“El teatro de verano tiene el mismo peso que la playa, los alfajores y la banana en el mar”
Entrevista a Emiliano Dionisi, dramaturgo de la obra "El brote", destacado espectáculo que regresa a fin de mes al Teatro Auditorium.
Aclamada por el público, el unipersonal “El brote” pasó en enero por el Teatro Auditorium y generó repercusión entre quienes asistieron a esas primeras cuatro funciones. Bajo una actuación potente, el actor Roberto Peloni se mete en la piel de un actor que forma parte de una compañía estatal y mientras cuenta cuál es su rol en el grupo, da pistas para ver más allá. Así, celos, ambiciones y tragedia, relaciones humanas quebradas y alienación conviven en el día a día de ese grupo y de este personaje.
La pieza, que tiene dramaturgia y dirección de Emiliano Dionisi -ganador de dos premios Estrella de Mar por esos roles-, regresa a fin de este mes al mismo escenario: se la podrá ver el 23, 24 y 25 de febrero en la sala Astor Piazzolla de ese complejo teatral.
“El trabajo de quien escribe es descubrir qué historia se está gestando”
“Me enorgullece que un trabajo funcione como caja de resonancia”, responde Dionisi a LA CAPITAL al ser consultado sobre la lectura política que también admite el espectáculo. A través del relato a veces desesperado del protagonista, el público accede a una defensa de la actividad teatral -y del arte en general- como actividad reparadora. En ese sentido, la historia adquiere gran actualidad.
“El teatro es político siempre, porque es expresión, sea cual sea la opinión de una persona, una vez que la dice se convierte en un gesto político. Todos en la vida hacemos política. Es increíble que una obra que se escribió hace ya dos años, tenga pasajes que parezcan escritos ayer por la tarde, que dialogan incluso con hechos muy puntuales”, respondió el dramaturgo en una entrevista con este medio.
-¿Cómo llega a vos la idea de El brote? Imagino que fueron varias ideas y que luego montaste capa sobre capa, ¿no?
-La dramaturgia tiene una cuota de magia, puede sonar a modestia pero no lo es. Por supuesto que hay que propiciarla, buscar los ingredientes, llenar el escritorio de imágenes, pensamientos, ideas, preguntas. Pero después, el trabajo de quien escribe es descubrir qué historia se está gestando. La idea germen fue la de un actor que, mientras interpretaba una pieza clásica, iba explicando en paralelo como era la puesta en escena, la interpretación de sus colegas y que sucedía a cada momento. Cuando estaba por terminar esa primera escena me di cuenta que algo tan simple como un compañero que le pisaba el texto al protagonista vaticinaba una bola de nieve. Jamás podría haber pensado de antemano todo lo que ese personaje iba a ser capaz, lo fui descubriendo con las palabras y el correr de la escritura. Fue un proceso muy disfrutable. Escribir es descubrir.
-En Mar del Plata, este verano, el público de teatro quedó maravillado con la obra, en solo cuatro funciones funcionó el boca a boca. ¿Les pasó algo parecido en otros lados, o fue solo un fenómeno marplatense?
-El boca en boca que genera la obra es fantástico, y es verdad que es la mejor publicidad que un espectáculo puede tener. En Capital es lo que nos mantiene desde hace ya un año en el Maipo. Lo que me sorprendió de Mar del Plata es la cantidad de gente que, en tan pocas funciones, la vino a ver más de una vez. Conmovedor.
-¿Cómo explicás esto que sucedió en Mar del Plata?
-Mar del Plata es una plaza histórica para el teatro argentino. Que en una ciudad de verano la gente se vuelque al teatro y la música, es un fenómeno mundial, además hay para todos los gustos y bolsillos. El teatro es parte de nuestra identidad cultural, vamos al teatro a divertirnos, a sorprendernos y a soñarnos mejores. Hoy el teatro de verano tiene el mismo peso que la playa, los alfajores y la banana en el mar… ¿puede haber algo más extraordinario? Tenemos que sentirnos muy orgullosos de eso.
Emiliano Dionisi.
-Uno de los temas de la obra es el poder reparador del teatro, el teatro con su esencia artesanal y adaptable incluso a una cárcel salva, repara, devuelve. ¿Te parece correcta mi apreciación?
-Preciosa apreciación. Con la Compañía Criolla, con la que laburamos desde hace quince años, nos pusimos como objetivo llegar al público, no quedarnos solamente en una sala de capital a esperar. Eso nos hizo viajar mucho y vivir experiencias muy intensas: actuamos en espacios públicos, en escuelas, festivales, en un centro de parálisis cerebral y mucho en cárceles, que es de los eventos más transformadores que tuvimos, era inevitable que eso no se cuele tarde o temprano en un espectáculo. Con cada presentación que hacemos afirmamos que el teatro es comunicación, es celebración y, por sobre todo, es servicio.
-También se desprende de la historia lo cerca que están las grandes tragedias del teatro de la vida cotidiana. Ambición, celos, poder, locura… todo está ahí, convivimos con esos sentimientos y con esas tragedias. ¿Coincidìs?
-Coincido plenamente. Por esa razón es que los clásicos son inmortales, porque nos interpelan en nuestra esencia. Nos abrazan con nuestro lado más luminoso o nos cachetean con lo más oscuro e irreconciliable. A nuestros clásicos universales los podes dar vuelta, re interpretarlos, romperlos y volverlos a armar y siempre nos va a hablar en presente.
-¿Cómo fue el trabajo con Roberto Peloni, por qué lo elegiste?
-Con Roberto tuve la fortuna de trabajar en varios ocasiones, la primera vez en “Cyrano de más acá”, adaptación que escribí y dirigí para el Teatro Nacional Cervantes, y la segunda en “Huesito Caracú” el obrón de Midón y Gianni, que fue un sueño cumplido llevar a escena. Teníamos muchas ganas de volver a laburar juntos, y después de buscar algunos materiales que no nos convencían del todo le dije “Esperame a ver qué me sale…”. Y escribí “El brote” pensando en él, es un actor extraordinario, así tal cual, se sale de la media, además de un tipo encantador y muy sensible.
-Es una obra de casi dos horas que juega a tener varios finales, parece que termina y sigue ¿por qué apelás a este recurso?
-No fue buscado, lo que pasa es que la obra tiene algunos momentos tan intensos, y Roberto los hace con una entrega tan poderosa que decís… “Es imposible que este tipo siga, tiene que terminar acá”, me encanta que suceda eso. La gente agradece mucho ver a un actor en un trabajo casi atlético, me animo a decir acrobático.
-¿Qué sentido le das a estos premios Estrella de Mar que recibiste?
-El primer sentido, el más importante, es el de tener un motivo para ir a tomar un vino con el equipo, abrazarnos y celebrar el camino de esfuerzo, dedicación y amor que llevamos. Otro es el empujón que un reconocimiento así le da al proyecto, los premios ayudan a la difusión, a que más gente se entere y quiera venir, eso cierra el círculo de nuestro trabajo. Y por supuesto la gratitud de ser destacado entre tantos colegas tan valiosos. Es puro agradecimiento y disfrute, estoy chocho.