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Opinión 1 de julio de 2016

El propio gobierno se enredó sólo con la zanahoria del segundo semestre y ahora deberá pagar un precio político

Por Hugo Grimaldi

Ni en política ni en economía se debe poner nunca una fecha o un tope, ya que si no se alcanzan los objetivos quienes los anuncian comenzarán de inmediato a recibir facturas por debajo de la puerta.
Este mal paso lo dio el Gobierno que asumió el 10 de diciembre cuando decidió echar a rodar alegremente el mito del “segundo semestre”, como la gran panacea del despegue. Las exitosas salidas del cepo y del arreglo de la deuda le dieron al equipo de gobierno cierto aire al principio y quizás hasta alguna percepción triunfalista.
Aunque probablemente no por ser engreídos, sino por su falta de experiencia política, el presidente Mauricio Macri y su gente cayeron en la trampa de creer que estaba en sus manos torcer la realidad y por eso, entre otros vaivenes comunicacionales, no consideraron siquiera la cuestión de la “herencia” hasta el 1 de marzo.
Cuando comprendieron que lo social condicionaba cualquier otra cuestión, que los shocks no se podían recomendar en materia de ajuste y cuando se dieron cuenta que los limitantes legislativos necesitaban de combustible proporcionado por el Tesoro para funcionar, fueron cambiando sobre la marcha y no tuvieron reparos en ir y volver en algunos temas.
A este pragmatismo, resistido por la ortodoxia económica, desde el Gobierno se le opuso la lógica necesidad de dialogar y de limar asperezas con todos los sectores y así hubo en estos meses significativos logros legislativos, pero nunca un discurso que bajara del imaginario ese ya famoso “segundo semestre”.
Este escollo sujeto a crítica, que ahora puede agigantarse a medida que se avance sin muchas novedades, tendrá seguramente algunos ítems de mejora y de distensión (no aumento de tarifas, inflación más controlada), pero aún demoras ciertas en cuanto a una corriente de inversiones sostenida que genere empleo genuino y dé vuelta el pobre panorama del nivel de actividad.
Igualmente, sin que le sirva lamentarse por haber instalado el tema, el Gobierno tiene cosas por hacer todos los días a favor de ayudar a cruzar un desierto más largo de lo calculado, que van más allá de cruzar los dedos. Lo peor que podría hacer ahora es trasladar la zanahoria del oasis para más adelante.

DyN



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