El “San Martín”, tabla de salvación y templo del fútbol marplatense
La construcción del desaparecido estadio permitió normalizar el desarrollo de campeonatos que se jugaban en una única cancha. Muchos años después su lamentada venta le permitió a varios clubes levantar sus predios deportivos en los barrios más alejados de la ciudad.
El "San Martín" a pleno, 29 de agosto de 1971. San Lorenzo y Kimberley, el día del "penal de Bujedo". El estadio fue el gran templo del fútbol marplatense.
“El casado, casa quiere”, decía mi abuelo. Tanto como un equipo de fútbol quería su terreno de juego propio. Sin embargo, en Mar del Plata, no era fácil que un club cristalizara el objetivo de armar una cancha de fútbol habilitada por la Liga.
A mediados de la década del ’40, con dieciocho equipos y dos categorías jugando sus campeonatos únicamente en la cancha de Quilmes de Colón y Marconi -ocasionalmente, también “El Bosque” de Nación-, el fútbol local estaba atrapado en un callejón.
Encontrarle la salida era imperioso por varios motivos. Por un lado, los campeonatos eran “eternos”. Por otro, la cancha de Quilmes, con capacidad para poco más de tres mil espectadores, quedaba “chica” cuando la visitaba un equipo importante. Y existen indicios de que la Liga y los demás clubes pretendían dejar de dividir beneficios con la institución “tricolor”, la única que hacía algo “de caja” con el fútbol, generando la envidia de sus pares.
A tal punto que, cuando en junio de 1949 se trató en el Concejo Deliberante la cuestión de la extensión de la concesión del terreno quilmeña de Colón y Marconi, hubo una intentona fallida de algunos clubes para que la gracia se direccionara hacia la Liga y no para el club “tricolor”.
Internas al margen, en esos años Tomás Stegagnini -presidente liguero y director de este medio- se puso a la cabeza de una campaña para que la Liga pudiera tener su propio estadio.
En ese sentido, la política de la dirigencia del fútbol era contradictoria. Por un lado, reconocía el problema y emprendía una campaña recaudatoria para atacarlo. A partir de 1948 fueron muchos los donantes de varas de tierra para la causa.
Sin embargo, la Liga no abandonaba su rigurosidad para evaluar los pedidos de afiliaciones de equipos que contaban con canchas. San José y Alvarado fueron rechazados en más de una ocasión por no tener un terreno en las condiciones requeridas.
El libro de actas del club “santo” de enero de 1952, por caso, confirma la dureza liguera en ese sentido. “En dos oportunidades se solicitó la correspondiente afiliación para ingresar a la Liga Marplatense y ambas fueron negadas por no poseer un field con las medidas reglamentarias”, se escribió entonces.
“Cuentan los viejos del club que, cuando la Liga aprobó la afiliación en 1952, se volvieron festejando arriba de un camión y cuando llegaron a San José se armó una fiesta”, apunta Daniel Lemmi, actual presidente “rojinegro”.
Finalmente, el 8 de julio de 1949, ante el escribano Alberto Jorge Atkinson, se firmó la escritura de propiedad mediante la cual la Liga Marplatense pasó a ser dueña de una fracción de tierra de 19.085 metros cuadrados ubicada en la calle Alvarado y la intersección del “camino a Necochea”. El costo total de la operación fue de 127.233,80 pesos. El Estadio “San Martín” ya estaba en marcha.
Mientras tanto, en 1950 ingresó a la Liga, con cancha propia, Círculo Deportivo de Comandante Otamendi. Pero, como la utilizaba para sus partidos en condición de local, no aportaba a la solución del problema.
Círculo ingresó a la LMF con cancha en 1950. Aquí, en un partido de 1977, Daniel Fernández marca a Jorge Zugasti.
El desahogo esperado por todos llegó en 1952 con la inauguración del “San Martín”. El 4 de mayo el puntapié inicial lo dio, como no podía ser de otra manera, el propio Stegagnini junto al intendente Olegario Olazar. Ese día finalizó un Torneo Relámpago que ganó Quilmes, imponiéndose 3-0 a Boca en la final.
