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Opinión 3 de marzo de 2017

Elogio del preceptor

por Daniel E. Di Bártolo

En el marco de la campaña de desprestigio hacia los docentes y sus organizaciones sindicales, orquestada por ciertos factores de poder con la anuencia de los medios de comunicación hegemónicos, la última escalada ha sido descalificar al dirigente Roberto Baradel “porque su cargo de base es de preceptor”.

Afirmamos que se trata de una campaña porque no es un hecho aislado. Su punto de partida fue durante el anterior gobierno cuando ya se escuchaban voces que sostenían que si bien se había aumentado la inversión educativa llevándola al 6% del PBI, el uso de esos recursos no había cumplido con los objetivos, porque los niños y los jóvenes no aprendían.

Esta afirmación -sacada de contexto- se fundamentó en los resultados de las pruebas PISA -evaluaciones estandarizadas a escala planetaria- según las cuales nuestros alumnos no rinden lo suficiente en conocimientos focalizados y la responsabilidad es de sus docentes.

“Tanto va el cántaro a la fuente”…que pasó a convertirse en parte del sentido común que todo lo malo de la escuela -nos informan desde afuera- reside en los paros docentes, el ausentismo, la falta de formación…

Cual pendiente serrana caminar hacia arriba para dar cuenta de la realidad resultó un esfuerzo denodado pero ir hacia abajo cargando todo en las espaldas del docente fue fácil y directo.

La campaña electoral de 2015 enfrentó los dos modelos: la “revolución educativa” (nunca se supo en que consistía) y la profundización de lo alcanzado mediante la Ley de Educación Nacional (de paso, el último gran consenso de la sociedad argentina sobre que educación quiere para que país).

Ya en el gobierno, la alianza Cambiemos puso en actos sus objetivos en materia educativa. Un año después el mensaje presidencia al Congreso demuestra que la “revolución educativa” es un slogan. Tanto es así que el Presidente sólo se refirió a un proyecto de ley: “les pido que traten el proyecto de creación del Instituto de Evaluación Educativa”, dijo.

La evaluación de los docentes es la única política del macrismo para el sistema educativo.

Tal es así que desmantelaron el resto: programas socio– educativos, formación docente continua, Paritaria Federal, presupuesto para ciencia y tecnología, entre otros.

En este marco, sin argumentos y con belicosidad inusitada, se despliega una campaña cuyo objetivo es deslegitimar no solo la acción sindical sino las propias organizaciones de trabajadores.

Extraña paradoja la de un gobierno que levanta las banderas de la verdad y el diálogo y practica todo los contrario al negarse a convocar la herramienta que la misma ley prevé (Ley de Financiamiento Educativo, artículo 10). Minutos después del discurso presidencial en el Congreso, el Ministro Bullrich ratificó que la Paritaria Federal Docente no será convocada.

En la misma línea, se ubica el tema de los “voluntarios”. En primer lugar, no hemos escuchado voces que enfrenten el mal uso por parte de la Gobernadora Vidal de una práctica extendida y habitual pero con otros fines. Los “voluntariados” constituyen el despliegue de actitudes solidarias en enclaves sociales y culturales pero, jamás, como estrategia mediática de presión y ataque hacia los trabajadores de la educación.

El patético espectáculo de la Gobernadora -en el espacio Clarín de Mar del Plata- pidiendo un aplauso para el twittero que arrancó con la campaña es lamentable y repudiable. Más aún, el twittero es un ex-oficial del Inteligencia del Batallón 601 que, reciclado, se dedica a comunicación política. La foto junto al Intendente Arroyo -cuyas tristes medidas en educación y cultura ya llegaron a los planos nacionales- lo demuestran con claridad.

En la continuidad de la campaña, el ataque va sobre el preceptor. Algo así como que el ejercicio de ese cargo no habilitaría para representar al colectivo docente.

Los preceptores, ignorados en no pocas veces e injustamente retribuidos en materia salarial, constituyen una pieza clave de la escuela, un eslabón central del proceso educativo, un oído siempre atento, una mano abierta; en fin, no concebimos la educación sin el papel del preceptor como co-educador.

Los preceptores, todo el turno junto a los alumnos; distribuyen, orientan, acompañan. Ellos sí, aunque sea injusto, son muchas veces voluntarios que trabajan mucho más que su horario y su retribución supone.

Denostar al preceptor como si estuviese afuera de la planta docente es propio de aquellos que nunca pisaron una escuela o que la consideran un centro de eficiencia individualista y no un espacio de interacción que construye en forma permanente saber pedagógico.

Muchos de nuestros preceptores han fortalecido nuestras organizaciones sindicales. Y ello no es casual. Ser preceptor es un trabajo docente y, al mismo tiempo, supone el ejercicio de una actitud solidaria, de servicio a los demás, de preocupación por el otro. Justamente, de eso se tratan las organizaciones sindicales.

Reivindicamos a nuestros preceptores. Junto con ellos, seguimos construyendo más y mejor educación para todos y todas.

(*): Secretario de Educación – Sadop Nación