Ernesto Goldar, diez años después
Ensayista, poeta, conferenciante, Goldar fue un personaje muy particular en la geografía porteña.
Por Sebastián Jorgi
Ernesto Goldar (1940-2011), ensayista, poeta, conferenciante, ha sido un personaje muy particular en la geografía porteña. Lo conocí a filo de 1967, cuando era Director de la Biblioteca Asociación Belgraniana del barrio de Caballito, en aquel entonces ubicada en la esquina de José María Moreno y Guayaquil. Me lo presentó una muchacha habitué de la biblioteca, que vivía apenas a una cuadra de allí, por Riglos.
Allí organizó eventos literarios, donde leímos nuestros primeros cuentos en una jornada Ricardo Piglia, Aníbal Ford y Miguel Briante. Recuerdo otra reunión inolvidable en la que tallaron con sus fantasías Juan-Jacobo Bajarlía, Eduardo Goligorsky y Alberto Vanasco, cuentos de Ciencia Ficción, género en el que los tres narradores se lucían.
Un problema inmobiliario engendró el cierre de la biblioteca Asociación Belgraniana. Algunos libros fueron a parar a la librería del viejo Palumbo en la calle Corrientes y muchos otros a la de don Guillermo Caamaño en José María Moreno 428, lugar de reunión de afiliados al Pecé, en la que se vendían libros importados de Cuba, traídos por Martin Guevara. Un lugar donde ardía Troya entre stalinistas y trotskistas.Y finalmente Ernesto Goldar hizo pie en San Telmo, contrayendo enlace con la abogada y poeta Gladys Croxatto, defensora de los derechos humanos, Y el otro hogar fue para él la Biblioteca Nacional, ubicada entonces en Bolívar y México. Allí fue el comienzo de una intenso trabajo de investigaciones sobre temas que candentes en la década de los 70: El peronismo en la literatura argentina(Freeland),La mala vida(CEAL)), Martí y la primera revolución cubana,(CEAL) las tres ediciones de 1971. El sello de Spivacow le publicó en 1972 La revolución Mexicana y La Revolución Argelina.
Ya para entonces integramos el grupo Meridiano 70, cuya revista Ernesto co-dirigía con Juan Carlos Martini(Real), Alberto Vanasco y Juan José Manauta. Se publicaron pocos números, allí publiqué mi una bibliográfica sobre La invasión, el primer libro de cuentos de Ricardo Piglia. Pegadita hay una nota de Albertito Szpunberg sobre Mguel Angel Bustos y otra de Gladys Croxatto sobre Cortázar, la que para este tiempo era la secretaria de don Arturo Jauretche.
Precisamente, en 1975 publica Ernesto un ensayo sobre el autor de Manual de Zonceras Argentinas, en Cuadernos de Crisis. Y casi enseguida, en medio del Proceso, etapa sangrienta de nuestra en la que se masacró a gran parte de intelectuales y sindicalistas, políticos, en fin “todos estábamos bajo sospecha, hasta los que figuraban en una libreta telefónica o algún bebé, por si las moscas” ,(SIC
JJBajarlía). En medio de aquel momento Félix Luna asume el riesgo y le incluye Los excéntricos (Febrero 76) y El Socialismo(Diciembre 76) en la revista Todo es Historia.
Años de efervescencia política y Ernesto, con su prisma crítico, inconformista, siguió integrando este grupo, al tiempo que ya daba a luz La descolonización ideológica,(1973) presentación en la que estuve presente en la editorial Peña Lillo, en Hipólito Yrigoyen casi esquina San José, frente al Pasaje Barolo.
Entre otras actuaciones, Ernesto Goldar fue candidato a una banca en el Congreso por el Movimiento al Socialismo(MAS) y dio conferencias en la CGT (la de Ongaro) que justamente estaba casi en la misma vereda de su vivienda, por Paseo Colón. Obtuvo interesantes distinciones en la Sociedad Argentina de Escritores(SADE) y en la disidente Sociedad de Escritores Argentinos(SEA), sin prejuicios, fue miembro de ambas entidades. Muchas poetas argentinas de la Generación Post-Intermedia tuvieron su aliento y consejos didácticos, con amplia generosidad, con su habitual buen humor y simpatía.
Podría aportar jugosas anécdotas sobre mi querido amigo, consejero, esclarecedor de las cuestiones nacionales. En una oportunidad, antes de la llegada de Perón, un delegado de Luz y Fuerza lo lleva a dar una charla en el Ateneo Justicialista fundado por el Dr. Raúl Mattera. Recibió, era obvio, severas críticas de algunos concurrentes, adheridos a la ortodoxia peronista. Con sonrisas y una amabilidad que denotaban una simpatía en Ernesto, de porteño entrador, calmó a la enojada concurrencia. Soy testigo. De cualquier manera, Ernesto no daba concesiones.
Al poco tiempo, en el Grupo Meridiano, se arma una polémica entre los cuatro directores y Ernesto Goldar junto con Juan José Manauta deciden retirarse. Había nacido el FEN (Frente de Estudiantes Nacionales) y Vanasco con Martini hacen contactos y forman el Grupo Macedonio. Eran momentos cruciales, calientes, fuertes escisiones entre la Patria Peronista y la Patria Socialista.