A la semana siguiente, para la primera fecha del certamen, la Liga programó sendas doble jornadas para sábado y domingo en el “San Martín” y en la cancha de Quilmes. Ya podía jugarse de corrido.
Además la de Nación en “El Bosque” daba aún servicios y aparecía la de River para partidos de segunda y tercera y para que San José, mientras ponía a tono su reducto, pudiera jugar en el torneo de ascenso. El actual “Juan José Carnevale” es, en consecuencia, la cancha más antigua de Mar del Plata.
Efecto contagio
Desde entonces, otros clubes apostaron por construir sus escenarios. La Liga aceptó finalmente las afiliaciones de Alvarado y Once Unidos, que comenzaron a jugar en 1954 como locales en Nación y River, respectivamente, mientras terminaban sus canchas.
El 30 de abril de 1955 el club Ministerio de Obras Públicas (hasta poco tiempo antes Club Social, Cultural y Deportivo Navegación y Puertos) inauguró su estadio en los terrenos de la Manzana de los Circos. Con tribunas laterales y cabeceras, cabinas para la prensa, espacios para los cronometristas y túnel de acceso al terreno de juego. El MOP recién un año más tarde obtuvo su afiliación a la Liga, pero el entonces estadio “Presidente Perón” (luego, con las dictaduras militares, estadio “Almirante Brown”) fue el reducto de los equipos del Puerto. La casa de Aldosivi, de Banfield, de Talleres y de Boca. El primer partido, un amistoso, cómo no podía ser de otra manera, lo jugaron Talleres y Aldosivi. Se impusieron 3-2 los “tallarines” con goles de López y Camaño, en dos ocasiones; luego descontaron Martín, de penal, y el gran Salvador “Tatore” Vuoso. Y a continuación Quilmes despachó por 7-0 a Unión por el Torneo Competencia.
Pocos meses después, el 21 de agosto, Once Unidos inauguró su cancha, en los terrenos donde hoy se levanta su sede social, con un empate 1-1 ante Kimberley por el torneo de primera.
El 6 de mayo de 1956, por último, Alvarado estrenó su cancha, también en los terrenos de su actual sede social, con una doble programación amistosa.
Empezó así un interesante proceso de construcción de identidad al cobijo de esas canchas propias o que se sentían como propias, tal como les ocurrió a todos los equipos portuenses en Ministerio.
En ese mismo 1956 el certamen de primera podía jugar los domingos con cinco partidos simultáneos en distintos escenarios. Del mismo modo, el de ascenso, se disputaba los sábados con seis encuentros en canchas diferentes. Era una situación ideal: veintidós equipos y ocho escenarios habilitados. Pero duró muy poco.
La intervención de la Liga, posterior a la caída del gobierno peronista, decidió la incorporación de otros doce equipos provenientes de los torneos barriales: Florida, Nueva Pompeya, Argentinos del Sud, Banfield, Cadetes, El Cañón, Ministerio, Deportivo Norte, Los Andes, Libertad, Deportivo Camet y Al Ver Verás. De ellos, ingresaron con cancha sólo Ministerio (ya se utilizaba en las categorías superiores) y Deportivo Camet.
Con estos equipos a mediados de 1956 se armó una nueva categoría de ascenso, llamada justamente “Segunda de Ascenso” para diferenciarla de la llamada desde entonces “Primera B”.
De este modo, había una cancha cada cuatro equipos. Mucho mejor que en la primera mitad de siglo. Pero otra vez se recargó la agenda de varios de los sufridos terrenos de juego.
La nueva categoría fue la que, de algún modo, pagó los platos rotos. Como faltaban los escenarios, su programación casi siempre fue antinatural. Boyó entre sábados y domingos, llegó a disputarse hasta en triple jornadas y muchas veces en horarios incomodísimos, como el del domingo a la mañana. Tras languidecer treinta años, el último torneo de segunda de ascenso se disputó en 1986 y finalmente la Liga decidió unificarlo con la Primera B.
