“Equus funciona porque ha funcionado bien durante cuarenta y cinco años”
El cineasta Carlos Sorín cuenta cómo llegó a estar al frente de un proyecto teatral y confiesa sus temores: "Dicen que la obra está viva, algo que a mí me pone muy nervioso, en el teatro nunca se termina".
Sorín, junto a Peter Lanzani, dice que la obra cuestiona la locura tal como la entendemos hoy.
No puede evitar volver a reírse cuando recuerda las circunstancias en las que aceptó dirigir “Equus”, la obra de teatro que protagonizan Rafael Ferro y Peter Lanzani en el teatro Auditorium. “Había tomado dos vasos de whisky esa noche, estaba tomando el tercero cuando me llaman los productores y entonces en el jolgorio del alcohol dije que sí, si me hubiesen llamado en otro momento del día hubiese dicho que no”, ríe Carlos Sorín, director de cine que se hizo famoso por incluir en sus películas a actores no profesionales.
Conocido por llevar adelante “La película del rey” y más cerca en el tiempo responsable de “Historias mínimas”, “La ventana” y “Días de pesca”, entre muchas otras, Sorín dice apostar en cada nuevo proyecto a la reinvención. No repetir temas, variar personajes, probar “cosas nuevas”, como dice. En ese camino de búsquedas y encuentros, llegó a estar al frente de esta obra que escribió Peter Shaffer y que, luego de una temporada en el off porteño, llegó al verano marplatense.
“En el cine la película siempre va a ser igual, en el teatro no, cada noche es un albur, dicen que la obra está viva, algo que a mí me pone muy nervioso. En el teatro nunca se termina”, compara, más cerca de no volver a repetir la experiencia teatral que de dejar el cine para siempre.
“Y por esas cosas del ego -sigue, en tren de fijar paralelismos- las películas permanecen, están allá, quizá un historiador del cine la descubra cincuenta años después. En el teatro lo único que te queda es el programa, después son los recuerdos que se van evaporando”.
No obstante, aquí está: en la sala Piazzolla del Auditorium viendo cómo la misma obra que hizo en un pequeño teatro capitalino sonará diferente en la enormidad y belleza de este nuevo recinto. Y tranquiliza aquellos nervios con la idea que pronuncia: “La obra funciona porque ha funcionado bien durante cuarenta y cinco años”.
Los más memoriosos recordarán que “Equus” llevó a la fama a un entonces desconocido Miguel Angel Solá. Terminaban los años ’70 y el joven actor se animaba a realizar un desnudo en el escenario, un hecho que escandalizó en plenos años de plomo. Ahora, ese mismo rol lo enfrenta Peter Lanzani y su desnudo pierde trascendencia en medio de una sociedad mucho más desprejuiciada.
La pieza cuenta la historia de un joven obsesionado con los caballos y la relación que entabla con un terapeuta, en medio de una red de historias secundarias que llevan adelante otros actores.
– ¿Por qué funciona “Equus” desde hace cuarenta y cinco años?
– Porque se la puede leer de muchas maneras. Es un thriller, un policial. Es exactamente la búsqueda del autor de un delito y las causas de ese delito. Pero también tiene otro tipo de lectura: refleja las problemáticas de la sociedad contemporánea. Si bien la obra está ambientada en los ’70, en Inglaterra, no ha cambiado mucho. Las temáticas siguen siendo absolutamente válidas, fundamentalmente la temática es el cuestionamiento del concepto de locura, de enfermedad mental. Si no es la sociedad la que está enferma, y si adaptarse a la sociedad enferma es de alguna manera estar sano. Ese cuestionamiento era muy de la época, de los ’70, y es el que refleja la obra y sigue siendo absolutamente válido, porque la sociedad es cada vez más alienante. Y después la obra está hecha sin solución de continuidad: son treinta y cinco escenas que se van enganchando como una sola cosa, parece una película. Uno lo atrapa y lo lleva hasta el final, nosotros eliminamos el intérvalo precisamente para no enfriar la obra. Y aparecen problemáticas laterales que son interesantes: es una obra inteligente, astuta, no sé si es una gran obra pero si sé que es de alguien que tiene oficio, que sabe enganchar a la gente.
– Además acerca al espectador en la relación que se entable entre el joven y su terapeuta. De alguna manera ese lugar del analista y del analizado es común hoy.
– Sin duda. Acá la obra está vista desde la perspectiva del terapeuta, que no es Dios ni es un dechado de salud. Tiene sus conflictos, sus crisis, como cualquier humano. En ese sentido es muy original.
– Desde la factibilidad, desde las condiciones de producción, ¿es más sencillo el teatro que el cine?
– Depende, depende del oficio. Evidentemente hay mucha oferta de teatro porque el teatro se puede hacer con pocos recursos. El cine menos, pero últimamente también la tecnología ayudó mucho. Si uno tiene una buena historia no necesita un presupuesto millonario.
– ¿Es su primera experiencia en teatro?
– Hice algo parecido en teatro en el Colón, una ópera barroca. Esa fue la única experiencia, que es teatral y no es teatral en realidad. La ópera es más un género de la música. Fue en el Colón, una caja mágica, todo lo que uno quería se podía hacer. En teatro no voy a seguir. En cine sí.