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Opinión 26 de julio de 2017

Eva Perón es historia, leyenda y mito

A 65 años de su muerte, recordemos a la mujer que fue el motor y el corazón revolucionario de un movimiento político, y se ganó el cariño de la gente

El hotel Hurlingham -que había sido comprado por el Sindicato de Empleados de Comercio y pasó a llamarse Eva Perón- fue cubierto con flores el día del fallecimiento de la primera dama.

por Martín Balza

El destino quiso que en mi primer año como cadete del Colegio Militar prestara guardia de honor en el velatorio de María Eva Duarte de Perón. Fue la primera y única mujer argentina que alcanzó una notoria proyección internacional. Tengo todavía hoy muy presente el imponente desfile de tristeza popular que acompañó y escoltó sus funerales. Aprecié largas filas de personas que pacientemente esperaban su turno bajo la lluvia y la invernal temperatura. Aún hoy recuerdo su rostro dulce y firme en su postrer descanso. También, su voz apasionada, convencida y sus fogosos discursos que, al igual que los de Juan D. Perón, tenían momentos de verdadero éxtasis.

Era difícil para mí comprender entonces dolor tan grande, casi intangible, de los miles de argentinos que vi pasar ante su féretro para rendirle su último adiós. Recuerdo a un hombre que, acongojado, expresó: “¿Por qué te fuiste, Evita? Sólo Perón nos queda ahora”. Esa aparente frágil mujer había sido, sin duda, una suerte de motor, de corazón revolucionario del movimiento político que había concitado una adhesión mayoritaria en el país, y calado muy hondo en el cariño popular. Su carisma personal despertó pasiones.

Había nacido el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. A los 15 años arribó a la ciudad de Buenos Aires e inició una carrera artística en teatro, cine y radioteatro que culminaría diez años después. Su ciclo radial en Heroínas de la Historia y la película La pródiga fueron premonitorios en su vida. Conoció a Perón en el estadio Luna Park de Buenos Aires, en un acto para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de San Juan, en 1944. Con apenas 25 años de edad, retomó y superó el trabajo reivindicatorio social de sus antecesoras, Regina Pacini de Alvear y Alicia Moreau de Justo.

Nunca olvidó su modesto origen, las carencias durante su infancia, ni ocupó un cargo público. Quizá por eso, por su gran sensibilidad frente a las necesidades básicas, actuó de hecho como ministra de Salud y de Trabajo. Se casó con Perón en octubre de 1945; la ceremonia civil se realizó en Junín y la religiosa, en la iglesia San Francisco, de la ciudad de La Plata. Creó la Fundación Eva Perón y con los fondos recaudados —donaciones, contribuciones voluntarias, aportes de la lotería nacional y otros— se construyeron cientos de escuelas, hospitales, orfanatos, geriátricos, asilos, casas de madres solteras, campos deportivos y otras instituciones destinadas a los sectores más necesitados.

La historiadora Susana Bianchi recuerda que en 1949 la Fundación “envió a Israel alimentos, medicinas y otros elementos de primera necesidad”. Se abocó con toda su fuerza a la justicia social. Su fundación también gestionó y logró en 1951 las pensiones a la vejez que se acordaron para las personas con más de sesenta años y que, por supuesto, no se encontraban amparadas por regímenes de previsión o que tuvieran recursos propios. Fue artífice, en 1947, del voto femenino. Ese mismo año la revista Time, hoy equivalente a la CNN, le dedicó una portada.

Enferma de cáncer desde 1950, falleció el sábado 26 de julio de 1952. Sólo tenía 33 años. Sus restos fueron depositados en un mausoleo en el edificio de la Confederación General del Trabajo. Años después, en 1955, el régimen impuesto por el golpe cívico-militar de la autodenominada “revolución libertadora” haría ultrajar repugnantemente y hacer desaparecer su cadáver, que recién sería devuelto a Perón en 1971 por el presidente de facto, general Alejandro A. Lanusse.

En 1996 accedí a recibir en mi oficina del Estado Mayor del Ejército al director y productor de cine inglés Alan Parker, quien solicitó apoyo para filmar algunas escenas de su película Evita. Concretamente, pedía la participación del Regimiento de Granaderos a Caballo, en especial de su Fanfarria montada, que simularían tocar y cantar el conocido tema Don’t cry for me Argentina (‘No llores por mí Argentina’). Le manifesté que el Ejército solamente colaboraba con películas sobre episodios históricos o relacionados con la promoción del turismo en nuestro país y que su ópera rock podría afectar sentimientos de gran parte del pueblo argentino al ver a la cantautora y reina del Pop, Madonna Louise V. Ciccone, representar a la señora Eva Perón. Parker insistió ofreciéndome “lo que usted necesite”, frase que dio por terminada la conversación. Días después, el Gobierno accedió a que se rodaran algunas tomas para la película, pero en instalaciones de la Casa Rosada.

Se equivocaron todos aquellos que creyeron que su pueblo la olvidaría. A partir de su muerte, Eva Perón se convirtió en “Evita”: historia, leyenda y mito. En la historia argentina recuerdo solamente dos casos similares, uno antes y otro después de su muerte. Entiendo por mito la historia de quien trasciende lo fáctico. Para el cardenal Joseph Ratzinger (papa Benedicto XVI): “El vocablo mito se sigue interpretando hoy, en sentido positivo, como una especie de presión visionaria de realidades que superan los sentidos; contiene, pues, una verdad superior a la de lo meramente fáctico”.

Por su parte, Ernesto Sabato dice del mito: “Por esencia, es refractario a cualquier tentativa racionalizadora, y su verdad paradójica desafía todas las categorías de la lógica aristotélica o dialéctica”. Me permitiría agregar que un mito traspasa los años, las edades y las clases sociales, y adquiere una dimensión más amplia que otros calificativos.

(*): El autor es ex jefe del Ejército Argentino, veterano de la guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.



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