Falucho, entre la verdad y la leyenda
¿El "Negro Falucho" es un personaje real, una leyenda, una mezcla de ambos o acaso un símbolo de los valerosos y nunca reconocidos afrodescendientes que dieron su sangre en nuestra guerra de la Independencia?
por Carlos V. González Rivero
La calle que hoy nos ocupa lleva el nombre de un incierto personaje de nuestra historia. No digo que haya sido una creación de la imaginación o de la necesidad de ciertos historiadores, pero seguramente los relatos recogidos en el tiempo difieren en algunos detalles.
Convengamos que también a nuestro máximo héroe, San Martín, lo vemos en los cuadros de las aulas montado en un caballo blanco cruzando Los Andes, y la realidad, que lo enaltece aún mas, es que por buenos tramos su maltrecha salud hizo que el cruce lo hiciera emponchado en una camilla.
Antes de entrar en las tribulaciones del heroico Falucho les cuento que la calle que lo recuerda lleva ese nombre desde Abril de 1897. Nace en el Boulevard Marítimo Peralta Ramos, unos pocos metros al sur del Cabo Corrientes.
Su primer cuadra la recorre bordeando por el sudoeste al edificio “Mirador Cabo Corrientes”, cruza Aristóbulo del Valle y se interrumpe una cuadra mas allá, en Leandro N. Alem donde encontramos el chalet pintoresquista inglés, Villa Varese (encargado por su propietario Luis Ezcurra a los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno, y construido en 1929 por Arturo Lemmi), hoy Piazza “de la costa”.
La curvatura de la pequeña bahía de Varese hace que nuestra calle vuelva a aparecer a pocos metros hacia el norte de la intersección del Boulevard Marítimo con la calle General Paz.
En la trepada inicial, encierra junto al mencionado Boulevard y a la calle General Rivas la plazoleta triangular denominada “Plaza Molise” apadrinada desde 2005 por la comunidad molisana de Mar del Plata.
Este barrio hasta la calle Güemes es Lomas de Stella Maris, y seguramente la construcción más característica es la Torre Tanque, en la esquina con Mendoza. La misma fue diseñada para Obras Sanitarias de la Nación por Cornelio Lange. Es de estilo Tudor construida con piedra Mar del Plata la que seguramente fue extraída a fuerza de dinamita en el propio terreno. El techo es de pizarra a 4 aguas y la altura es de 88,40 metros, levantándose en el lugar mas alto de la loma de Stella Maris. En su interior hay un tanque cuya capacidad es de 500 metros cúbicos (500.000 litros) mientras que la cisterna subterránea dividida en dos tiene una capacidad de 13.000 metros cúbicos. Fue inaugurada el 30/1/1943.
Entre Mendoza y Viamonte flanquea por el sudoeste al Instituto Stella Maris Adoratrices. Pasada la calle Güemes se interna en el área centro hasta La Rioja. Allí bordea por el sudoeste a la Plaza Mitre entre San Luis e Hipólito Yrigoyen.
En La Rioja entra en el barrio Plaza Peralta Ramos, entre Catamarca e Independencia pasa junto al que siempre conocimos como “El San Vicente”, hoy institución educativa perteneciente a Fasta. Bordea la plaza Peralta Ramos entre 20 de Septiembre y Dorrego. A partir de la calle San Juan discurre por el barrio Don Bosco hasta la calle Chile, a partir de la cual entra en el barrio Los Andes hasta la Avenida Champagnat. Desde Champagnat hasta Arturo Alió es el barrio Las Lilas el que la contiene. Allí está interrumpida entre Mariano Acosta y Tres Arroyos por la cancha del Club Nación. Entre Alió y Czetz transita por el barrio Coronel Dorrego, Desde Czetz hasta Fermín Errea el barrio Jorge Newbery y culmina en la calle Sandino, en el barrio Santa Rosa de Lima.
