El peronismo no se pega a la hipocresía del relato K
por Hugo E. Grimaldi
No es un secreto que el peronismo acompañó a Cristina Fernández hasta las puertas del cementerio y que allí quedó flanqueada apenas por una veintena de dirigentes de su espacio, Luis D’Elía y Martín Sabbatella, incluídos. Fueron más notorios lo que no estuvieron que los leales.
Más allá del número de militantes que cada uno quiera contar, la ex presidenta, quien hasta hace un año era la dueña de todos los resortes de la política, se mostró hoy en Tribunales bastante pobre en materia de apoyos aunque, para hacerse notar, ella siguió a rajatabla el rito bien kirchnerista del enchastre masivo, como una forma de diluir responsabilidades.
Esta estrategia, que apuntó a exponer al presidente Mauricio Macri y a sus adjudicaciones de obra pública a favor presumiblemente de su primo, tal como la de quejarse por la “difamación” y la “persecusión política” que ella enlazó con los tiempos de la dictadura, ha sido el “plat de résistance” del relato de victimización que hoy enarbolan solamente los más fanáticos.
Sin tener el poder de antaño, tanto Cristina como sus leales seguidores y sus aliados no peronistas han adoptado un temperamento políticamante endeble, sobre todo en cuanto a su necesidad de no seguir perdiendo credibilidad frente a la sociedad, algo que el peronismo de todas las vertientes parece no estar dispuesto a convalidar.
En ese sentido, los K más fanáticos y sus acompañantes de izquierda proponen poco y nada, sólo volver al pasado. Por lo tanto, como opositores que son, se dedican a criticar al actual gobierno y a fustigar al Presidente con mucha vehemencia, aunque a veces al borde de la mala fe. Buscan bajarle línea a la militancia más cerril, como si nunca el kirchnerismo hubiese tenido responsabilidad de gobierno.
Mientras la mayoría del peronismo parlamentario negocia y parece que ha decidido darle aire al Gobierno al menos hasta fin de este año, todos quienes se alinean con Cristina son furiosos críticos de las actuales autoridades y las llaman “desastre”, como si ellos mismos no hubiesen contribuido con sus acciones a conformar la plataforma de la herencia y tal como si su gestión hubiese sido impoluta.
Objetivamente, hoy el Frente para la Victoria, que tenía la intención hegemónica de absorber al PJ es, con suerte, una línea interna entre otras cuatro o cinco.
Como deben hacerse notar, los palos al macrismo le llegan con mucha fuerza desde ese espacio con pátina ideológica (“neoliberales”, “de derecha”), aunque esos calificativos se mezclan con la evidente necesidad que tienen los gobernantes de antaño de tapar muchas cosas ante la opinión pública.
Otra arista de esta estrategia que viene desde los tiempos de Santa Cruz es decir que, en función de gobierno, “ellos son peores” (crítica cualitativa) o “son como nosotros”, emparejamiento para meter a todos en la misma bolsa.
Lo cierto es que los gobiernos kirchneristas tuvieron tres oportunidades en las que hicieron cosas importantes, con beneficios para muchos, pero hubo muchas otras mal pensadas y peor ejecutadas, incompletas, desprolijas o sospechosas. Mala praxis o una matriz de objeto faccioso es lo que se busca investigar.
Quizás la causa del dólar futuro, al fin una decisión de política económica, pueda ser eludida por Cristina con mucha razón, pero la de direccionamiento de la obra pública le será mucho más difícil, por más chicanas que utilice. Pero, además, hay tantas, pero tantas denuncias judiciales presentadas y a presentar que más de una le va a salir mal a la ex presidenta y eso va a terminar de generalizar la diáspora.
Ella, adalid de toda la gran difusión mediática de su caso, sigue teniendo muchos resortes informativos aceitados que le permiten anticipar allanamientos, por ejemplo y que muestran la realidad al servicio de su victimización personal, aun a costa de que sea notoria la hipocresía de tanta narrativa.
Hoy, Cristina y sus acólitos claman por los pobres que duermen en las calles, como si no los hubiese habido un año atrás, dato tan visual como ahora, aunque negado por las estadísticas que no se hacían y además, se consternan por las bajas de producción, que siguen a los cuatro años de estancamiento que dejaron sus gobiernos.
Dicen, con bastante razón, que las medidas de fondo tomadas para cambiar la matriz macroeconómica han ahondado el desempleo y profundizado la inflación, aunque no explican sus propios desaciertos en ambos temas, derivados de los controles abusivos y el divorcio con el mundo.
También se hacen cruces porque hoy el Gobierno pide tener algún porcentaje de manejo de los Superpoderes, mientras el kirchnerismo usaba tres veces más. Tampoco les gusta el Presupuesto, como si los propios no hubiesen sido simples dibujos.
Y como si todo esto fuese poco, el kirchnerismo critica a la prensa sospechada de ser PRO, mientras que ellos fueron los creadores del relato que, como loros, difundía su maldita creación, el llamado “periodismo militante”. Cartón lleno.
DyN.
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