CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Arte y Espectáculos 6 de junio de 2017

El Rock Nacional: ese monstruo que creció entre el sol, la arena y el ruido de la noche

Hace 50 años la historia empezaba. El rock nacional veía la luz y sus primeros nutrientes los absorbía en Mar del Plata. Desde el boliche Mandioca al multitudinario Mundialista de La Renga. Un trayecto de aventuras sinuosas.

Almendra en la carpa que funcionó en Buenos Aires y Moreno. Año 1982.

Por Fernando del Rio
[email protected]

 

Ese monstruo de tantas cabezas y texturas, con bramidos superpuestos de rosas y puñales, ese monstruo llamado rock nacional, pisó fuerte en Mar del Plata desde aquellos minutos posteriores a salir de su cascarón. Los historiadores obviarán a esta ciudad encandilados por las luminarias porteñas y porque, es cierto, los exponentes del añorado movimiento musical estaban todos allí. Pero nadie podrá borrar de la memoria que el fenómeno dio sus primeros pasos por estas tierras de brisas marinas, de arena y casino.

Hay tres grandes registros en respaldo de esa sentencia que, para muchos, puede ser exagerada pero no lo es. Y si no, basta con conocer lo que sucedía a fines de los ’60.

Los días de Mandioca

Si el mojón inaugural está emplazado en el corazón del año 1967 con Los Gatos rompiendo cadenas en Buenos Aires, la presencia en el verano de 1969 de un boliche llamado “Mandioca” en Mar del Plata, donde tocó Manal (también Los Abuelos) fue la continuidad que se necesitaba. Era un sitio subterráneo a pocas cuadras de la plaza Colón, donde los asientos eran neumáticos en desuso. El sello discográfico Mandioca encontró esa cueva y pretendió hacer con ella un templo aunque imaginaba una vida perecedera. Pese a que sólo duró tres semanas de aquel verano alcanzó para dejar grabado su nombre como parte del impulso inicial. El sótano de Boulevard Marítimo 2829 tenía una estética vial, con pintura color asfalto y guardas en la parte inferior de las paredes a franjas negras y amarillas. “Salimos a comprar cosas por San Martín para decorar”, cuenta Pedro Pujó hoy, casi medio siglo después. Del techo colgaban zapatos.

Declaración de principios

Tocar en Mar del Plata significaba hacerlo de la manera más federal que era posible, con público de todas partes del país. Y el rock nacional tenía que contar con un aliado para expandirse. Ese aliado fue la por entonces “Ciudad Feliz”. Manal la usó de su lado.

Es certeza unánime que la trinidad fundadora, junto a Manal y Los Gatos, la completó Almendra, la mítica banda integrada por Luis Alberto Spinetta, Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio y Rodolfo García. Lo que no suele recordarse es que debutó ese mismo verano -1969- como formación estable en sus shows del boliche Matoko’s de la avenida Constitución y formuló aquí mismo unas declaraciones emancipadoras: “Se terminó la época de repetir lo que hacen los demás o de hacer traducciones y listo. Tenemos que cantarle a lo nuestro, a lo auténtico”, dijeron Carlos Emilio, Rodolfo, Teddy y un tal Luis Alberto al diario El Trabajo.

Ese segundo episodio en Mardel (casi en simultáneo con el sótano Mandioca), fue la declaración de principios fundacionales del rock en castellano, del rock argento. La frase como un acta de independencia artística lanzada en aquel inolvidable estío de 1969.

“Es por acá el camino”

El tercer hito para agregar a Mandioca y a Matoko’s sucedió en el Teatro Alberdi, el 20 de enero de 1970, cuando volvió a presentarse Almendra. LA CAPITAL refería entonces que la estupenda calidad de Almendra (“su ternura”) había pasado casi inadvertida la temporada anterior y ya era el momento de prestarle atención.

Ese recital esconde una anécdota que terminó por hacer de Mar del Plata el partícipe necesario de la creación del monstruo. Resulta que la familia de un jovencísimo Nito Mestre tenía casa en Punta Mogotes y su flamante amigo Charly García había llegado a veranear con él.

Ambos ya habían partido de sus iniciáticas banditas adolescentes y se disponían a formar Sui Géneris. Charly -probablemente con Nito- asistió a ese recital del teatro Alberdi y tiempo más tarde confesaría que, tras escuchar a Almendra, pensó algo así como “Es por acá el camino”. Ese recital lo terminó por atraer hacia el monstruo, como una bola de mercurio atrae a otra y forma una tercera más grande, y a transformarse en una de sus vértebras principales.

