Escritura en la cárcel: mujeres recuperan su voz en un taller literario
Presentaron en el Museo MAR textos escritos por mujeres detenidas en la Unidad Penitenciaria Nº 50 de Batán que surgieron en un taller coordinado por Juliana Arens y Rocío Fernández. Las docentes cuentan a LA CAPITAL sus experiencias, reflexionan sobre la potencialidad de la escritura en entornos de encierro y nos acercan las creaciones literarias de sus alumnas.
En la presentación del Museo MAR, se montó una cabina de sonido para escuchar a las autoras leyendo sus textos.
Por Rocío Ibarlucía
“Las mujeres de la Unidad 50 nos encontramos en el taller de fanzines para poder volcar en forma artística una expresión donde muchas veces en nuestro contexto de encierro no solemos ser escuchadas; de esta forma, por medio de la escritura nos explayamos de una manera libre y auténtica”, “El proyecto FUGA es un rato que pasamos en libertad para olvidarnos del encierro en donde estamos”, “nos hace salir un poco de nuestra realidad (fugarnos de allí adentro)”. Así presentaron sus textos las mujeres que asisten semanalmente al taller coordinado por Juliana Arens y Rocío Fernández, docentes que se proponen agrietar el encierro con espacios de lectura, escritura y edición en la Unidad Penitenciaria Nº 50 de Batán.
Escritura y libertad son sinónimos en los discursos de este grupo de mujeres, en tanto el ejercicio de escribir les da la posibilidad de fugarse, de traspasar los muros aunque sea durante tres horas a través de la fantasía y la imaginación. “Gracias a este proyecto somos libres”, escribe otra participante del taller que sus docentes decidieron llamar FUGA. Este nombre fue pensado como si fuera una sigla cuyo significado debía ser completado por las participantes: “No queríamos imponer el sentido nosotras -explica Fernández-, por eso, intentamos ir cargando ese nombre de un sentido más bien colectivo”.
Y las palabras que surgieron alrededor de FUGA fueron, entre muchas otras, “f” de fuerza, fantasía, felicidad; “u” de únicas, unidas, últimas; “g” de guerreras, guapas, garabatos; “a” de astutas, auténticas, abrazadas. En estas elecciones, aparece, además de la fantasía, la unión y la fuerza de lo colectivo. Porque una de las cuestiones que resaltan tanto las docentes como sus alumnas es que el taller también es un espacio de reunión, de trabajo en equipo y de red de alianzas que intentan forjar tanto dentro como fuera del penal.
Para poder crear este espacio de confianza y compañerismo, tuvo que pasar un tiempo, pero no tanto. Las clases, de hecho, empezaron en septiembre de 2022, en el marco de una actividad de extensión de la Universidad Nacional de Mar del Plata que tuvo una duración de tres meses. Desde abril de este año, el taller continúa, con la incorporación de dos nuevas docentes -Zoe Stillman y Sol Pérez-, ya como proyecto de extensión de la Facultad de Humanidades, y pronto funcionará en articulación con el Departamento de Letras y la CTA.
Formada en Comunicación Social y Antropología, Juliana Arens viene trabajando hace quince años en torno a la privación de la libertad y las instituciones penitenciarias, y cuenta a LA CAPITAL que lo hace “desde el activismo, la extensión universitaria y la investigación académica”. Rocío Fernández, por su lado, es docente e investigadora en literatura cubana y, a diferencia de Arens, esta fue su primera experiencia en un penal. El cruce de disciplinas y formaciones de ambas “resulta muy nutritivo para el taller -cuenta Fernández- ya que mientras una aporta saberes propios de la enseñanza de la literatura, la otra ofrece todo el background de los talleres de educación popular en contextos de encierro”.
A la presentación de los fanzines asistieron familiares y amigos de las participantes del taller.
FUGA llega al MAR
Algunas de las producciones literarias de las participantes del taller fueron presentadas en el Museo MAR el pasado domingo 7 de mayo. Para esta ocasión, las coordinadoras compartieron dos fanzines (publicaciones artesanales, autogestionadas y de pequeño tiraje) con textos breves que surgieron de consignas trabajadas en clase.
Cuando Luciana Caamaño (escritora y curadora de la intervención “Premio Adquisición 8M” en el Museo MAR) invitó a las docentes a exponer en este espacio las producciones del taller, “nos hacía ruido hacer una presentación de los fanzines sin las autoras. La manera que pensamos entre todas es que estuvieran sus voces, así que cada una grabó su texto que luego fue reproducido en una cabina de sonido”, explica Rocío Fernández. De este modo, el público podía ponerse auriculares y escuchar la puesta en voz de sus poemas. Al mismo tiempo, “la idea de la cabina -agrega- tenía que ver, por un lado, con tratar de generar en el público algo vinculado al espacio, a esa sensación de meterse adentro de algo y, por otro lado, dar cuenta de la ausencia de sus cuerpos”.
