“Escribir me permite lanzar mi voz al universo”
Con cuatro libros ambientados en la Patagonia, el marplatense Sergio Javier Giaquinta inyecta misticismo a sus historias. Acaba de publicar una novela sobre Malvinas.
Sergio Giaquinta y sus libros. Foto: Diario La Capital.
por Paola Galano
@paolagalano
“El camino es mucho más sencillo cuando uno se siente tan bien acompañado”. Es la última frase de su tercera novela “Patagonia. Sintiendo el milagro” y se encuentra en un breve apartado dedicado a los agradecimientos, al finalizar el libro. Es un texto breve que Sergio Javier Giaquinta, su autor, escribió dedicado a quienes lo ayudaron a dar forma a esta historia. Como los otros dos libros que preceden a éste, la trama de la novela está centrada en la Patagonia, esa tierra de naturaleza virgen y grandes extensiones, ese lugar único en el que la magia y la mística parecen entrelazarse. También su última novela, “Patagonia. El tesoro perdido” -que acaba de presentar- hunde sus raíces en esa misma tierra de misterios y luchas.
Con un halo de misticismo difícil de eludir, las historias de Giaquinta buscan la trascendencia. “Somos luces eternas buscando encontrarnos para volver a la fuente unidos en el amor”, dijo a LA CAPITAL. Y consideró que, más que una saga sobre la Patagonia, lo que escribió son historias unidas por el territorio del sur y su atmósfera de hermosura y vergel intacto, espesura que generan una suerte de inspiración en el autor marplatense.
“La definición de saga no creo que se ajuste a todas mis novelas, porque solo mis dos primeras novelas comparten personajes y argumento”, indicó en relación a “Patagonia contra el viento y el olvido” y “Patagonia. La Noche de los Galeses”. Las dos novelas que le siguen, sólo comparten el ambiente patagónico, es decir, “la ubicación física del relato”, algo que “fue pensado desde el principio”, confesó.
– ¿Qué tiene de especial la Patagonia?
– La Patagonia está instalada en mi ser marcada como con un sello a fuego. Va más allá del paisaje en sí. ¿Cómo decirlo? Lo majestuoso, lo imponente de la naturaleza, cargado también del bagaje histórico que posee, son sólo una parte del todo que se conjuga en este sentimiento que me hace volver una y otra vez. Siento que son también mis valores, mi profunda fe en Dios y mi admiración hacia Él que me hacen encontrar allá un rincón, un hogar, un refugio para el alma. Si bien también fui de bebé, el primer viaje que recuerdo es a los cuatro años y fue después de salir de un importante problema de salud. Entre mi primer año de vida y los tres, tuve cinco operaciones que me permitieron estar vivo.
“Los milagros son como los rayos”
La historia de “Patagonia. Sintiendo el milagro” es sencilla. Martín y su hija Romina emprenden unas vacaciones en un lugar alejado de la locura de las ciudades y, además de reconectar el vínculo, conocen a personas que marcarán sus vidas. Y que propiciarán cambios drásticos. Las vacaciones terminarán convirtiéndose en la oportunidad de vivir de otra manera. Además, la pesca con mosca, una actividad que Giaquinta practica con regularidad, es parte del relato, que transcurre entre parajes solitarios del Parque Nacional Los Alerces, Villa Futalaufquen, El Bolsón y Puerto Limonao, entre otros.
– En este libro hablás de la necesidad de cambiar de vida, dejar de lado la incredulidad racional con la que se vive en la ciudad para empezar a creer en algo, en Dios, ¿por qué este mensaje místico?
– Estoy convencido de que muchos de los problemas que vivimos a diario en nuestra sociedad son fruto de haber creado una realidad sin Dios. Somos constructores de la realidad, no de la verdad. Esa dicotomía es la que trae tanta infelicidad, estrés, depresión y un sinfín de enfermedades. Volver a la fuente, a nuestro origen es el camino para ser felices. En la naturaleza, alejados de todas las distracciones que hemos creado, podemos redescubrir nuestro ser interior, nuestra divinidad. Obviamente soy creyente. Creo que somos luces eternas buscando encontrarnos. El origen de nuestra luz, además de crearnos, nos dio la libertad y en ese camino equivocamos el rumbo creando una realidad llena de oscuridad y confusión, esto nos hizo pensar que la muerte era el final de todo. Creo firmemente que la fuente vino a la tierra convertida en Jesús para mostrarnos el camino. Nos dejó una pista, un salvo conducto, una cuerda de donde podemos aferrarnos con esperanza para volver a Él. Desde entonces para algunos quedó demostrado que la muerte no es el final sino más bien una transición entre dimensiones, esta gran noticia queremos compartirla con los demás. Pero creer es una puerta con picaporte de cerradura interna, no se puede abrir desde el exterior. Es sin dudas una decisión personal de cada individuo. Como digo siempre, los milagros son como los rayos, no caen solos del cielo. Se necesita si o si de ese hilo conductor invisible que surge desde la tierra.