Los años locos

El rock nacional creció al amparo del concepto rupturista pero también de aquellas historias que le dieron un tono de bohemia delirante a la par de la nueva ola mundial. La irrupción de los Beatles, la guerra de Vietnam, la globalización de sustancias estupefacientes y el anhelo de cambiar al mundo provocaron la conversión del arte hacia una nueva forma de comunicación. Y sin locura, no hay vehemencia.

Lo que hoy pueden juzgarse como manifestaciones leves e incluso ingenuas, no lo eran entonces. La música ocultaba en su sencillez una beligerancia desconocida y la juventud se sentía atrapada. Era un escenario para ser. Comenzaba a prefigurarse la idea de pertenecer a algo.

El primer recital masivo

En ese mismo enero de 1970, Los Gatos ya con Pappo en guitarras reemplazando a Kay Galiffi le daría lugar a los jóvenes para ser parte del primer recital masivo al aire libre en Mar del Plata. Fue una tarde calurosa en Playa Grande, con el escenario apretado entre la barranca y el viejo edificio del Inidep. Algunos dicen que fueron 1.500 personas, otros 2.000, otros, los que ya rozan los 60, que estuvieron. Fue una hora, transmitida en directo por LU6 y Litto Nebbia entendía todo ya: “No todos pueden pagar la entrada para ir a vernos a Leche Fresca”. Litto hablaba del boliche de Valencia al 4000 a sólo 150 metros de la rotonda de Constitución y la costa, donde el rock entonces llamado beat se desperezaba con la presentación de aquellos pioneros.

Los Gatos en el Ocean Rex, año 1970. A la izquierda, Litto Nebbia.

Los Gatos en el Ocean Rex, año 1970. A la izquierda, Litto Nebbia.

“Lo beat”

La cartelera anunciaba el 23 de enero la presentación de Los Gatos en el cine Ocean Rex y en los días siguientes en Ye Ye. Pero asomaban también El Trío Galleta en Zum Zum, La Joven Guardia en Banana, Los Barbaros en Jet, Pintura Fresca en el Estadio Bristol.

LA CAPITAL señalaba entonces: “No es extraño que Mar del Plata se haya convertido en un año escaso, en la meta estival de estos músicos que con sus obras y -esto es lo más importante- con su actitud ante el hecho musical, están transformando las hasta ahora anquilosadas apetencias del público. ‘Lo beat’ es la verdad porque traduce de una manera asequible, en un lenguaje indudablemente universal, una serie de vivencias particulares al hombre de la ciudad. La mitología urbana adopta ahora otras formas para exteriorizarse: colores restallantes, absoluta libertad en la vestimenta, pelo largo, vuelta a la candidez y sobre todo y para todo, música”.

La sana locura

Dos grandes acontecimientos extramusicales forjaron los años locos iniciales. El fin de semana del 16 de octubre de 1971 Vox Dei se presentó en el Auditorium y llenó gracias al suceso de su obra cumbre, “La Biblia”. Quiroga, Basoalto, Smilari y Soulé arrasaron al punto tal que debió agregarse una función para el día domingo…17 de octubre.

En esos tiempos había un gobierno de facto encabezado por Alejandro Lanusse que no gustaba precisamente de las manifestaciones políticas.

El segundo recital se realizó a beneficio del Hospital Materno Infantil y cuando los jóvenes asistentes salieron enfervorizados tras disfrutar de una hora y media de música, se encontraron con corridas y represión.

“Un amigo al que habíamos llevado al show de contrabando, porque en la casa no lo dejaban, quedó en medio de todo y la cana se lo llevó. A la madrugada un policía llamó al padre para avisarle que tenía al hijo detenido en la comisaría por incidentes en la marcha del 17 de Octubre. El padre era lo más antiperonista que había. Imaginate”, recuerda Hugo Grassi, fotógrafo del Rock.

El otro episodio anecdótico fue el primer gran desborde que, en tiempos actuales de pogo y reviente parece una tontería. Sucedió el 7 de febrero de 1972, también en el Auditorium y también con otra obra conceptual en escena. Arco Iris, la banda de Gustavo Santaolalla, mostraba su Cantata Sudamericana, y los jóvenes aguardaban ansiosos en la rambla a las 22.30. Enfilados, prolijos, fumando. Sin banderas, jarras de fernet, ni cánticos.

