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Cultura 15 de octubre de 2024

Entretextos: seis poemas de Alma Navarro

La escritora marplantese, que tiene más de 30 mil seguidores en su Instagram @alma.enletras, comparte una selección de sus poemas con los lectores de LA CAPITAL.

Alma Navarro.

La vergüenza de amar

Se me escurrió en el pecho
la vergüenza.
Me volví pequeña
en cuestión de segundos.
Me dolieron cosas
en cuerpos de otras.

Me sentí ardiendo
rodeada de velas,
derramando cera
en todos mis lunares,
tentando al azar de ese fuego
que está siempre
esperando quemarme,
quemarnos.

Se me escurrió la vergüenza
en el pecho
la primera vez
que me gustó una chica.
Fue a los 12 años,
tenía miedo.
Sentía que el mundo se agrietaba,
todo se dividía y yo me encontraba
justo en el medio.

Y nunca
me sentí tan sola
como cuando me di cuenta
de que no me salían las palabras
cuando quería decírselo
a mi mamá
a mis amigas
a mí misma.

Nunca me sentí tan sola
como cuando entendí
que podía contarle de chicos
pero no de chicas.

Cuando tomar una mano
de repente es
una excusa de odio
en vez de ser lo que es:
tan sólo cariño.

Un cariño tan sincero
que no me entra en el cuerpo
pero que a algunos nunca
les va a entrar en la cabeza.
Y no necesito que eso pase.
No necesitamos que comprendas,
que te guste,
que lo compartas,
no.
De vos no necesito nada.

Necesito que apagues tus antorchas,
desafiles tus cuchillas,
vayas a la cocina
pongas la pava
te tomes un té de tilo
y te alejes
de todo esto que amo.

Que dejes
de lado ese complejo
de Cristobal Colón.
Que te alejes
porque estas no son tus tierras
y nunca lo fueron.
Y por mucho que desees
ser rey de reyes,
conquistarlo todo
a tu paso,
no voy a dejarte.
Lamento informarte
que ya no se me escurre
la vergüenza en el pecho,
y si ardo no va a ser por tus bombas
va a ser porque marcho
por Andrea, por Roxana,
por Sofía y por Pamela.

Por todas las que no podemos
tomarnos de las manos.

(En memoria de Pamela Fabiana Cobas, Mercedes Roxana Figueroa, Andrea Amarante y Sofía Castro Riglos)

***

En la garganta tengo gritos

Hay algo de ser mujer
que me late adentro,
algo que me quema en el cuerpo:
una urgencia.
La urgencia de salir corriendo
a un mañana
menos violento.
Porque en el cuerpo siento
el dolor de todas
las que dolieron.
En la garganta tengo
gritos
que nunca fueron,
palabras
que no se dijeron,
historias
que no se escribieron.

Tengo una molestia
metida
entre los huesos.
Me permito tenerla,
siento que así
hago un poco de justicia.
Aunque eso no le devuelva la vida
a ninguna.
Ni el autoestima.
Ni la cordura.

Me digo que estoy haciendo todo lo que puedo, lo que está a mi alcance,
pero nunca alcanza.
Me alcanza
un sentimiento de derrota,
pero no dejo que avance,
yo soy más rápida
más inteligente,
estoy más calificada,
más preparada,
soy
mejor.

Muchos años nos dijeron que no.
Que no podemos.
Que no estamos listas.
Que estamos indispuestas.
Y yo siempre sentí
que estaba dispuesta a todo,
a mucho más que ellos.

***

Este dolor no me pertenece

Yo sólo tengo
ganas de llorar.
De desinflarme, de dejar de estar tan llena de angustia.
De diluirme como las lágrimas
por mis mejillas.
De ser algo triste y ya.
Estar triste
y ya.

Quiero volverme una
con el dolor que siento.
Quiero ser más dolor que cuerpo.
Quiero sentirlo todo
hasta que se extinga,
exprimir sus gotas y tragarlas
como saliva.
Quiero doler para sacar todos
estos
restos.

Tengo la garganta
llena de cuchillos.
En un tiempo supe
ser asesina,
sin embargo en otros tan
suicida.

Tengo el pecho
con candados
y mis fantasmas
se tragaron la llave.
Yo me siento como Coraline y la otra madre,
soy ambas,
me quiero como se quieren ellas:
encerradas y con mucho miedo.
Y todo el tiempo
estoy corriendo
en busca de la felicidad,
es que en tus ojos veo tanta luz
y en mi tanta oscuridad.
Nunca pensé que sería tan difícil
dejar de caminar
directo al precipicio.
Hay cosas que simplemente están mal
desde el inicio.
Y a mí no me sale
arrancar los yuyos
de raíz,
yo los abrazo fuerte
hasta que sangro.
No tuve la suerte
de que sigas a mi lado.
“Perdón
por no dejar que te quedes”,
le digo a los fantasmas de mi cuarto.

Puedo criticar mucho al dolor
pero él nunca
me soltó la mano.

Tengo apego ansioso
con estos monstruos.
Son asustadores y yo
un niño miedoso.
Soy
el ave que cayó del nido.
Soy
como un animal herido.
Como una mujer
herida.

Estoy sangrando cosas
que no son mías,
que son
de otras vidas.