Otra forma de hacer participar a las autoras en la exposición fue a través de videollamadas y de un buzón en el que los asistentes podían dejarles sus comentarios. Con estas estrategias, se intentó crear un puente entre las mujeres detenidas y el público, a pesar de los múltiples muros que nos distancian.
“En el contexto carcelario hay una visible reducción de la subjetividad, desde ser un número hasta tener que hablar a través de sus abogados para comunicarse públicamente. Entonces, volver a tomar la palabra es de por sí algo súper potente”, considera la docente Rocío Fernández.
Fanzines que rompen barreras
Uno de los fanzines editados por FUGA contiene instrucciones que nacieron de la lectura de diferentes autores, mientras que el otro partió del trabajo con “Máscaras” de Leila Guerriero, una de sus breves pero intensas columnas publicadas en el diario El País de España en la que todas sus oraciones comienzan con “Esa soy yo”. La repetición de esa frase le permite a la autora mirarse a sí misma como si fuera “otra” y así enumerar escenas de su vida cotidiana narradas desde afuera.
A partir de este disparador, las mujeres del taller escribieron sus propios “Esa soy yo” (pueden leerse en el apartado “Esa soy yo la que en la cárcel siguió luchando”), con la consigna de replicar el procedimiento de la repetición. En la escritura, entonces, al igual que la crónica de Guerriero, afloran sus experiencias de vida como escenas fotográficas, observándose desde afuera, para narrar momentos del antes y del después de su ingreso a la cárcel.
También habilitaron un buzón para que el público dejara sus comentarios sobre los fanzines y, de este modo, crear un puente entre las detenidas y el afuera.
Rocío Fernández observa que en estos textos “se repite mucho la cuestión de la maternidad, desde diferentes perspectivas, porque hay compañeras del taller que sus hijos quedaron a cargo de sus familiares, por ejemplo, pero hay otras compañeras que lo tuvieron que dar en adopción”.
“Otro tema recurrente -continúa- es la idea de salir adelante, de cambiar lo que les sucedió. Y también el tiempo: por un lado, un corte temporal entre un antes y un después de la cárcel; y, por otro lado, la superposición temporal. Por ejemplo, aparece un ‘Esa soy yo’ con una escena que es dentro del penal y la escena que le sigue es yendo a comprar el pan; entonces, se mezclan los tiempos de la libertad y del encierro”. El acto de escribir de algún modo permite a este grupo de mujeres alterar los tiempos impuestos por la lógica del penal, suspender la rutina para hacer entrar en la cárcel la fantasía, la capacidad de imaginar una vida distinta, dentro y fuera de los muros.
“Construir una voz narrativa propia en una institución donde las voces son silenciadas”
-¿Qué creen que está posibilitando la escritura para este grupo de mujeres privadas de la libertad? ¿Qué puede decir o hacer el arte sobre las tensiones que atraviesan al sistema penal?
-Rocío Fernández: Yo creo que son varias cosas. Por un lado, la capacidad de volver a apropiarse de la palabra. En cualquier institución es importante, por supuesto, pero justo en el contexto carcelario hay una visible reducción de la identidad y de la subjetividad, más tangible que en otras instituciones, desde ser un número, ya casi nadie las llama por su nombre porque se impone el apellido, hasta tener que hablar a través de sus abogados para comunicarse públicamente. Entonces, volver a tomar la palabra es de por sí algo potente. Por supuesto que también sirve de una manera catártica en algún punto. Nos ha pasado que a veces dábamos consignas y una de las chicas empezaba a escribir pero de repente estaba escribiendo toda su vida y no podía parar el llanto. También la escritura es la posibilidad de volver a darle sentido a la vida propia porque está claramente la pérdida de sentido por estar ahí encerrada, que la vida queda parada y que todo afuera sigue sucediendo, sus hijos crecen… Entonces, la escritura opera como una herramienta para encontrarle un sentido a esta experiencia que están atravesando. Incluso para las chicas que tienen cadena perpetua.