El reloj avanzaba pero la fila no movía y había una razón: la obra “La Llave” con Ricardo Bauleo y Nora Cárpena no entregaba la sala por haber comenzado con bastante demora su función. Y los pibes no pudieron contener sus acuciantes deseos y entraron por la fuerza. El problema fue que lo hicieron en medio de la función, cuyos espectadores huían despavoridos. Bauleo les reprochó desde el escenario.

Luego, ya con el telón corrido, la voz del escritor de LA CAPITAL Enrique de Thomas (Win) llegó como un sermón. Por último, cuando Santaolalla apareció, tomó el micrófono para decirles: “Eso no estuvo bien” y dejó caer con una media sonrisa el primer acorde de “Oremos”.

Hola, Sui Géneris

Unos días antes, el 29 de enero de 1972, Charly y Nito tocaron por primera vez como dúo establecido en el Teatro de la Comedia, de Rivadavia y Santa Fe. En ese sitio, para completar el giro de evidencias que fortalecen la hipótesis creacionista marplatense, ahora se levantan las estatuas de ambos.

La década del ‘70 tuvo sus lógicos vaivenes, tuvo su clandestinidad, tuvo sus sótanos, tuvo un gran concierto de Sui Generis poco antes de la despedida de 1975 y poco a poco se fue apagando.
Los nuevos tiempos

Con el cambio de década y tal vez como una señal de los cambios que se avecinaban, de la luz que aparecía allá lejos, el estadio Mundialista dio cobijo al final de la gira del reencuentro de Almendra.

El gran Jorge “Gordo” Battilana, a cargo de la organización local, asegura hoy que “eso fue impresionante, con 12 mil personas en plena dictadura”. Los Almendra diseñaron su existencia de un modo cíclico. Comenzaron en Mar del Plata y terminarían en Mar del Plata. Era la idea, pero el éxito de la gira, la grabación de El Valle Interior y el deseo de la gente hizo que el final -al margen del reencuentro de una noche en 2009- fuera en 1981 con otra road story que también incluyó a la ciudad Cuna.

Tanta conexión hubo del rock en Mar del Plata que sus figuras tenían teatros favoritos para tocar. “Spinetta era Auditorium, Gieco era Neptuno y Charly, incluso con Serú, fue el Tronador, donde lanzó su frase ‘Vos sos más grasa que una milanesa’ cuando un flaco le insistía con que tocara La Balsa”, dice Battilana, encargado de producir todos esos shows.

En tiempos de libertad

La explosión del rock nacional en los ’80, con la apertura de la democracia, y el surgimiento de bandas como Virus, Soda Stéreo, Zas, Sumo, Fito Páez, Los Violadores, Los Redondos, hicieron de Mar del Plata el punto de encuentro una vez más.

En 1981 se creó el Festival de la Juventud -sobrevivió hasta la década siguiente- por el cual desfilaron muchas bandas marplatenses y que era algo así como la fusión entre el mar y la música. El playón de la playa Las Toscas fue el sitio elegido.

En enero de 1985, Soda Stéreo, en su gran momento de esplender, hizo sonar su pop elevado entre los toboganes acuáticos del Waterland, dentro del boliche Frisco.

“Lo que pasa es que…”

Pero sin dudas uno de los momentos más aglutinantes ocurrió en 1987, en la playa luego mediatizada por los corpiños cortados de Moria Casán. A la vera de la ruta 11 y entre acantilados se celebró la tercera edición del Rock in Bali (antes habían tocado todos. Todos). Para muchos, Luca Prodan, aquel 24 de enero de 1987, ofreció su mejor show, el que cerró de un modo transformado hoy en leyenda. Es que Sumo debía dejar el escenario para que tocara Virus, puro rock glamour, y Luca no quería. Sus compañeros le insistieron y Luca le dijo a la gente: “Lo que pasa es que somos todos putos”. Hacía referencia a sus compañeros no a Virus. Jamás dijo “Ahora vienen los putitos”, como se instaló.
Los Redondos y la ciudad

Hasta que la masividad los consumió y obligó a hacer otro tipo de recitales, Los Redonditos de Ricota tuvieron su romance con Mar del Plata. El primer show fue en 1979 y el siguiente en 1988, el 9 de julio en el Tronador. A partir de allí se presentaron en el Radio City, en el Superdomo, dieron una histórica noche el 10 de agosto de 1991 en el teatro San Martín, hicieron 9 recitales en GO! entre 1994 y 1996, dos fechas seguidas en el Polideportivo en octubre de ese ’96 y un Patinódromo en 1997 que sería el preludio de las violentas y últimas funciones en la ciudad.

