Por Ramiro Melucci

Los que lo conocen dicen que siempre fue mejor para contraatacar que para dar el primer golpe. Por eso disfrutaron cuando Maximiliano Abad insinuó una sonrisa y empezó a mover los dedos de su mano derecha para pedir la palabra en la Comisión de Acuerdos del Senado –que trataba el pliego de Manuel García Mansilla para la Corte Suprema– mientras el presidente de su partido, Martín Lousteau, se avergonzaba de él y lo acusaba de especular con el quórum.

Como respuesta, el jefe del radicalismo bonaerense le endosó al porteño su pasado de funcionario de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, consideró una “bajeza” la acusación pública a un miembro de su mismo partido y le dijo lo que él y sus hombres de confianza repetían hace tiempo por lo bajo: que Lousteau “se mira todo tiempo el ombligo”.

El cruce exteriorizó lo que ningún radical desconocía: el enfrentamiento entre el titular del Comité Nacional y el hombre fuerte del territorio bonaerense. En Mar del Plata, donde Abad es local, no lo describen como un desentendimiento entre la UCR nacional y la provincial, sino como algo más amplio y tajante: una división de la Capital y el interior. A la usanza de los unitarios contra los federales.

Junto con el cruce del Senado volvió la pulseada por las elecciones internas que la UCR bonaerense realizó en octubre del año pasado: la Cámara Nacional Electoral ordenó que se repita la votación en tres mesas que habían sido impugnadas en Quilmes, La Matanza y Ezeiza. También pidió que se resuelvan las impugnaciones a mesas de Mar del Plata, Tigre, San Martín y Villarino.

En Mar del Plata, donde Abad es local, no lo describen como un desentendimiento entre la UCR nacional y la provincial, sino como algo más amplio y tajante: una división de la Capital y el interior.

“Los radicales no se sienten identificados con Lousteau. Si él va para la izquierda y los demás doblan a la derecha, o tiene un problema de conducción o lo que le falta es interpretación”, analizan cerca de Abad, en momentos en que Chaco viene de dar la nota por ser la cuna del primer acuerdo electoral entre la UCR y La Libertad Avanza.

En Evolución, la línea interna de Lousteau, le achacan a Abad especular con la posibilidad de un acuerdo con los libertarios. Algo que, de todos modos, todavía está muy lejos. Ni siquiera el PRO, más cercano ideológicamente, logró suscribir un pacto con el partido de Javier Milei. Por lo pronto, radicales y amarillos de la provincia se aprestan a convertir el acto conjunto que iban a realizar el lunes pasado en La Plata en una conferencia de prensa en la que prevén marcar un nuevo punto de partida común tras la desaparición de Juntos por el Cambio. Será el martes.

El intendente Guillermo Montenegro y el PRO local ya avisaron que no los esperen. Refuerzan, así, el distanciamiento con el macrismo. Cerca del jefe comunal consideran un error la contienda que se aproxima con los libertarios en la Ciudad de Buenos Aires. “Es una cuestión distrital, no tiene nada que ver con la provincia ni con Mar del Plata”, aclaran. “Acá no vamos a ser parte de una división para darle una chance al kirchnerismo”.

Mientras busca mostrarse en las antípodas de Axel Kicillof, parece evidente que el intendente no ve otra posibilidad más que un armado conjunto con La Libertad Avanza. Cómo sería, si la UCR y la Coalición Cívica pueden ingresar o no, está por verse. Pero el objetivo oficial es no dividir al electorado “para que Raverta y Pulti no ganen”.

Lejos de los tiempos en que proclamaba la necesidad de consensos con la oposición, Montenegro asegura que el único propósito de un sector es que a él “le vaya mal” y sostiene que con otro “se podía hablar, pero hoy ya no”. Habla del kirchnerismo y de Acción Marplatense, en ese orden.

Con ese libreto en auge sostiene su cruzada contra los “trapitos”, en la que acaba de dar su paso más controvertido, al tratar a todos como delincuentes. “Encontrar un trapito sin antecedentes es como encontrar una aguja en un pajar”, generalizó antes de ponerse al frente de la convocatoria para sumar agentes a la Patrulla Municipal, el cuerpo ejecutor de los procedimientos contra los cuidacoches.

Pocas cosas le dan tanta satisfacción como ver que empiezan a imitarlo. “Vamos a terminar con la mafia de los trapitos. Se creen dueños de la calle: extorsionan, aprietan y roban. No va más, acá se les acabó el negocio”. La frase no la pronunció él, sino el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, al anunciar el envío a la Legislatura porteña de un proyecto para endurecer las penas a los cuidacoches.

“Plagio”, dijeron en la mesa chica del jefe comunal. El dato político es que no hubo ni una sola consulta, ni un solo llamado, de CABA a Mar del Plata para abordar estrategias comunes. Cada uno lo hace a su manera. A Montenegro, por caso, ni le interesa una ordenanza del Concejo, como en algún momento presentó su propio bloque para regular la actividad. “Para nosotros son delincuentes”, insisten a su lado. Y citan (no es broma) una ordenanza que prohibió la mendicidad callejera en 1948.

Pocas cosas le dan al intendente tanta satisfacción como ver que empiezan a imitarlo. “Vamos a terminar con la mafia de los trapitos”, postuló el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri.

El peronismo y sus socios lo ven como un posicionamiento personal y ya casi no alimentan la controversia. Tienen sus propios dilemas internos. Kicillof acaba de ponerle presión a la Legislatura para que suspenda las PASO. Fue al establecer que, si eso no ocurre, se realizarán el 13 de julio. El reproche del mandatario es, en buena medida, para la tropa peronista que no le responde: Cristina Kirchner y Sergio Massa pretenden que la suspensión de las PASO llegue acompañada de una definición consensuada sobre el modo y la fecha de los comicios.

Expectantes por la definición, en la ciudad los seguidores del gobernador observan a Fernanda Raverta mostrando la lapicera que le proporciona la estructura del PJ para el armado de listas. Anhelan que Kicillof asuma el protagonismo “que merece” para que la redacción de los nombres sea compartida. “Tiene que tener legisladores y concejales propios, si no le va a pasar lo que le está pasando ahora en la Legislatura”, dicen.

Mar del Plata dio una gran muestra de solidaridad con Bahía Blanca.

En otro plano, la catástrofe de las inundaciones en Bahía Blanca movilizó a todo el país y Mar del Plata no fue la excepción. La presidenta del Concejo Deliberante, la radical Marina Sánchez Herrero, se puso al frente de la campaña de donación. En nombre del cuerpo deliberativo, coordinó con diversos sectores el acopio y el transporte de la mercadería donada. Ante los medios siempre apareció sola. Hubiera convenido un mensaje conjunto, una foto de unidad de todo el Concejo. El intento de lograrlo existió, pero el compromiso inicial se evaporó al calor de los egos y las diferencias metodológicas.

Por un motivo diferente, otro radical se llevó algunas miradas. En la Comisión de Derechos Humanos del Concejo se trató un repudio “al discurso de odio promovido por el presidente de la Nación” en el Foro Económico Mundial de Davos. Lo lógico hubiera sido que a la oposición no le alcanzaran los votos para aprobarlo, pero Daniel Núñez se levantó de su silla y destrozó la lógica.

El movimiento le permitió a los concejales opositores aprobar, al menos en la primera comisión, una declaración contra Milei. Acostumbrados a perder siempre por imperio de la mayoría oficialista, se dieron un pequeño gusto. A expensas de un radical de Abad que no estuvo dispuesto consentir las bravuconadas del león.