-Juliana Arens: Creo que hay dos dimensiones. Por un lado, el contacto con la literatura, con la escritura y, a su vez, con el laburo más artesanal, en la producción de cuadernos, libros, fanzines. Definitivamente hay ahí todo una experimentación y un ejercicio que es de por sí súper interesante para cualquier persona que lo haga y sobre todo si se trata de mujeres de sectores populares que han tenido escaso, poco o nulo contacto con la lectoescritura. Por otro lado, en definitiva es un ejercicio de autoría, de construir una voz narrativa propia en una institución donde las voces son más bien silenciadas, tuteladas y se encuentran en un estado de minoridad, se las infantiliza, se las ningunea. No hay espacio para ser oídas dentro del penal y fuera del penal. Pensemos en la condena moral y el estigma que pesa sobre las mujeres que están presas de su libertad. Entonces, para esas voces silenciadas, interceptadas, tuteladas, construir un espacio en el que se puede hacer un ejercicio de autoría es bien interesante.
Después, hay otra cuestión que me parece clave, que tiene que ver con la construcción de alianzas de grupo dentro del penal. En el contexto carcelario, a lo que nos lleva la institución misma es a la individualización. Cada una se ocupa y preocupa de su causa y a mí me parece que una de las potencias más interesantes de dar talleres de educación popular en contextos de encierro tiene que ver con la posibilidad de acompañar, propiciar, impulsar la construcción de colectivos, de alianzas entre ellas. Encontrar un espacio de confianza donde nosotras podamos ir al taller y sentirnos contenidas, confiadas y tranquilas para poder compartir las cosas que nos preocupan y nos alegran, y construir alianzas y redes entre nosotras. De septiembre del año pasado a ahora, hemos consolidado nuestras relaciones de confianza y estamos en ese camino. Entonces, empiezan a aparecer situaciones en las que intervenimos y usamos nuestras redes. Los talleres de educación popular en cárceles también son un espacio y una posibilidad para construir redes intramuros y para construir redes con las personas que vienen de afuera y que posibilitan ampliar los contactos.
-¿Hay un próximo proyecto de publicación?
-Rocío Fernández: Este año, de ellas mismas surgió el interés de hacer una colección de literatura infantil. La idea es hacer todo el proceso nosotras: escribir, editar, encuadernar, con un doble objetivo: por un lado, que ellas puedan regalar esos libros a sus hijos para el Día del Niño y, por otro lado, repartir esos libritos en jardines municipales. Nosotras no tenemos ni idea de literatura infantil, entonces estamos buscando a alguien que nos forme. El taller nos implica en algún punto aprender a nosotras también determinadas cosas que no nos esperábamos porque no habíamos planeado.
“Además de escribir, fue crucial hacer los libros. Tener algo hecho por ellas mismas para regalar a sus hijos fue muy motivador”, cuenta la docente Rocío Fernández.
“Esa soy yo la que en la cárcel siguió luchando”
Las docentes del proyecto FUGA comparten con los lectores de LA CAPITAL una selección de los textos que forman parte del fanzine “Esa soy yo”, escritos por las mujeres que asisten a su taller en la cárcel de Batán.
Esta colección revela que del otro lado de la reja también hay escritura, hay voces que buscan reconstruir sus identidades, para hacerle frente a la despersonalización del sistema penitenciario, para resistir al disciplinamiento de sus cuerpos y conductas, para llenar el vacío con palabras y llevarlas al afuera. Para dejar de ser habladas y finalmente decir “Esa soy yo”:
Malvina Andrade
Esa soy yo jugando con mi amiga Celeste
Esa soy yo viviendo con mi mamá
Esa soy yo cambié cuando murió mi abuela
Esa soy yo pasé de todo para seguir adelante
Esa soy yo amando a mis tres hijos: Leo, Jesús y Alma
Esa soy yo siguiendo adelante
Esa soy yo privada de mi libertad
Esa soy yo esperando la libertad para mí y mis compañeras
Esa soy yo esperando un abrazo de mis hijos
Esa soy yo
Alejandra Guerra
Esa soy yo jugando con mis nietos
Esa soy yo enamorada de mi hija adolescente
Esa soy yo doblando ropa
Esa soy yo enamorada de mi familia
Esa soy yo cocinando
Esa soy yo amiga
Esa soy yo compañera de mis hijos
Esa soy yo como el junco que se dobla y sigo de pie
Esa soy yo con mi nieta haciendo cosas dulces
Esa soy yo aconsejando a mi hija
Esa soy yo enamorada de mi hombre de la casa
Esa soy yo disfrutando salidas