Aquellos dos shows en el Patinódromo el 19 y 20 de junio de 1999 dejaron una ciudad conmovida por los desbordes y con un intendente Elio Aprile profetizando en su deseo: que nunca más regresarían.

La banda de Mataderos

Charly y Fito o Divididos y Spinetta dieron shows juntos en Mar del Plata. Bersuit Vergarabat tocaba un año en Elvis y al siguiente llenaba un estadio en Buenos Aires.

El último hito del rock nacional coincide en ser el más imponente que tuvo Mar del Plata en términos de asistencia de público. Se registró el 12 de diciembre de 2015, cuando cerca de 40 mil personas desbordaron el estadio José María Minella para ver a La Renga, la banda de Mataderos.

Ese recital a punto estuvo de suspenderse cuando el recién asumido intendente Carlos Arroyo y su equipo de trabajo vieron como inconveniente su celebración. “Imaginaban muertos, desmanes, heridos… No hubo un solo incidente y ni una sola persona detenida”, recuerda el productor Pablo Baldini quien asegura haber tenido arduas conversaciones para convencer al flamante jefe comunal.

El monstruo, acaso hoy transformado en una masa gelatinosa, deforme, ya sin la fuerza de antes, desmolecularizado en miles de expresiones de aliento extinguido.

Las grandes bandas de afuera
que tocaron en la ciudad

“Eramos 400 en total. The Police eran increíbles, pero no los conocía nadie. De todos modos arreglé con Grinbank y los bajamos a Mar del Plata”, señala Jorge Battilana sobre el recital del martes 16 de diciembre de 1980 que con el paso del tiempo cobró un valor de culto.

Acaso fue la primera gran banda, sin saberlo aún, que bajaba a Mar del Plata a tocar y abrió un camino no demasiado transitado.

En 1989 Rod Stewart dio un concierto olvidable en el estadio del Mundial, donde un Luis Alberto Spinetta sufrió una agresión mientras teloneaba. Uno del público le pegó un monedazo. “A mí las moneditas no me hacen nada, porque soy como ustedes”, dijo.

The Police en el Roxy el 16 de diciembre de 1980. Actuaron para escaso público.

The Police en el Roxy el 16 de diciembre de 1980. Actuaron para escaso público.

En 1994 una de las bandas más icónicas de la historia del rock, The Ramones, llegó a Mar del Plata en una gira singular. Para los neoyorquinos, Argentina resultó ser el patio trasero, el de las travesuras, y Buenos Aires algo así como el sitio preferido para tocar. De hecho siempre consideraron que su público ideal era éste. Vivieron la locura del fanatismo y reconocieron, desde el confort de un sillón en Queen’s, que “tal vez allí los chicos sepan más de rock que aquí”. Por eso tocaron 22 veces en Obras, una en Vélez y se despidieron del mundo en River en 1996.

Sin embargo, dos años antes del final rompieron las fronteras porteñas y se animaron a una mini gira por el interior del país. Mar del Plata fue elegida junto a Rosario y Bahía Blanca. The Ramones dio un show parejo en GO! ante 2.000 personas el 18 de septiembre de 1994, con una lista de 29 canciones iniciada como era la costumbre por “The Good, The Bad, And The Ugly” y cerrada con “Beat and the brat”.

El 4 de abril de 1999, con Ian Gillan a la cabeza, Deep Purple reunió apenas 2.000 personas en el Patinódromo pero dio un show magistral. “Treinta años no es nada cuando de tomarse la música en serio y ofrendarla se trata”, escribía la pluma de Juan Pablo Neyret en LA CAPITAL.

Finalmente, en esta arbitraria selección, sin dudas uno de los hechos más resonantes y llamativos a la vez fue aquella presentación de Durán Durán hace casi una década. En noviembre de 2007 un empresario jamaiquino que luego acabaría preso por estafas decidió convocar a la mítica banda británica para cerrar un evento llamado “World Football Idol”. Los liderados por Simon Le Bon aceptaron el singular contrato y llegaron al estadio José María Minella con un regalo: oficializarían su nuevo trabajo “Red Carpet Massacre”. Un hito para la música internacional en Mar del Plata, acaso lo más importante junto al glorioso recital de Queen en 1981.

Pero nada podía salir del todo bien con semejantes extravagancias atravesando todo. Ni el clima ayudó. Hizo frío como nuca en noviembre había hecho y un puñado de personas se acercó al estadio. El recital, dicen, fue impecable.