Argentina mantiene su liderazgo entre los 10 principales países productores mundiales vitivinicultores. La incorporación de nuevas tecnologías, la promoción de distintas cepas, la apertura a los mercados internacionales y el interés de los consumidores por conocer la cultura del vino llevaron a un crecimiento en las economías regionales.
Un informe realizado por la Asociación Ad Hoc de Turismo del Vino de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) determina que uno de los beneficios no mensurables que deja esta actividad es la imagen del país y del vino argentino como bebida nacional.
El enoturismo incrementa el comercio minorista y otros servicios relacionados al turismo por fuera del circuito vitivinícola, con efectos multiplicadores sobre las demás actividades económicas de cada región suavizando las curvas de turismo a lo largo del año y minimizando la estacionalidad de la demanda.
Según investigaciones elaboradas por Bodegas de Argentina, a nivel nacional, las bodegas abiertas al turismo son aproximadamente 200 distribuidas en 9 provincias, siendo Mendoza la que más concentra la oferta de establecimientos. Le siguen Salta, Catamarca y San Juan. Y de un tiempo a esta parte se suman la de Trapiche Chapadmalal (Mar del Plata), que elabora los vinos Costa & Pampa, y Cordón Blanco, en Tandil.
El enoturismo comprende el desarrollo de actividades turísticas y de ocio orientadas al descubrimiento y disfrute cultural de la viña, el vino y su territorio. Los turistas pueden recorrer circuitos de bodegas, degustar vinos y experimentar cada etapa de su elaboración, desde la cosecha de uva recorriendo los viñedos hasta charlas con enólogos o dueños de las bodegas.
Centro de visitas de la bodega Terrazas de los Andes.
Datos del Anuario Estadístico de Turismo 2015 del Observatorio para el Turismo Sostenible de Mendoza reflejaron que el 70% de los enoturistas visitan Mendoza y el 30% restante se divide en las demás provincias. Del total, el 78% son de origen nacional y el 22% son extranjeros.
Los ingresos del sector derivados de los gastos realizados por los turistas dentro de las actividades de enoturismo, se reparten entre el alojamiento, alimentos y refrigerios, excursiones, transporte y diversas compras. Esto representó en 2016 un gasto diario promedio de $875.3. Con estos datos, se estima que ese año la actividad turística vitivinícola dejó para la provincia de Mendoza ingresos por $1.137 millones. En el 2017, el turismo creció un 7%, por lo que se estima que los ingresos obtenidos aumentaron proporcionalmente.
El crecimiento de establecimientos vitivinícolas abiertos al turismo corresponde con el aumento de la promoción de los productos en ámbitos específicos, el incremento en las ventas de productos en áreas de turismo y por las bodegas que incorporaron a la actividad turística como herramienta de marketing y posicionamiento de marca.
El enoturismo continúa en crecimiento, siendo el motor de desarrollo sustentable para las economías regionales. Es una actividad generadora de empleo, que ofrece oportunidades de crecimiento y desarrollo para la región, además de aumentar la imagen del país frente al resto del mundo.