Esa soy yo enamorada
Belén Palavecino
Esa soy yo la que de chiquita lucha por el alimento de mis hermanos
Esa soy yo la que con maltratos se levantó y siguió luchando
Esa soy yo la que sin lastimar a nadie la lastimaron
Esa soy yo la que no le dieron la oportunidad de seguir estudiando
Esa soy yo la que en su momento perdió un hijo y sola la dejaron
Esa soy yo la que mató porque un hermano le arrebataron
Esa soy yo la que en la cárcel siguió luchando
Esa soy yo la que a mis compañeras sigue ayudando
Esa soy yo la que vino a la cárcel para seguir estudiando
Esa soy yo la que a las madres de acá adentro les dice que sigan luchando
Esa soy yo la que empuja a mi madre enferma a seguir peleando por la vida
Esa soy yo la que lucha por salir a recuperar a mis hijas
Esa soy yo la que nunca se cansa
Esa soy yo la que se cae y sola se levanta
Dani Castillo
Esa soy yo a mis 8 años practicando el vals con mi papá, el que me crió, mi abuelo, escuchando Río de lágrimas de los Cadillac
Esa soy yo a mis 11 años enamorada teniendo maripositas en la panza
Esa soy yo a mis 15 años con mi mamá abrazándome diciéndome que todo va a estar bien
Esa soy yo a los 16 embarazada de él
Esa soy yo con 17 teniendo a mi bebé en brazos
Esa soy yo comiendo en familia, en una mesa larga, llena de risas chistes cargadas abrazos y carcajadas
Esa soy yo charlando con mamá compartiendo una comida y alguna que otra confesión
Esa soy yo con mis hermanos y mi gran cantidad de primas y pocos primos para cuidar
Esa soy yo con 21 años enterándome que el amor de mi vida tuvo un accidente
Esa soy yo con mi familia cuidándome porque él falleció
Esa soy yo con mi niño de 4 años afrontando la vida que nos tocó
Esa soy yo cuidando a mi hermanita menor
Esa soy yo intentando que todo funcione otra vez
Esa soy yo a los 23 con mi nuevo bebé
Esa soy yo ganándome la vida
Esa soy yo conociendo el terror
Esa soy yo rompiendo los esquemas de mi vida
Esa soy yo con 28 años viendo mi vida pasar, sin poder ni querer hacer nada
Esa soy yo a los 29 perdiendo a mi hermano mayor, que en realidad era mi tío, mi compinche, mi amigo y mi enemigo
Esa soy yo a mis 30 años encerrada privada de mi libertad
Esa soy yo perdiendo a mi papá
Esa soy yo lamentándome el tiempo perdido lejos de él
Esa soy yo pensando en mi abuela en cuántos abrazos y besos le debo
Esa soy yo esperando mi libertad para poder llegar a casa
Esa soy yo imaginándome cómo será nuestro encuentro
Delia Flores
Esa soy yo estando en la puerta de mi casa sin poder salir por tener un arresto
Esa soy yo pensando en mi cama en mis hijos extrañándolos
Esa soy yo andando a caballo, a los cuales amo
Esa soy yo escuchando música en mi casa limpiando
Esa soy yo esperando mi visita que entre
Esa soy yo riendo con mis compañeras en un engome
Esa soy esperando mi libertad
Esa soy yo acostada pensando en recuperar a mis hijos
Esa soy yo hablando por celular con mi hijo Enzo
Esa soy yo haciendo fiaca para ir a la escuela
Paola Silvana Rojas
Esa soy yo de bebé en una fotografía colgada en la pared del living de la casa de mi madre
Esa soy yo esperando con mis dos hermanos entrar al colegio
Esa soy yo mirando mi último atardecer con mi viejo de vacaciones en la casa de mis tíos preferidos entrerrianos
Esa soy yo dando a luz a mi único hijo que su segundo nombre lo he elegido antes de saber que iba a ser madre
Esa soy yo lejos de mi familia criando a mi hijo en otro lugar y con otra gente
Esa soy yo bajo el agua tibia en una noche fría y estrellada con mi hijo dormido entre mis brazos escuchando el sonido de un volcán dormido
Esa soy yo conociendo lugares de viajes interminables
Esa soy yo encontrándome a escondidas con mi madre sabiendo que soy fugitiva
Esa soy yo una Navidad hace dos años enterándome que mi nieta nació
Esa soy yo en un aislamiento en pandemia escribiendo un poema
Esa soy yo curando heridas y aprendiendo a perdonar detrás de las rejas
Esa soy yo escribiendo estas palabras
Rosa de los Santos
Esa soy yo retirando a mis hijas de la escuela
Esa soy yo egresando de la secundaria
Esa soy yo preparándome para el parcial de la facultad
Esa soy yo recordando momentos lindos de mi madre
Esa soy yo luchar y seguir
Esa soy yo irme de vacaciones con mis hijas
Esa soy yo nunca dejar de soñar
Esa soy yo llevando de paseo a mis hijas y al perro
Esa soy yo trabajando hasta las 13 horas
Esa soy yo mirando películas antes de dormir
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