Este dolor
no me pertenece.
Tengo un florero lleno de espinas
y las rosas marchitas
sobre los ojos.
Este dolor
no me merece,
viví demasiado fácil
para estar sufriendo tanto.
A este dolor
no puedo explicarlo,
es como encontrar moretones
sin saber ni dónde ni cuándo
sucedieron.
Es como si no estuviera agradecida
por todo lo que tengo.

Es tan feo
no saber
por qué me duele.
Yo solo quiero
que te quedes.

***

Ya no podés dañar lo que queda de mí

Golpeás un vaso contra la mesa.
Tu voz se levanta
como un ente de su silla.
Se para
sobre mi cabeza y la pisa.
Tu violencia rebota
contra las paredes
y en el techo solo están
tus gritos.

Golpeás un vaso contra la mesa
y no te disculpás,
es un acto de rebeldía.
Lo golpeás
contra la mesa y esperás
encontrar grietas,
pero no aparecen.

A mí ya no me quema
tu fuego.
No me domina
mi ego.

Respiro fuerte y profundo.
Tu voz se ahoga en un mundo
mucho más grande
que estas cuatro paredes,
ya no sos tan
significante.

Golpeás
tu vaso contra la mesa
en un intento de encontrarme reaccionando
y ante tal acto
sólo puedo reír,
pero nunca en voz alta.
Tengo el presentimiento de que si él me escucha
me mata.
Por eso respiro,
fuerte y profundo por segunda vez,
cuento hasta diez,
y te pregunto,
¿Qué hacés?
¿Por qué golpeás tu vaso
contra la mesa?
¿Qué te ha hecho
el pobre pedazo de vidrio?
¿Acaso ya no te quedan certezas
y decidís arrastrarme
hacia tu abismo?

Mi silencio ensordece tus oídos,
te descoloca
mi no reacción.
Asumís que soy la calma
antes de la tormenta, pero hoy
salió el sol
y me pintó las mejillas y el alma
se me derritió.
La desparramé con la mano
sobre la mesa,
con ella dibujé corazones.
Yo estoy hecha de algodones
no de vidrio,
ya no podés
romperme
en pedacitos.

Por fin abrazo
lo que queda de mí.

***

Mi cuerpo

Mi cuerpo como algo que no es mío,
como algo que querés poseer.
Mi cuerpo que es
solamente un cuerpo.
Mi cuerpo como un lienzo que pintás
con tus colores favoritos.
Lo adornás con palabras
que lo están conociendo
por primera vez.

Inhalás
cada parte de mí
como si sólo se tratara
de alguna clase de droga
a la que no te podés resistir.

Y yo te miro
mirarme hablar
y me pregunto qué tanto
te estarás aburriendo
pero vos sonreís,
decís que te encanta
mirarme hablar.

Y por un segundo el mundo
parece ir más lento.
Siento que el tiempo
se toma vacaciones
cuando respiramos
el mismo oxígeno.
Que sólo existo ahí,
con vos en ese lugar extraño
que supiste volver familiar
en el momento en que tus ojos
encontraron los míos
o, mejor dicho,
cuando ellos
se perdieron juntos.

***

Deshaciendo mis disfraces

Voy a volverme dadaísta,
a inventar un idioma nuevo
para que no sepas
lo que estoy diciendo.
Sí, eso, no quiero que sepas
lo que estoy diciendo.

Apago pensamientos con el secador de pelo.
Tengo en la punta del lápiz
la primera frase de un poema
que aún no nace.

Haceme caso, se deshacen
las palabras son disfraces.
Invento personajes
para que narrar mi historia
sea más fácil.

Cambié nombres y pronombres cientos de veces.
(Miles de otras evité decirlos)
Suprimí la palabra “ella”
de mi diccionario,
no la escribo ni en mi diario.
Tengo un instinto de supervivencia activado.
Bajé la guardia
con las personas equivocadas
y me hicieron daño.

En un cuarto lleno de extraños
me sentí a salvo.
Sentí que podía
respirar.
Que ningún seudónimo iba a ocultar
mi identidad.
Ella se me escurre
por los poros,
no puedo detenerla.
No, no quiero
detenerla.
Quiero que deje de darme vergüenza.

Te advierto que sólo soy una poeta,
y eso es decir mucho,
está lejos de ser poco.
Es más, suelo ser
demasiado.
A mí el asombro me inunda los ojos.
No me da miedo sentir
me da miedo dejar de hacerlo.

¿Cómo aprendo a guardarme el alma
adentro del cuerpo?

 


Alma Navarro es una artista marplatense de 17 años. Empezó a escribir a sus 13 años durante la pandemia y desde ese momento nunca paró. Además de escribir, le apasionan todos los tipos de arte, como bailar, dibujar, actuar y cantar. Tomó sus primeras clases de baile cuando tenía sólo 3 años y fue ahí donde se enamoró del arte y de los escenarios. A lo largo de su joven vida, siguió desarrollando sus habilidades artísticas tanto como pudo y sigue instruyéndose y aprendiendo constantemente en la actualidad. En el futuro espera poder publicar sus escritos y dirigir y participar en obras de teatro y demás proyectos vinculados al arte. En 2021 abrió su cuenta de Instagram (@alma.enletras) donde sube sus poemas, tanto recitados como escritos. Hoy cuenta con más de 30 mil seguidores que la animan a seguir creciendo.



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