Entre divagues e híbridos, Nacho Fasciglione propone un show musical con nueva formación
Este domingo en Dicken´s presentará canciones inéditas, además de las compiladas en su disco "Astronauta perdido". El músico nacido en Balcarce cuenta por qué le esquiva al rol de compositor.
"A veces se habla del arte como si fuera algo elevado, alejado de la vida cotidiana", piensa Fasciglione. En la imagen, junto a Ariel Robles y Juan Pablo Santiago.
“Ojo, me preguntás qué comí y te cuento una película, es que empiezo a divagar…” Siempre se ríe de sí mismo y de su capacidad para desarrollar el pensamiento arbóreo. Quizá por ese gesto tan suyo, el guitarrista Nacho Fasciglione llamó a su primer disco “Astronauta perdido”, una manera de pensarse. Y es ese material junto a canciones inéditas las que presentará este domingo a las 21.30 en el escenario de Dicken´s (Diagonal Pueyrredon 3017, reservas al 223 570284).
Toda su música, encuadrada dentro de “la bolsa del rock” -como primero la define-, sonará esta vez con una nueva formación: Ariel Robles en bajo y Juan Pablo Santiago en batería, a quienes elogia. “Tengo mucha suerte de poder tocar con estos músicos, que son muy virtuosos”, dijo, en una entrevista con LA CAPITAL.
También junto a su amigo Mauro del Mar Fasciglione mantiene un dúo de larga data. En sus diferentes caminos, a través de su nuevo trío, en dúo o en solitario, incluso acompañando los proyectos musicales de otros artistas de la ciudad -tal el caso de Julie Winter-, Fasciglione no deja pasar la oportunidad para expresarse con su guitarra, aunque siempre es esquivo a la hora de definirse como compositor.
“Me siento más cómodo diciendo que hago canciones porque el término componer o compositor me parece muy fuerte, compositor era Beethoven, creo que lo mío es más modesto. Igual son mambos personales, son palabras, son definiciones”, confiesa.
Y sigue, en tren de explicar por qué rehúsa llamarse así: “Me da la sensación de que pensarse compositor es como hablar de la palabra arte con mayúscula, a veces se habla del arte como si fuera algo elevado y alejado de la vida cotidiana, se lo pone en un lugar inalcanzable, cuando forma parte de nuestra vida”.
Se ejercita para encontrar el componente artístico a diario, aunque dice que siempre es poco y desearía sentir más asombro por “las maravillas que suceden todo el tiempo”: los majestuosos árboles de Mar del Plata, por ejemplo, los cielos del atardecer.
En lo cotidiano, además, encuentra la materialidad para sus letras. “Como disparadores, puedo partir de una idea autorreferencial e ir para otro lado”. Eso sí, su método requiere cierta movilización emocional.
“No soy muy prolífico -cuenta-, hubo canciones que salieron de una, pero las últimas las tuve que laburar, tengo que encontrar el momento. Envidio un poco a la gente que está haciendo canciones todo el tiempo”.
Con el acento puesto en la letras, sus canciones mezclan poesía y desesperación, en una suerte existencialismo armonioso.
“Necesito que la canción me guste, necesito estar conforme con lo que escribo, aunque nunca lo estoy completamente. En la canción Justificandoté, el disparador fue una frase de un libro Sartre, entiendo que la lectura favorece el desarrollo de las letras, aunque confieso que ya no me duermo con un libro, sino con Netflix”, comenta.
Nacido en el campo balcarceño, entre “ovejas, luciérnagas y vacas”, Nacho entró a la parte sensible del mundo por la puerta del dibujo, aún “una cuenta pendiente”. Fue una guitarra, que llegó a su casa cuando era niño, la que le abrió la otra puerta, la de la música. Desde los 11 la ejecuta y las canciones propias empezaron en plena adolescencia.
“Mis hermanos escuchaban Spinetta y Charly, supongo que los escuchaban por la tele, por Badía porque mis viejos nada que ver. Se compraba la Cantarock, esa revista que traía canciones de rock nacional. Y yo crecí escuchando eso más folklore también y música brasileña”, repasa y esa melange lo lleva, de nuevo, a definir su obra: “Es un híbrido”, corrige. Emerge así una fusión de estilos cosidos por la voz de un artista que es “serpiente de fuego en el horóscopo chino” y que no deja de reír y de preguntar, al final, cuando la charla parece que se apaga, “no dije muchas pavadas ¿no?”.