Pero Ernesto sigue con su afán investigador y Plus Ultra publica Buenos Aires: vida cotidiana en la década del 50, que tendrá cuatro ediciones, 1980/81/90/92. Y en el medio (1985/86) el mismo sello edita Proceso a Roberto Arlt, una indagación muy didáctica, diseñada por los temas que abordó el autor de El juguete rabioso: el amor, el sexo, la traición, entre otros. Sin duda, un libro tardío en su labor ensayística, es ¿Qué hacer con Perón muerto? Los mitos de la izquierda peronista (Textos de Utopías del Sur, 1990). Un testamento muy caro en reflexiones que si bien remiten a aquellos tiempos conflictivos de los años 70, invitan aún hoy a la polémica y a rever lo actuado.
Paralelamente, Ernesto Goldar fue un poeta de la porteñidad: Feria en San Telmo (Rayuela,1977), Instinto de conversación (La esfera,1980), Instinto de conversación II(último reino, 2003),En voz
desmayada y baja(Vinciguerra,2009) y Aunque supiese que no había de volver(Vinciguerra,2012) ya póstumo. Con sus poemarios fue un animador de los cafés literarios de Buenos Aires, que proliferaron, sobre todo, en estos últimos 30 años.
Antes de terminar esta recordación, quiero agradecer a Silvia Landini, su compañera, el envío de una caja de libros adjuntando una carta muy afectuosa, en la que rememora viejos tiempos y nuestra amistad con Ernesto. Para finalizar, voy a agregar unas líneas sobre su libro de poemas En voz desmayada y baja:
Tal vez será una voz…¿desmayada y baja?
¿Por dónde se entra al mundo poético de Ernesto Goldar? Desde aquella presentación de Feria en San Telmo, celebrada por amigos poetas como Joaquín Giannuzzi y Alberto Vanasco, –de fines de los 60–hasta la más reciente fiesta en la librería Ghandi de Buenos Aires (extraordinariamente organizada por Lidia Vinciguerra), con motivo de En voz desmayada y baja, el recorrido del poeta es tan largo como variado, diverso, multifacético. Pero hay un rasgo casi constante en la catarsis íntima y en el retrato social de un Buenos Aires que fue y que aún es, narrado en forma poética: la ironía. O si se quiere y se me permite arriesgar, una especie de resignación alegre ante ese deambular por la calle Florida, esa “Florida de mis caminatas punta a punta…viví Florida, habité librerías y alguna biblioteca/protegió los ardides primeros”(de No me despiertes)…”Uno quiere cambiar,/y puede. Aseguran que el tiempo oxida todo/es cierto, /pero esto de cobrarle culpas a la Historia/es una pasión determinista”(de Mesa tendida).Pero otra vez me siento desautorizado ante mi amigo, tras leer estas palabras de Alberto Vanasco: “Un mundo, el de Goldar, de gran condescendencia para todos los seres, de delicadeza y paciencia, de asombro ante un mundo que parece irremediablemente perdido”
Y aferrándome a esta idea, se me ocurre en Ernesto un dejo de piedad hacia el otro y una auto-complacencia ante “los contratiempos de la historia personal” y “los infortunios de la cosa pública/que ya nos tienen hartos”…infortunios a los que hemos estado acostumbrados en una Argentina controversial, mucha veces polarizada…”El tema de la libertad, por el que toda una generación se entregó, surge en estos versos:”pero a los poetas, donde en serio les duele/ es no poder cantar”(de Adverbio de lugar).Y ahora estoy pensando en Bustos y en Paco, éste sirviendo masitas en su depto al grupo que conformaban esos locos, Vos, Gianuzzi, Martini, Vanasco, Dalmiro…Paco, sí, con la simpatía y su gravedad arrasadas por el monstruo que ya pisaba fuerte.
Bien lo define Graciela Maturo con certeras líneas: “Todo se despliega en ese tono menor, desprovisto de énfasis…su libro puede ser leído como las notas de una autobiografía encubierta, ejercicio de un poetizar que no rehuye las fronteras ni las preguntas últimas de la existencia”
La intensidad del empedrado que va quedando en Buenos Aires, aflora en las líneas poéticas de Ernesto Goldar, obstinaciones simultáneas que conjugan tiempo y lugar, nos hace participar de sus vivencias, recuerdos, mediante la actividad estética de ir creando en estado de poeisis. Su deambular callejero del hombre que mira, observa, capta instantáneas y se despliega en pluma de un filosofar movimiento continuo. Y me permito agregar, tímidamente, pluma para contar la vida, con representaciones, acaso, de la condición humana, en el escenario rotatorio de un Buenos Aires oxidado y que, tal una copia en sepia, persiste en la memoria-poesía de Ernesto Goldar.
Y sí, la autobiografía continúa….porque…Acá está, –estás– con nosotros, entre tus pares,–o impares, como decía Koremblit– amigas y amigos poetas, porque vos, querido Ernesto, bien sabías que entre poetas está la cosa.
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