Por Sebastián Lusardi (*)
La alimentación es el proceso mediante al cual los seres vivos consumen diferentes tipos de alimentos para obtener los nutrientes necesarios que necesitan para sobrevivir y realizar todas las actividades necesarias del día.
Con el avance de la civilización y la aparición del estado, la responsabilidad por la soberanía alimentaria (entre otros) pasó a mano de los gobernantes; y el resto de las instituciones comenzaron a tener un rol activo en la producción de empleo, bienes y servicios.
Es así que las empresas y las personas que las conforman, comprometidas con la comunidad y en equilibrio con la rentabilidad de su negocio, pudieron empezar a aportar al bienestar social. Y eso no significa siempre Responsabilidad Social o Sustentabilidad, sino también cumplir con los requisitos del mercado y las mejores prácticas para garantizar calidad y condiciones mínimas.
Las empresas vinculadas a los alimentos, y muchas otras también, iniciaron el 2020 con objetivos específicos para sobrepasar un año difícil en términos económicos. Pero lo que no se esperaba era una pandemia, y allí fue donde el sector privado tuvo que realizar un enorme esfuerzo para acompañar a sus clientes en un entorno de decisiones difíciles que iban a jugar un rol fundamental.
Evitar la interrupción la cadena productiva fue una meta lograda por algunos. Con las nuevas necesidades cambiaron las prioridades y algunas actividades (en total 24, para el 20 de marzo de 2020) que se denominaron “esenciales” para proteger la salud pública. Entre ellas, estaba la alimentación. Entonces, las empresas del mercado -de la mano de la adaptabilidad y la flexibilidad en todas las áreas del negocio-, cambiaron su propuesta para sobrevivir al nuevo escenario.
Esta modificación implicó nuevas inversiones, innovación, confianza y un esfuerzo sostenido por parte de nuestros equipos y cambios en la manera de prestar y garantizar esos servicios. Y además, en contacto con la realidad social y comprometidos con el entorno, muchos de nosotros empezamos a ayudar. A veces en alianzas con otras instituciones como el estado o el tercer sector, colaboramos con las personas en situación de vulnerabilidad.
En Grupo L, nuestra inversión social aumentó un 133% con respecto a 2019. Y la donación de alimentos fue uno de los grandes pilares. Otras empresas como nosotros, realizaron campañas de educación alimentaria y calidad diseñadas para redes sociales y otras plataformas digitales accesibles en pandemia. Nosotros trabajamos también en la elaboración de recetas saludables a partir de los alimentos de los módulos entregados a las familias en los comedores sociales y las escuelas, todo bajo estricto protocolo (que las empresas debieron incoporar y modificar día a día). Además, realizamos aportes de tecnología para mejorar resultados productivos de cooperativas y dictamos Talleres de buenas prácticas en la manipulación de alimentos para los que enfrentan todos los días el desafío de alimentar a grandes comunidades.
En términos de mejores prácticas, en agosto 2020 certificamos la Norma IRAM 3820:2020 que garantizó nuestro protocolo de trabajo frente al covid, junto a otras 11 empresas en ese momento. Vale la pena mencionar también que la industria alimentaria contaba con la validación de la Norma ISO 22.000 sobre inocuidad. Esa herramienta de gestión, nos permitió acompañar a la industria con cambios mínimos que implementamos desde los productores primarios hasta las empresas de transporte, los subcontratistas, los fabricantes de alimentos y el comercio minorista.
Afortunadamente hasta el momento no hay evidencia científica de que los alimentos sean una fuente o vía probable de transmisión del virus. Sino que puede llegar a los productos a través de una persona infectada que estornude o tosa directamente sobre ellos y persistirán determinado tiempo en su superficie. Por eso, resulta indispensable manipular de manera adecuada los alimentos para eliminar de su superficie todo resto de suciedad y cualquier microorganismo patógeno que pueda estar presente. Una práctica habitual de inocuidad de la industria.
Este año, el desafío para el sector privado es garantizar el empleo y producción de bienes y servicios. Equilibrar junto al estado, la balanza comercial y los flujos de inversiones, para mejorar la calidad de vida de las personas. Pensar junto al estado, en cámaras y asociaciones, cómo lograr el máximo beneficio económico para levantar de nuevo a la Argentina, entre todos. Deberíamos empezar por los más chicos, la tercera edad y las personas con discapacidades o sin oportunidades. Este análisis requiere una mirada interdisciplinaria, un marco de apoyo entre países y el aporte de organismos internacionales para elegir las mejores prácticas y experiencias globales. Ahí es donde tenemos que estar.
(*) Director Ejecutivo de Grupo L