Cuatro décadas con avances mínimos
El panorama de canchas se mantuvo estable por décadas. Durante la del ’60 aparecieron las de Nación (inaugurada el 27 de setiembre de 1964 con un triunfo 2-1 de los locales sobre Quilmes), e Independiente, sobre la Ruta 2. Efímeramente, además, Libertad jugó en su terreno de juego ubicado en las manzanas comprendidas entre 172, 174, 11 de Setiembre y Balcarce. Pero, finalizada la concesión municipal, Quilmes tuvo que desarmar la vieja cancha de Colón y Marconi.
Sufre Benrós una situación apremiante. El edificio de APAND de fondo. La vieja cancha de Independiente en 1969.
La década del ’70, en cambio, fue de pérdidas. Se dejó de jugar en Alvarado, en Independiente y en 1978 en Ministerio. Y apareció Colegiales con su cancha (inagurada el 11 de junio 1977 con un 2-1 sobre San Isidro) y el Mundialista.
En los ’80 ya no se jugó más en Once Unidos, ni en Deportivo Camet. Pero en 1985 Independiente inauguró su actual cancha, General Mitre estrenó la suya y tres años más tarde lo hizo Kimberley.
Y en la década del ’90 se pierde la cancha de San José, pero San Lorenzo abre la propia en 1991, Aldosivi inagura “La Cantera” dos años después y se sumaron las de General Urquiza y Cadetes para la “B”. En síntesis, tras cuarenta años, las canchas seguían siendo pocas en relación al número de equipos.
El cierre de un templo
Vendido por la Liga a un supermercado mayorista, en mayo de 1996 comenzó la demolición del Estadio San Martín, escenario durante 44 años de finales de primera y de ascenso, de los primeros torneos de verano, de la epopeya de la Selección de Mar del Plata en 1970, de los primeros goles de Maradona, de los mejores San Lorenzo -Kimberley y Alvarado -Aldosivi…
Aquel fue un golpe duro. No sólo afectivo. A diferencia de un Mundialista que casi siempre quedó holgado, la capacidad del “San Martín” era la que más se ajustaba a la expectativa que genera el fútbol en esta ciudad.
Los defensores de la decisión de la Liga de venderlo todavía sostienen: “Al San Martín lo pagaban treinta y dos clubes y lo utilizaban sólo dos: Aldosivi y Alvarado”. Pero, en su momento, la pérdida se percibió enorme.
Don Valentín Guerrero, el canchero eterno. Cuidó la cancha de Ministerio y luego el Estadio “San Martín”.
Un cuarto de siglo después, acaso, el asunto pueda verse bajo otra perspectiva. En buen parte gracias al dinero que les tocó del reparto de la venta del estadio, muchos clubes pudieron levantar y consolidar sus predios deportivos en los barrios más alejados de la ciudad. Así consiguieron habilitar sus canchas Al Ver Verás, Atlético Mar del Plata, Aldosivi, Alvarado, Argentinos del Sud, Banfield, Boca, Deportivo Norte, Libertad, Quilmes, Talleres, Cadetes y Once Unidos. De este modo, el fútbol llegó a todos los rincones de Mar del Plata. Y el sacrificio del Estadio “San Martín”, tal vez, no haya sido tan en vano.
Los que abrieron y cerraron el arco del “Templo”
Muchos aspectos de la historia del Estadio San Martín son ampliamente conocidos. No falta quien lo nombre en cada cumpleaños de Diego Maradona, quien aquí logró sus primeros goles en el profesionalismo el 14 de noviembre de 1976 cuando su Argentinos Juniors goleó 5-2 a San Lorenzo. A los entonces jugadores “santos” hoy todavía los llaman más para recordar aquel partido que cualquier otro aspecto de campañas muy ricas para este medio.
