El secreto de la secta del Hotel City: décadas de abusos, esclavitud y torturas
La Justicia Federal tiene la hipótesis criminal basada en testimonios de las víctimas y todas apuntan a un mito de la yoga, al Swami Vivekayuktananda o en realidad a Eduardo Agustín De Dios Nicosia. Y a su entorno. Protagonistas de una historia de terror anclada en Mar del Plata desde el año 1973.
Nicosia en los años '60 y '70 se destacaba por su gran destreza para las posturas de la yoga.
Por Fernando del Rio
@ferdelrio22
En los pasillos de los juzgados federales de Mar del Plata se escucha la frase: “De confirmarse todo esto, es la peor y más dañina secta religiosa de la que se recuerde”. Porque perduró más de cuatro décadas, por la gravedad de las acciones que se le atribuyen a su líder y por la cantidad de víctimas conocidas y por conocer.
Se trata de la secta del Hotel City comandada por el gurú de la yoga Eduardo Agustín De Dios Nicosia. Hoy Nicosia tiene 71 años y poco queda de aquel Swami Vivekayuktananda que encantara a decenas de dolientes espirituales. Poco queda del vibrar físico -en silla de ruedas aquellas posturas son historia- y ya nada de la Elevación de Amor y Paz, después de que una de sus hijas abriera la Caja de Pandora y todas las aberraciones salieran volando.
La Justicia Federal, a través del fiscal Nicolás Czizic y el juez Santiago Inchausti, lo mantiene detenido junto a su esposa de toda la vida Silvia Cristina Capossiello, uno de los hijos de ambos Xavier Augusto Yañez Capossiello, a Luis Antonio Fanesi y a Sinecio de Jesús Coronado Acurero.
En términos llanos y lenguaje al alcance de cualquier lector, Nicosia está acusado de liderar una secta en la que los abusos sexuales, las torturas, la esclavitud y la estafa eran sus lineamientos principales. El, como orientador espiritual y hombre elegido por vaya a saber quién, tenía el poder de imposición para esparcir su semen y someter a los integrantes de la secta, sin distinguir si eran sus propios hijos.
En ese presunto sendero de aberraciones Nicosia tuvo 15 hijos, aunque según los datos que comienzan a conocerse recién, solo a uno de ellos le dio su apellido. A los demás los “cedía” a discípulos para que nadie sospechara que allí el único con derecho a la reproducción era él.
En el expediente que tramita en la Justicia Federal de Mar del Plata con el número 19687/2018 se reproduce una gran cantidad de testimonios de víctimas, aunque sin dudas que el aporte más destacado lo hizo una mujer de 47 años. Fue la primera que se presentó ante la Justicia (al principio lo hizo en la Justicia provincial) y que contó que abusaron de ella a los 6 años, luego a los 13 ya con penetración y hasta entrada su adultez. De hecho, a los 28 años quedó embarazada de Nicosia. Esa mujer no era otra que la propia hija de Nicosia.
El abogado Pablo Tosco, defensor de Nicosia, Capossiello y Yañez Capossiello aún no vio el expediente, de manera que no adelantó ninguna estrategia. “Ellos están sorprendidos y quieren lo antes posible que esto se aclare”, dijo el letrado a LA CAPITAL.
En una reciente investigación del periodista Federico Fahsbender, de Infoabe, abundó de forma magistral sobre la historia de Swami Vivekayuktananda, sobre su elevación a referencia más importante del yoga en Argentina desde la década del ’60.
Y como suele suceder -una impronta de la fatalidad marplatense- fue aquí en donde terminó por revelarse Nicosia como un ser, en la apariencia derivada de los avances judiciales, despiadado.
De la cuna
a la cárcel
Eduardo Agustín de Dios Nicosia nació en Buenos Aires, hijo único de Inés Acosta King y Agustín Nicosia Magri, paradójicamente un 25 de diciembre del año 1946. Ese vínculo con lo religioso lo acompañó durante toda su infancia, aunque no hay demasiados registros de que así fuera. Apenas unas reflexiones de un supuesto discípulo suyo, no de Nicosia sino de Swami Vivekayuktananda.
Los hechos que los propios hijos le atribuyen a Nicosia sin estremecedores.
Su destino de ser un iluminado fue construido ya de adulto, al transmitir sus vivencias a los seguidores. Al amparo de la audacia creativa esa ficción fue necesaria para colocarle una dosis de divinidad a lo que era una vida común, como la de cualquier otro. En esa estrategia creada para respaldar su don de cautivador (sin duda, eso sí estaba entre sus virtudes) aseguró que un tío suyo de nombre Eduardo, por supuesto, se había reunido con sus padres antes de que él naciera. Algún tiempo antes. Cuando Tío Eduardo, que en ese juego de roles impuestos debía dominar mundos energéticos, agonizaba. Fue una reunión en el extremo de las suposiciones- muy sentida y Tío Eduardo habló a la entonces parejita:
“Ustedes deben unirse en matrimonio pues un Gran Ser Espiritual debe nacer y Ustedes serán el vehículo propicio para que esto suceda. Ustedes deben realizar esta unión ya que no soy yo el que les pide esto, es Dios”.
