumpleaños inventa un mundo imaginario con la ayuda de un espejo mágico, una historia que roza la vida personal del autor y la búsqueda de esos padres ausentes.

Este es el segundo libro de literatura infantil de Bruzzone, hijo de desaparecidos, considerado uno de los escritores más importantes de la nueva narrativa argentina; el anterior fue “Julián en el espejo”, las aventuras de un nene que encuentra por casualidad un espejo en el patio de su casa que le muestra una especie de portal que lo transporta a otra realidad, una mucho más interesante que la propia.

En esta nueva entrega editada por Pípala, Bruzzone arremete una vez más con su personaje y su espejo. Julián le pide muchos deseos, pero en el fondo lo que necesita es la compañía de sus seres queridos en ese día tan especial.
“Era el día del cumpleaños de Julián. Afuera nevaba y todos los caminos estaban cortados. Su papá se había ido a trabajar a la fábrica de botellas de plástico. Su mamá se había ido a trabajar a la fábrica de tapitas para botellas de plástico”, comienza la historia.

El único que quedaba en su hogar era su perro, quien luego de regalarle una sandía, se echó a dormir. Miraba por la ventana y todo el panorama era desolador; entonces Julián tomó un espejo con el firme propósito de hacer magia.

-“¡Abracadabra, que de este espejo tan viejo salga un conejo!- dijo. Julián estaba seguro de que no iba a pasar nada. Ya preparaba otro pase mágico cuando el espejo se iluminó como un relámpago”, narra Bruzzone.
Poco a poco del espejo van saliendo distintos animales: un conejo, una cabra y hasta un elefante. Pero todos se van de su lado o se esconden; entonces Julián decide pedir uno que no se vaya nunca y pide un caballo de piedra.

El animal, blanco como la nieve, tomó vida y lo llevó al pequeño a pasear por el campo nevado, pero como no se entendían muy bien, los deseos de Julián eran malinterpretados por el caballo. No obstante, entre risa y risa, vivieron muchas aventuras hasta la hora en que todos volvieron a su casa para terminar el día en familia y con festejos.

-¿Quién es Julián?
-Es un chico, hijo único, cuyos padres trabajan mucho y están poco en casa. Y él siempre, de alguna o de de otra manera, los está buscando. Representa muchas cosas. Por momentos lo siento muy pegado a todos mis otros libros. Por momentos no. Es un poco las dos cosas. Últimamente pensaba que representa al chico que yo era, aunque yo no buscaba a mis papás del modo en que lo hace Julián.

-¿Cómo comenzó la historia de este personaje?
-Empecé inventando cuentos para mis hijos. Al principio eran orales. No me salía escribirlos. Pero cuando me pidieron una historia para publicar, me concentré un poco más y pude. Era cuestión de concentración, como todo.

-Muchos consideran que la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) es un género menor. ¿Qué opinás?
-No, no es un género menor. Es un género editorial. Menor o mayor puede ser lo que haya adentro de él, como puede pasar con lo que hay adentro de cualquier cosa. Creo que en LIJ hay de todo, como en todas partes. Me gustaría poder entrar y salir de ahí sin que se note.

-¿Vas a seguir incursionando en esta literatura?
-En realidad me interesa más el objeto libro álbum que el género LIJ. Eso es lo que me llama la atención de todo esto. Así que mientras me siga interesando ese objeto voy a seguir, sin duda.

El libro cuenta con ilustraciones del artista cordobés Germán Wendel -premio de la Fundación Klemm, Fundación ProArte y Uade, entre otros-, quien ayudó a que los personajes narrados por Bruzzone tomaran vida.
Bruzzone estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Publicó cuentos en antologías, revistas y sitios de Internet en la Argentina, Francia, Italia, España, Alemania, México, Uruguay e Inglaterra.