Falleció el artista plástico Nicolás García Uriburu
El arquitecto y artista plástico Nicolás García Uriburu falleció ayer a los 78 años. Deja como legado su mirada visionaria y pionera en el land-art, artífice de una temprana conciencia ecológica que mediante numerosas acciones artísticas abogó contra el uso abusivo de los recursos naturales.
El artista plástico Nicolás García Uriburu, pionero del land-art, tendencia que utiliza los paisajes y los elementos de la naturaleza como escenario y medio para realizar obras de arte, falleció en la noche del lunes en la guardia del porteño Hospital Rivadavia.
Durante los años 60 y los 70 fue uno de los principales exponentes del arte argentino.
García Uriburu, a quien no le gustaba hablar de fronteras políticas y que vivía tanto en Uruguay como en Argentina, y pintó de verde no sólo el Gran Canal de Venecia sino también el Riachuelo, legó una estética vibrante y un compromiso ambiental inusual para la época, que lo llevó de las mecas mundiales del arte a correligionario de Greenpeace en sus ‘acciones verdes’.
Su conexión con lo lúdico lo acompañó hasta el final de sus días y reforzó desde el principio su responsabilidad con el saneamiento del planeta, a través de un lenguaje artístico que renovó paradigmas en torno al cuidado ambiental y sacudió la percepción con colores brillantes y fuertes, así como con formas sencillas.
“La ecología no fue algo premeditado, surgió naturalmente al buscar un color que no molestara el agua, me fui metiendo sin darme cuenta en todo el tema de la contaminación”, resumía García Uriburu.
El hombre que supo codearse con Salvador Dalí, Andy Warhol o Joseph Beuys, el que enmarcó su distintiva estética en un interés ecológico proactivo contra el abuso de recursos naturales, unió las ciudades de Nueva York, París, Venecia y Buenos Aires con el verde característico de su mameluco, el mismo con que había hecho brillar el Gran Canal veneciano en plena Bienal del ’68, el año de la imaginación al poder.
Su primera exposición individual, en 1954 en la Galería Muller, lejos había quedado del impacto obtenido por el inquieto artista con la coloración de aguas, una marca personal que lo llevó del East River neoyorquino, al parisino Sena, o del Lago Vincennes a las fuentes de Trocadero y Trafalgar square en Londres, Inglaterra, o las de Hatchiko, en Japón.
García Uriburu fue profeta en su tierra y fuera de ella -ícono de una obra de características pop-: en 1968 obtuvo el galardón Le Franc, seguido por el Gran Premio Nacional con su obra “Las tres gracias”; en 1974 coloreó los puertos de Amberes, en Bélgica, y Niza, en Francia; y en 1975 recibió el Primer Premio Bienal de Tokio.
Sus acciones artísticas incluyeron extensas plantaciones de árboles: 5.000 en 1982 en Buenos Aires y tres kilómetros más de especies autóctonas entre 1988 y 1995, intervenciones que replicó en suelo chileno y uruguayo.
Con el regreso de la democracia en la Argentina, fue García Uriburu quien coloreó las fuentes de la Plaza del Congreso y Monumento a los Españoles de Buenos Aires, íconos cívicos y urbanísticos a los que sumó años más tarde la pirámide del museo Louvre, en París, contra el uso de armas químicas.
Galardones como el Braque, el Primer Otium Ecología, el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes y el Konex de Platino se sucedieron en su carrera desde 1985 a 2002, con piezas que fueron del informalismo al pop-art; abordaron el antagonismo entre la naturaleza y la civilización; y se encargaron, entre otras cuestiones, de los animales en extinción, la geopolítica y de mitos argentinos como la figura de Evita.
En los 90 retomó lo más celebrado de su arte y coloreó las fuentes del Museo de Arte de Sao Paulo en Brasil y el Dock 3, en Puerto Madero.
En 2011, fue una de las figuras centrales de la exposición “Color en flujo”, mediante la cual le puso color al río que rodea el Museo de Weserburg, uno de los mayores museos de arte contemporáneo de Alemania.
Su deceso fue precedido por un conflicto familiar que lo llevó a desmentir, hace un mes atrás, que padeciera “demencia frontotemporal”, frente a un fallo judicial que lo inhabilitaba a disponer de sus bienes y a dejar el país sin autorización previa (ver recuadro).
Su muerte deja como herencia una vasta obra que incluye entre otras, la serie de pinturas y fotografías de “Intervenciones a la naturaleza”, las instalaciones de “Denuncias contra la contaminación”, los objetos de “Víctimas y victimarios” y las serigrafías del proyecto “Portfolio manifiesto”.
A través de su arte quería concientizar sobre la contaminación ambiental y contribuyó en varias ocasiones en campañas de organizaciones proteccionistas como el caso de Greenpeace.
García Uriburu fue uno de los artistas que realizó la coloración del Gran Canal de Venecia en 1968, durante la Bienal que se desarrolla en esa ciudad, y con su obra intentó dar una señal de alarma contra la contaminación de ríos y mares.
El artista era presidente la Fundación que lleva su nombre, dedicada al estudio del arte de los pueblos originarios de América, además de curador vitalicio del museo que lleva su nombre en la ciudad de Maldonado, Uruguay, en donde se exhibe la Colección de Pintura y Escultura Nacional, que el artista donó al estado uruguayo.
Algunos de los premios a lo largo de su carrera fueron “Gran Premio de Pintura Nacional” (1998), “Prix Lefranc” (París, 1968); “Primer Premio de la Bienal de Tokio” (Tokio, 1975); y el “Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes” (Buenos Aires, 2000).
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