No faltan los recuerdos para la presentación de Pelé con el Santos y la impecable marca que le hizo Rubén Montero. Ni para grandes triunfos marplatenses en los Nacionales (como el 5-0 de Kimberley a Independiente en 1970 o aquel 2-1 de San Lorenzo a River en 1973) o para la única consagración de la “Roja” en los viejos “Beccar Varela” ante Mendoza en diciembre de 1970.
En sus 44 años de vida en su terreno de juego se definieron muchos de los campeonatos de la Liga de primera y de sus divisiones de ascenso. Ahí se disputaron los grandes clásicos de otrora (Quilmes-Independiente) y de ahora (Alvarado-Aldosivi), pero acaso su nombre estará unido indeleblemente a los San Lorenzo-Kimberley que llenaron buena parte de su vida.
Define Falagán en el primer gol de la final ante Kimberley de 1995. También hizo el segundo, que fue el último de Primera A en el “San Martín”.
El recuerdo de hoy, sin embargo, es para otros apellidos, tal vez menos recordados, que dejaron su marca en los arcos de este templo del fútbol marplatense.
Un día antes del acto oficial de inauguración, el 3 de mayo de 1952, comenzó el Torneo Relámpago con el que la Liga decidió abrir el estadio. El primer gol de ese certamen lo marcó José Alberto Calderín, de Peñarol, a San José en el primero de los varios cotejos de media hora que se jugaron ese día.
El primer tanto por un partido oficial, sin embargo, lo hizo una semana más tarde, el 10 de mayo, Juan Vecchi, wing izquierdo de Unión, a los 10′ del primer tiempo en un 2-2 entre su equipo y Boca. Ambos equipos, a la postre, fueron los dos que ese año ascendieron de categoría.
Un día después el primer tanto en el “San Martín” para un partido de Primera A lo marcó Rufino Uranga, para Colegiales, a los 8′ del primer tiempo de un 4-4 trepidante entre su equipo y Quilmes.
Casi cuarenta y cuatro años después, el 8 de diciembre de 1995, el último partido oficial de Primera A en el “San Martín” fue, como rara paradoja del destino, una final entre San Lorenzo y Kimberley. La ganó el equipo “santo” por 2-1 con dos tantos convertidos por Ricardo Falagán (hoy radicado en Estados Unidos y trabajando en escuelas de fútbol), el segundo a los 14′ del segundo tiempo suplementario. Última final, último clásico.
Sin embargo, el querible escenario, referencia para todos los fuboleros marplatenses mayores de treinta y cinco años, se cerró para el fútbol local unos días más tarde del mismo modo que como nació: con un cotejo de ascenso.
El 16 de diciembre se disputó la última fecha del cuadrangular que otorgaba una segunda plaza en el certamen de la máxima categoría del año siguiente. A segundo turno, Atlético Mar del Plata le endosó un durísimo 5-0 a General Mitre y así forzó un partido de desempate con Al Ver Verás. El último gol lo hizo a los 46′ del segundo tiempo el volante ofensivo tucumano Segundo Gómez. Y el equipo “decano” terminó consiguiendo el ascenso imponiéndose 2-0 en la definición de la cancha de River.
Uno de los cinco festejos del Atlético ante Mitre, en 1995. Fue el último partido oficial organizado por la Liga en el “San Martín”.
La historia del “San Martín” concluyó unos meses después con la participación de Alvarado y Aldosivi en el Argentino A disputado entre 1995 y 1996. El 14 de abril de 1996 el telón cayó tras un encuentro entre los portuenses y Belgrano de Santa Rosa, correspondiente a la última fecha. Los visitantes ganaron 1-0 con tanto de Octavio Acuña, quien sin saberlo cerró para siempre el arco del “Templo” del fútbol marplatense.