Al parecer Tío Eduardo entregó palabras en privado a los demás que habitaban la vecindad de su lecho de muerte hasta que, reclamado, partió de la vida física. Eso sí, antes alcanzó a dejar su hoja de ruta: “No sufran, estén todos alegres, yo ya estoy junto a nuestro Señor Jesucristo, junto a Dios”.
Adoptó de su místico tío el nombre Eduardo.
Agustín, su segundo nombre, lo heredó del abuelo paterno, otro ser que tenía pleno control del espíritu sobre la materia. Habitó el final del siglo 19 y la única proeza que se le conoce fue haberse muerto en su casa el mismo día del nacimiento de su hijo, es decir el padre de Nicosia. Ese incidente “divino” también fue incorporado a la ficción para encumbrar al gurú, aunque la exageración de la vanidad llegó de la mano de una referencia a un suceso incomprobable narrada supuestamente por un tío. En ese afán por considerárselo un elegido, un discípulo dijo haber hablado con ese tío de Nicosia (un tío singular, ya que fue convertido y bautizado como Swami Chidananda) quien le dijo sobre el bebé Eduardo Agustín De Dios Nicosia: “El primer sonido que emitió, en forma gutural, fue el sonido del OM. Mantenía este sonido por mucho tiempo en la forma o manera de un canto ondulante”.
Su nombre completo incluye a “De Dios”, sugerencia hecha por el empleado del Registro Civil a sus padres: “Nació en Navidad ¡esto es un regalo de Dios! Así que deben ponerle de nombre De Dios’”. Y así fue.
Conferidos por gracia divina esos privilegios, Nicosia se orientó hacia el universo yoguístico y a los 18 años se consagró en él. Desde entonces edificó un aura de hombre supremo que le permitió ocultar su verdadero poder: el de la perversión.
En Mar del Plata
“No me pongan por encima de ustedes ni de nadie ni de nada, ya que esta es una actitud muy cómoda y perjudicial para sus logros en el sendero del Samnyasa”, fue una frase de Nicosia que, probablemente, haya dicho en una de sus tantas sesiones allá por el año 1973 en el estudio que tenía en Arenales y Gascón. Nicosia tenía por pareja y socia a Capossiello y a una pequeña niña por hija. También tenía un harén, ya que como líder podía tener muchas mujeres e hijos con todas. Es decir, que él solo se ponía por encima de los demás y ordenaba sumisión. Fanesi y Coronado Acurero -de origen venezolano y proveniente de Brasil- ya eran parte del grupo, eran parte de la maldad, una maldad encubierta por la túnica de la Bienaventuranza y la Paz.
Algunos cálculos indican que la organización estuvo en Mar del Plata hasta el Mundial ’78 cuando sus miembros más relevantes partieron hacia Venezuela. Antes de hacerlo la secta se había apropiado del hotel Litoria, en la manzana 115, que pertenecía a una discípula y que al ingresar a la secta lo había donado. Por entonces algunas mujeres habían dado a luz descendientes de Nicosia, aunque eran obligadas a casarse con otros discípulos para que estos sean los padres legales.
Esas mismas estimaciones revelan que la hija denunciante sufrió los primeros abusos en esta ciudad. “Cuando tenía seis me tocaba con las manos. Otra vez, cuando tenía siete años ya en Venezuela, me hizo creer que ella yo quería eso y me indujo a practicarle sexo oral. Mi mamá (Capossiello) decía que para estar con papá había que hacer lo que él dijera. Abusó de mí desde los 6 a los 26 y desde los 13 por vía vaginal. Las dos más abusadas fuimos mi hermana y yo. Ella ahora vive en Venezuela”, dijo la mujer.
Esta víctima admitió que no pudo salirse de la secta hasta el año pasado y que recién lo hizo para proteger a su hija, que también es hija de su padre… Hasta los 45 años fue reducida a la servidumbre, pero decidió hablar. Eso ocurrió en diciembre del año pasado, lo que derivó en el inicio de la investigación.
Hoy cuatro de las víctimas permanecen en el hotel ya que es el único lugar que tienen para vivir. Reciben asistencia de la Justicia Federal.
La banda yogui abandonó parcialmente Mar del Plata para radicarse en Venezuela, donde se cree que hasta hubo homicidios vinculados a su accionar. Por eso es que la Justicia solicitó a Interpol reunir datos de los detenidos para saber si hay registros de esos presuntos crímenes.
En el año 1984 la secta regresó a la Argentina, pero su líder se instaló en el partido de Moreno. En el año 1988, como ejemplo, nació un hijo de Nicosia con la hija de una discípula a la que violaba, según los dichos de otro hijo de Nicosia, desde los 12 años. El bebé fue inscripto a nombre del hijo de Nicosia, al que obligó a casarse con la madre. Así operaba, obligando a contraer matrimonios civiles para enmascarar su paternidad y para que la gente de “afuera” no sospechara.
Tras permanecer 10 años en Venezuela (hubo un período ambulante por Mendoza), en el año 2000 la secta adquirió el City Hotel y en el 2005 constituyeron una cooperativa para su explotación. El deterioro físico de Nicosia fue minando su capacidad de daño directo hacia las víctimas, pero no su dominio. Uno de sus hijos, Xavier, junto a Luis Fanesi, Capossiello y Coronado continuaron sometiendo, desde sus distintos roles, a los discípulos y a todos aquellos que aceptaran vivir en el hotel a cambio de la Trascendencia Espiritual.