– ¿Qué es “el hambre del alma”, un concepto que mencionás mucho en tu novela?
– Yo creo que somos seres compuestos, cuerpo y espíritu. Entonces agrupo mis necesidades de la siguiente forma: cosas urgentes, las que alimentan la parte corporal, y cosas importantes las que alimentan el alma. Siento que debemos encontrar ese preciado equilibrio entre ambas y prestarle la atención necesaria para satisfacer justamente dichas necesidades. Pero para eso debemos ser conscientes de nuestra parte no visible y de lo importante que es dedicarle tiempo a ello. De lo contrario no tengan dudas de que nuestro descuido se hará visible y no de la mejor manera.
– En ese mismo libro describís lo que significa pescar para un pescador, decís: “El ritmo de las cosas se transforma para el pescador con mosca cuando está danzando”. ¿Podrías explicar esa frase?
– Bueno cabe aclarar que además de escribir me apasiona el “fly fishing” o pesca con mosca, que a mi entender es más que otro método pesca. Cuando se pesca con mosca hay que mantener una línea en el aire para llevar nuestro anzuelo hasta donde queremos, eso se llama castear. El casteo exige una técnica apropiada para hacerlo bien, movimientos y paradas específicas que hacen por leyes de la física que se genere una sinergia que nos permite lograr la deseada distancia. Nuestro brazo va hacia adelante y hacia a atrás buscando un ritmo, en ese momento nuestra línea parece flotar en el aire, desafiando la ley de gravedad. Cuando estamos casteando el tiempo se detiene y una paz inexplicable nos envuelve. Por eso es que digo que estamos danzando al ritmo de la naturaleza, ninguna preocupación de afuera puede alterarnos ni interrumpirnos, pescar con mosca es una verdadera filosofía de vida.
– ¿Qué contás en “Patagonia el Tesoro Perdido”? ¿Cómo se entrelaza la guerra de Malvinas con la Patagonia?
– En mi nueva novela busco llevar la mirada de los lectores hacia los combatientes, porque como me dijo un amigo “No creo que se sientan ex de nada, para ellos nunca terminó”. Esa desgarradora experiencia cambió sus vidas para siempre. Podemos darle la culpa a los militares que los hicieron invisibles después de la derrota, sin embargo me hago una pregunta: ¿Que hicimos como sociedad durante estos treinta y seis años para cambiar eso? Creo que muy poco y nada, es increíble que haya generaciones enteras que desconocen todo lo ocurrido en las Malvinas, eso es muy ingrato. Aquellos soldados que fueron a la guerra caminan entre nosotros con su dolor a cuestas, heridos por nuestra indiferencia. Pero en la Patagonia no es tan así, fundamentalmente en Comodoro Rivadavia, la causa Malvinas es una herida abierta de difícil cicatrización. Será por su cercanía, o más bien porque como ciudad vivieron la guerra de manera distinta al resto del país, mucho más comprometida.
– ¿Por qué escribís?
– Escribir para mí está dentro de la columna de lo importante. Alimenta mi alma y permite lanzar mi voz al universo. Creo que la sensación es parecida a ese mensaje en una botella, que alguna vez fue arrojado al mar con la esperanza de encontrar un receptor. Al publicar mis libros pude llegar con mis historias a muchos lectores, que con su devolución constantemente me hacen saber que mi voz tuvo su corazón receptor como destino, y ese es sin dudas el mayor regalo que guardo para mí.
– ¿Considerás que escribís una literatura mística?
– Y es algo que no puedo separar. Por mi personalidad siempre pienso en el otro. En mi vida tuve la dicha de vivir a Dios de manera profunda y cercana, digamos incluso palpable en hechos concretos. Una felicidad así es un gran tesoro, quizás mi mayor tesoro. Entonces: ¿cómo no querer compartirlo con el prójimo? Somos luces eternas buscando encontrarnos para volver a la fuente unidos en el amor.
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