El Mundialista, un lujo que el fútbol local disfrutó poco
La apertura fue promisoria. El fútbol marplatense todo se alineó detrás de la causa. El Estadio “Ciudad de Mar del Plata”, que no se utilizaba desde el Mundial, tenía que reabrir sus puertas para un partido de la Liga y con una fiesta.
Antepenúltima fecha del torneo. Círculo debía recibir a Kimberley, que llevaba cuatro puntos de luz y salía campeón con un triunfo. Los “paperos”, aún siendo los escoltas, aceptaron salir de su cancha. El resto de los clubes dio el OK para jugar de mañana y no interferir con la reinauguración. Se dispuso que el público accediera gratis para que toda la familia disfrute del marco y, de paso, del partido. Todos gestos de grandeza.
El 8 de octubre de 1978 el primer cotejo de fútbol marplatense en el Mundialista fue un éxito. Círculo y Kimberley protagonizaron un emotivo 2-2. El público dijo presente. Las fotos desmienten el optimista cálculo de 20.000 asistentes, pero lo cierto es que la concurrencia se acercó a los quince mil. Y eso que el día no acompañó. “Hizo muchísimo frío y nos tuvimos que guardar las remeras que teníamos preparadas para festejar”, recuerda Héctor Nocelli, ya entonces dirigente kimberleño.
“El magnestismo de ese escenario que nos dejó el Mundial es tal que logró reunir en una sola tarde más gente que la que suele concurrir a todas las canchas de Mar del Plata a lo largo de varias fechas, incluidos los cuatro partidos de la división superior y los restantes de la B y la C”, se escribió entonces en este medio.
Como dato estadístico, el “Negro” Jorge Maldonado, un emblema de Círculo, marcó el primer gol en el Estadio. Y Filo Nocelli pudo usar las remeras días más tarde cuando Kimberley igualó 3-3 con Alvarado y terminó siendo el campeón de 1978.
Aman y Eresuma pelean en las alturas. Detrás, el gran marco del primer partido de fútbol marplatense en el “Mundialista”.
Salió todo tan bien que se auguró el ingreso a una nueva etapa para el fútbol marplatense. Pero nada de eso ocurrió. El Mundialista volvió a utilizarse el año siguiente para el torneo local. Y en los ochenta fue uno de sus habituales escenarios. En la primera de la mitad de la década solía albergar el partido más importante y en 1985, cuando el “San Martín” estuvo cerrado meses por mejoras, hasta recibió las clásicas “doble jornadas”. En la segunda, en cambio, pasó a ser el escenario de la localía de Aldosivi.
Ya nunca en un partido local se reunió un marco parecido al de aquella brillante inauguración. Salvo excepciones, los partidos se jugaban con tribunas vacías y mudas como testigos.
De todos modos, en la primera mitad de los ’90 se utilizó con una cierta continuidad. Pero a partir de la reestructuración operada en el fútbol argentino entre 1995 y 1996 -con la creación de los Argentinos A y B y la concesión de una plaza fija para la ciudad en la B Nacional- el torneo local dejó de ser prioridad para Aldosivi y Alvarado y utilizar el estadio para un partido de la Liga pasó a ser una rareza.
Se jugó bastante allí en 1999 porque ningún equipo local podía costear un operativo policial con un Alvarado de “Alto Riesgo” para el Copresede. Y terminaron recibiéndolo casi todos en el “José María Minella” a puertas cerradas. Era un velorio. De aquella tarde de fiesta de octubre de 1978 ya nada quedaba.
Después de aquello, la Liga programó la final de ida de 1999 entre Quilmes y Kimberley, el desempate de la definición del 2000 entre los mismos rivales y la doble final de 2005 entre Círculo y Deportivo Norte. Finalmente, el 17 de agosto de 2008 se abrió por última vez para otra final. Ese día Quilmes se coronó campeón del Apertura venciendo 3-1 a Alvarado. Cristian Casas hizo el último gol en el “José María Minella”, un escenario que se abrió con las mejores expectativas para el fútbol local y que se cerró sin que alguien se diera cuenta.
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