El Negro Falucho
Todos coinciden en que su nombre fue Antonio Ruiz. Algunos aseguran que ese nombre lo tomó de su amo en tiempos en que fue liberto, otros dicen que nació en Africa y algunos en su querida Buenos Aires.
Formó parte del Ejército de Los Andes y los sucesos que lo inmortalizaron se desarrollaron en el Puerto de El Callao contiguo a Lima, Perú. Hacia 1824, ya con el general San Martín retirado, los soldados argentinos, chilenos y varios peruanos fueron destinados por el general Simón Bolívar a los castillos del puerto, más precisamente al Real Felipe. Eran tristes tiempos para Falucho y sus camaradas. Estaban casi sin ropa, mal pagos y mal nutridos y encima huérfanos del gran capitán. Ese malestar fue generando tensiones que desembocaron en un motín en la noche del 4 al 5 de febrero de 1824. La mayoría de los rebeldes eran negros libertos, tanto argentinos como chilenos. En el castillo había varios oficiales españoles prisioneros, y fueron ellos quienes convencieron a los cabecillas de los sublevados que se pasasen a las filas del rey.
Así dadas las cosas, los prisioneros tomaron una bandera española y la enarbolaron. Era el 7 de febrero y en ocasión en que Falucho fue conminado a rendirle homenaje al pabellón español, se resiste. Es acusado al grito de: ¡Revolucionario, revolucionario! Y Falucho respondió con las poéticas palabras que puso Bartolomé Mitre en su boca: “Malo es ser revolucionario, pero peor es ser traidor”.
Falucho cayó fusilado al grito de “Viva Buenos Aires” y con él cayeron otros camaradas.
Fue Mitre quien primero describió los hechos, y muchos creen que fue una creación romántica del historiador en 1875, en parte para rendirle homenaje a esa brava raza que tanta sangre derramó en las gestas de la emancipación.
José M. Rosa habla del “Invento de Mitre” aseverando que no existía ningún documento ni testimonio de esos hechos. Hay quienes dicen que Mitre pudo haber recogido dichos de testigos presenciales de aquellos sucesos.
También hubo controversias sobre la existencia de más de un “Falucho” en las filas del ejército. De hecho el sobrenombre dicen que era usado en reemplazo del ofensivo “catinga” que San Martín prohibió.
Falucho es el tipo de sombrero que usaba precisamente San Martín, abarquillado con dos puntas prominentes, tal lo vemos en las estatuas ecuestres del Libertador. Difícilmente un soldado de baja categoría hubiese usado ese tipo de gorro, pero es otro factor que alimenta el misterio.
Y por si lo mencionado fuera poco, agrego los siguientes párrafos de Mario Rodolfo Tamagno: En carta de Guillermo Miller a San Martín fechada en Lima el 20 de agosto de 1830, le comenta “es muy recomendable la memoria que le conservan (a Ud.) sus antiguos soldados: entre ellos se ha distinguido el morenito Falucho, que era de la Compañía Cazadores del Nº 8 y que tomó una bandera en Maypú”.
En la respuesta a la anterior, que envía desde París con fecha 10 de julio de 1831, San Martín le expresa: “Le aseguro que he tenido una verdadera satisfacción con la noticia que me da del célebre y nunca bien ponderado Falucho”.
Si Miller lo ha encontrado en Lima, si San Martín lo recuerda, y lo recuerda como “célebre”, no hay dudas: Falucho existió.
Hay otra mención. En carta de Tomás Guido a Manuel Olazábal de fecha 18 de febrero de 1864 le comenta: “Recuerdo perfectamente que el soldado Falucho pertenecía al Nº 8”. Habían pasado cuarenta años, y todavía lo recuerda perfectamente.
Como verán, las historias son a veces contradictorias, con fechas incongruentes, con tendencias según quien escriba. Pero lo cierto, lo que parece ser común a todas las opiniones es el heroísmo o en todo caso la fidelidad y la entrega de un soldado negro, o tal vez dos, o por qué no, muchos “Faluchos” que entregaron sangre a cambio de libertad.
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